Zona de turbulencias - Excelencia Literaria

Zona de turbulencias

Francisco Javier Merino

Ganador de la X edición

www.excelencialiteraria.com

<<Señores pasajeros, estamos atravesando un área de turbulencias. Por favor, abróchense los cinturones>>. Todos los que volamos, hemos escuchado este mensaje alguna vez. Existen, sin embargo, diversas formas de interpretarlo y, consecuentemente, de vivirlo.

Está la del despistado que no escuchó las indicaciones previas. Durante los cinco minutos en los que, todavía en la pista de rodaje, los auxiliares de vuelo gesticulaban de forma particularmente expresiva, cinturón y chaleco salvavidas en mano, aquel se dedicaba a realizar parodias con sus colegas. <<Total, ¿para qué asustarse con sucesos que solo tienen lugar en las películas?>>. Pero con el avión balanceándose en medio de fuertes corrientes, maldice su insensatez, incluso murmura alguna de las oraciones que le enseñaron cuando se preparaba para la primera comunión.

También está la del supermán de turno, héroe sin capa que siempre ha tenido miedo a viajar por el cielo. Maneja con solturas frases que aparecen en libros de autoayuda, como aquella de “Valiente es el que tiene miedos, los reconoce, pero se atreve a afrontarlos”. Y claro, va montado en un vuelo transoceánico, a pesar de que hasta entonces no se había atrevido a subirse a un avión para ir de Granada a Madrid, en el que el aterrizaje comienza al finalizar el despegue. Puede que la experiencia haya empezado bien –la ilusión de sentarse junto a la ventanilla, de disponer de un cine propio, de elegir menú…–, pero las turbulencias son para supermán un baño en kryptonita. En pobre se aferra al reposacabezas que tiene enfrente mientras se revuelve en su asiento, completamente superado por el inesperado villano atmosférico.

No podemos olvidarnos la del comandante, que acaba de realizar el anuncio con la misma parsimonia en el tono de voz de quien anuncia que son las nueve de la noche y Aldi va a cerrar. Es consciente de que está pilotando por una zona de turbulencias de grado uno, cuando el aparato que maneja está preparado para solventar las de sexto grado. Se limita, por tanto, a mantener una conversación futbolística con el sobrecargo mientras revisa que el rumbo sea el correcto y todos los elementos del aeroplano estén en orden, tal y como le enseñaron en la escuela de aviación veinte años atrás.

Una misma situación, tres reacciones distintas. El destino de todos los pasajeros depende exclusivamente del buen hacer del piloto. Por eso, es conveniente que perdamos el miedo a volar. Eso sí, de forma racional. Los libros de autoayuda y los rezos de última hora nunca están de más. Sin embargo, cuando llegamos a zona de turbulencias no queda otra que abandonarse en las manos del experto, por mucho que el avión se balancee como la vida misma.

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