El maestro Juan Martínez que estaba allí
‘El maestro Juan Martínez que estaba allí’ y que allí aguantó. Las falacias del comunismo, el hambre, el tifus, el odio porque sí. En Rusia, en la tierra del bolchevismo. Aquella en la que, a principios del siglo XX, el invierno y la nieve cubrían la masacre y la primavera derretía el velo de la desgracia. Martínez tuvo la oportunidad de esquivarlo, pero la teoría encandila y cuando se lleva a la práctica es abominable.
Y allá, a la Rusia pre comunista marchó huyendo de Turquía el bailaor flamenco Juan Martínez con su mujer, Sole. Mirados por un tuerto. Escapando de Guatemala para arribar a Guatepeor. Y en Guatepeor se quedó Martínez y solo le salvaron su astucia y los callos “obreros” producto del arte de las castañuelas. Porque hasta las palmas de las manos tuvo que desnudar para esquivar más de una bala. Obuses que sorteó con mucha pericia, la misma con la que Chaves Nogales lo cuenta en este relato.
“A los ojos del pueblo, empobrecido y hambriento, tan feroces aparecían unos como otros; si tiranos eran los blancos, más lo eran los rojos (…) Pero los rojos eran unos asesinos que pasaban hambre y los blancos eran unos asesinos ahítos. Se estableció, pues, una solidaridad de hambrientos entre la población civil y los guardias rojos. Unidos por el hambre, arremetieron bolcheviques y no bolcheviques conta el ejército blanco, que tenía pan. Y triunfó el bolchevismo. El que diga otra cosa miente; o no estuvo allí, o no se enteró de cómo iba la vida”
A Martínez no le quedó por pisar ningún teatro, cabaret o circo en la cuna del comunismo. Tampoco en la vecina Ucrania, donde malvivió durante gran parte de la guerra civil. Las ganas de prosperar, el ingenio y la falta de interés por la política fueron su salvavidas para que, años después, Chaves Nogales recogiese su testimonio en este libro que hoy edita Libros del Asteroide. Y es que qué bien escriben los periodistas. Haciendo fácil lo difícil y transformando la desgracia en doscientas páginas de relato amable.
Y esto solo fue la revolución y la guerra en un país del que ya no podías huir por haber visto y oído demasiado. Todo tipo de divisas circulaban por Rusia y con ninguna comías. El trabajo para el régimen era el camino hacia los bonos de comida; que estaba tan racionada que ni la ración se veía. Había quienes elegían resignarse a morir de inanición o de un tiro en la nuca. También los que preferían observar y aprender de los “errores” de otros para hacerlo mejor. Y a muchos tuvo que ver caer Martínez para interiorizar el oficio de la supervivencia.
“Como era imposible que las autoridades castigasen al que robaba pan, cuando uno de aquellos desdichados metía mano al puesto, todos los vendedores del mercado se solidarizaban y acudían a golpear furiosamente al hambriento. Todos, menos el panadero robado, que iba derecho a quitarle el pan de la boca, porque ya sabía que, con la cabeza escondida entre los brazos, el que había robado el pan lo que hacía era encajar los golpes, mientras mordisqueaba angustiosamente su presa. Lo importante era comerse el pan aprisa, aunque le dejasen exánime”
Así hasta que el hambriento olvidaba la satisfacción del bocado. Marcar en el calendario la fecha de la última comida y poder contar los días que habían pasado sin acallar sus vientres. Eso si no habían tenido que quemarlo para calentar la comuna. Y, aunque Martínez resistió años a base de pan negro y productos del mercado negro, su cuerpo ya se había hecho a la miseria. Pero ni rojos ni blancos consiguieron mutilar la gracia española de este bailaor flamenco burgalés que, a base de alpargatas, un día volvió a comer.
He leído, exactamente, tres libros que hablan de la Rusia soviética: ‘Koba el temible’ -apodo de Stalin- de Martin Amis. La biografía de ‘Antonio Gramsci’ -líder del Partido Comunista Italiano y fondo de pantalla de Juan Carlos Monedero- de Giusseppe Fiori. Y este de Manuel Chaves Nogales -para el que sobran las palabras, solo hay que leerlo-. Dos coinciden en lo mismo, a bayonetazos trituraban los “oprimidos” la carne del testigo. El tercero en discordia es admirable, murió en la cárcel a causa del comunismo sin, siquiera, haberlo llevado a la práctica. Lee y desconfía.
Autor: Manuel Chaves Nogales
Editorial: Libros del Asteroide
Fecha de Publicación:
Número de Páginas: 290
Precio: 17,95 €