La nueva misión de los superhéroes: ¿salvar al cine?
¡Mis queridos palomiteros!
La gran pregunta es ésta: ¿salvará el cómic la crisis de ideas que inunda el panorama cinematográfico del presente?
Hace ya mucho tiempo que el cine, como medio que armoniza influencias de muchas áreas, comenzó a emplear la estética del cómic en muchas películas, a la par que adaptaba argumentos de los tebeos más populares, que dieron paso a los superhéroes. Sin embargo, la historia del cómic empieza mucho antes del nacimiento del séptimo arte, aunque la evolución de ambas formas de expresión, desde que se encontraron la una con la otra, ha tenido un devenir parecido.
Y es que si algo ha popularizado el cómic es la mitología de los superhéroes, más ahora cuando la cartelera tiende a eclipsar producciones de este cariz. De modo que los aficionados al género han disfrutado, por ejemplo, con las aventuras de Ant Man y Los 4 fantásticos en 2015 y con Deadpool, Batman V. Superman, Capitán América 3, X-Men: Apocalipsis, Doctor extraño, Escuadrón suicida y Los seis siniestros en 2016… y suma y sigue.
En realidad, la variedad que ofrece el mundo del cómic va mucho más allá de esta temática: hay tebeos de una sola entrega, los hay de números indefinidos, de temática romántica, aventurera (como Tintín), cómica (como Astérix y Obélix), ciencia-ficción (como Flash Gordon) o western (como El capitán Blueberry, probablemente el tebeo mejor dibujado que ha existido). Pero ¡qué duda cabe!: los cómics de superhéroes son los que se han llevado el gato al agua. ¿Por qué? Quizá porque el héroe recoge una aspiración humana que ya estaba presente en los mitos de Hércules, Aquiles y Frankenstein: la superación de los límites que impone la propia condición humana.
Igual que ya sucedió con los semidioses o los titanes, los superhéroes se encuentran divididos (una eterna metáfora de la dualidad humana entre lo que somos y lo que debemos o queremos ser). Estos personajes, muchas veces, se hallan atormentados por sus deseos de vivir, de acuerdo con su condición humana y, al mismo tiempo, por las responsabilidades y exigencias que conlleva la condición heroica que les viene dada por algún don que gratuitamente han recibido.
Precisamente esto es lo mejor del cómic: a través de sus héroes nunca ha dejado de plantear las cuestiones fundamentales sobre el origen del hombre, la libertad, el destino, el individualismo, la defensa de valores, la comunidad…
Por eso es en los años 90 -la época en la que el cine dejó de plantearse las grandes preguntas- cuando han proliferado más adaptaciones de tebeos. Hoy día, de hecho, la creciente oferta de tebeos de las dos principales editoriales americanas -con Marvel a la cabeza- suscita la curiosidad entre el público especializado y el resultado es magnífico: mejores tramas y más sentido del humor, a lo que se suma el trabajo de grandes guionistas como Peter David, al frente de las novelas de la saga Star Trek en sus inicios, y después por los trece años al mando de los guiones de Hulk.
Por su parte, desde la otra gran editorial, Cómics Forum, se fomentan otros tipos de formato de tebeo, como la novela gráfica, de gran éxito hace unos años cuando adaptó uno de estos trabajos a la gran pantalla y que después se tradujo en Camino a la perdición.
Si el cine de carne y hueso, como parece, pierde fuelle en ideas y originalidad, al menos nos queda el ingenio de aquellos ilustradores de tebeos que se interrogaban, por ejemplo, sobre el problema de cómo y por qué distribuir justicia. Y el cine, en su conjunto y en estos momentos, está lejos de esos postulados. ¿Es necesaria otra reflexión? Por eso no entiendo el comportamiento de Jodie Foster cuando arremetió con ganas contra nuestros superhéroes, con los que ha crecido y ha creado un estilo propio en su cine.