Aventura portuguesa por Patti Smith - Libros a pie de calle

Aventura portuguesa por Patti Smith

A pesar de la emoción no empezaba bien el día. Pero llegó la cita, el 17-A, una suerte de locura impulsada por Nacho Cano, entre otros. Aquel soporífero espectáculo solo podía levantarse con un show de verdad. Entre cerveza y cerveza, maquillaje y no me mires, o lo que tocasen, saqué el móvil como pude, sujeté el vaso con el sobaco y firmé la fecha para el encuentro. Sábado 17 de agosto en Paredes de Coura, a las 21.20 hora portuguesa. Y ya había llegado. Esa noche iba a ver por segunda vez a Patti Smith junto a los supervivientes de su grupo de toda la vida (Jay Dee Daugherty y Lenny Kaye).

Me levanté hecha un flan ante la odisea. Preparé el hatillo de supervivencia para aguantar casi 24 horas sin dormir. Dentro de la mochila llevaba: mi batería portátil capaz de recargar un coche eléctrico, muda interior y exterior, chubasquero por si las moscas, cortavientos porque por la noche en Portugal va a hacer frío, toallitas húmedas y clínex, gafas de ver, muy importantes para la ocasión, cartera llena de ahorros, muy importante también por lo que pueda pasar, y tabaco, una droga extremadamente importante para los adeptos a la nicotina. El móvil lo llevaba en el bolsillo del pantalón y los auriculares enchufados con ‘Land’ sonando al otro lado. Pero el plato no dejaba de moverse y yo no hacía más que perder caramelo de la superficie.


Sábado 17 de agosto en Paredes de Coura, a las 21.20 hora portuguesa. Y ya había llegado. Esa noche iba a ver por segunda vez a Patti Smith junto a los supervivientes de su grupo de toda la vida (Jay Dee Daugherty y Lenny Kaye)


Cielo gris a las 13.00h en la Estación de Autobuses de Ferrol. En la dársena 19 esperaba, todavía dormido, el Monbús de las 13.30h con parada en Santiago de Compostela. Así que me senté junto a mi madre en el banco, resoplé, y saqué el móvil. Nunca un mensaje de WhatsApp tuvo un efecto tan agradable como el de un rayo de sol en un día nublado; el que faltaba aquel mediodía. Mensaje recibido de ‘el novio de la amiga de la novia de un amigo’: “Hola Andrea, una cosa, sí que puedes acampar con la pulsera de día, estamos con otra amiga que acampó y llegó ayer con entrada de día. Aunque nosotros hoy vamos a ver los conciertos y marchamos a dormir a casa a Pontevedra, que ya tuvimos suficiente campismo”.

– ¡Mamá! ¡Que me dejan en Pontevedra de madrugada!- Le dije consciente de la suerte que acababa de tener, pues lo de ir sola a Portugal había sido una locura y no podía exteriorizarlo, aunque merecía la pena.

– Qué tranquila me quedo- respondió mi madre, que ya me había pedido previamente que le enviase mi ubicación en tiempo real cuando llegase a lusilandia. Ahora era ella la que soltaba aire y estabilizaba la presión interna.

Lo siguiente fue avisar a mi padre de que ya no era necesario que se levantase a las 7 de la mañana para hacer la ruta Sanxenxo-Paredes de Coura. ¡Qué sería de nosotros sin los padres!, de verdad. Sin edad para esos trotes son capaces de ir a buscarte a Hong Kong si te quedas tirado. No hay disturbios ni reuma que valga. Así que, bueno, el día era gris pero iba abriendo.

Ferrol-Santiago, próxima parada Valença. Me bajé allí para esperar al minibús que hace servicio con Coura, pero el courense decidió que era más cómodo no salir por eso de que sólo yo esperaba con billete comprado hacía una semana. El flan casi era puré. Así que para evitar el derrumbe desembolsé 27 euros de taxi, que como soy rica es casi calderilla, ‘Free Money’. Ya puestos, déjame en la puerta del recinto. Cuando me bajé del coche y me vi allí, me recargué totalmente de caramelo. De hecho me comí el flan. Ya no temblaba.

A por una superbock y a esperar en el escenario bueno, donde a esa hora tocaba una asiática que se rebozaba por el suelo, ataviada con unas rodilleras negras, al lado de una mesa de madera puesta del revés. Todavía era pronto pero que le den a Sensible Soccers, yo quiero ver a Patti Smith sin gafas. Y bueno, la cosa empezó con fuerza en tercera fila, si es que eran numerables. ‘People have the power’ o más bien el poder de Patti Smith y de su caballo ganador. El temazo que suena, o sonaba en ‘El Partidazo’. Una maravilla.

Allí estaba ella con su americana negra, su chaleco abotonado all shows y su camiseta blanca por debajo. Botas negras y vaqueros oscuros. Su preciosa melena plateada, despeinada pero domada a medias por un gorro de lana que estaba claro que se iba a quitar más temprano que tarde. Y, entonces, sonó ‘Redondo Beach‘, como el día.


Allí estaba ella con su americana negra, su chaleco abotonado all shows y su camiseta blanca por debajo. Botas negras y vaqueros oscuros. Su preciosa melena plateada, despeinada pero domada a medias por un gorro de lana que estaba claro que se iba a quitar más temprano que tarde


Los rastafari crianza que estaban delante de mí se vinieron muy arriba con la canción más reggae que he escuchado de mi artista de cabecera. Yo solo rezaba para que el humo de los porros no me pegase de lleno en la cara. La última vez que eso había pasado, en mi primer concierto de Patti, me bajó la tensión debido a la mezcla de calor y la densidad de ese olor entre lejía y hierba dulce y seca.

La humareda podía haber desembocado en un ‘Ghost dance’ y lo hizo, pero no de forma literal. Además, la energía de toda esa suma de años sobre un mismo escenario no es compatible con una actitud parsimoniosa. Los pies estaban animados cuando sonó el principio de mi final, ese ‘Dancing barefoot’ que me anima las despedidas de este verano en las ondas madrileñas. El temazo de Wave, una de las melodías dedicadas a Jeanne Hebuterne y con Rimbaud siempre como telón de fondo. Una maravilla.

I’m free’ y así me sentía en el ocaso de mi aventura, viendo a mi adorada Patti a menos de diez metros de distancia cantando con esa voz que mantiene desde los años 70. La continuación de aquel 69 en el que Jimi Hendrix cantó en lo alto de una ladera en Woodstock. Ellos, testigos coetáneos, decidieron rendir un verdadero homenaje para el que jamás Miley Cyrus estará a la altura. Sonaba ‘Walk on the wildside’ con Leny Kaye poniendo voz y guitarra, Jay Dee Daugherty a la batería y acompañados por Tony Shanahan y Andy York, no originarios pero sí originales. Mientras Patti descansa, o a saber.

Tengo que terminar, yo y ellos, pero antes un poco de ‘After’ y otro de ‘Pissing’. No podía faltar ‘Because the night‘, ese regalazo de Bruce Springsteen que luce tanto gracias a esa voz inimitable, su voz. Y, aunque me faltó un homenaje a Burroughs y a sus wild boys, y otras cuatro horas de concierto sin pausa, me conformé con el cierre, sin bis, con ese verso que dice “Jesus die for somebody’s sins but not mine”.

Me pasé de fanatismo en la previa y dije que si salía bien iría más lejos. Me bajé del coche en Pontevedra a las 4.30 de la madrugada. Saqué el móvil y busqué Patti on tour 2020. A esperar. Lo guardé y entré en Karma.

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