‘Formentera Lady’: el actor Pau Durà cuenta con un José Sacristán hippie en su discreto debut en el cine
¡Mis queridos palomiteros! ‘Formentera Lady’: Pau Durà debuta con un José Sacristán hippie. El pasado 29 de junio la cartelera española exhibía en salas Formentera Lady, debut en el largometraje de Pau Durà, sólido actor de cine y de teatro, que en su incursión cinematográfica aún tiene que atar bastantes cabos. Distribuye Vértice Cine.
Formentera Lady cuenta la historia de Samuel (José Sacristán), un hombre que tiene su residencia en la isla del archipiélago balear desde la década de los setenta. Allí ha llevado una vida hippie desde entonces. Sin embargo, esa vida tan tranquila y apacible se ve perturbada cuando aparece por sorpresa su hija Anna (Nora Navas), quien no veía desde hace tiempo a su padre, desempleada, y a la que le ha surgido una oportunidad profesional en Francia.
Por ello no puede responsabilizarse de Marc, su hijo (Sandro Ballesteros) y le pide a Samuel que se quede a cargo del niño. Así las cosas, no tendrá más remedio que cuidar de alguien, asunto que deberá afrontar por primera vez en su vida.
Presentada en la Sección Oficial a concurso del último Festival de Málaga-Cine en Español, primero, y después en el Festival Cinema Jove de Valencia, Formentera Lady -título que toma prestado de una famosa canción, de 1971, de la banda King Crimson, incluido en su LP Islands– es un dramedy -a mí me gusta más western crepuscular- con unos diálogos de una eficacia absoluta, medidos con una precisión de relojero.
‘Formentera Lady’: Pau Durà debuta con un José Sacristán hippie pero no consigue engrasar el drama
La película ofrecía muchas posibilidades narrativas, principalmente a través del desarrollo que podría habérsele otorgado a la relaciones familiares, y en concreto las de padres e hijos (en este caso abuelo-nieto), tan exploradas, aunque no suficientemente explotadas en el cine español.
En este sentido, Formentera Lady comparte similitudes con Gran Torino (Clint Eastwood, 2008) o con Quince años y un día (Gracia Querejeta, 2013), por ejemplo, donde el sustrato es el mismo.
Eso sí, despliega una hermosa y escueta puesta en escena, un guión estable, del que también es responsable Durà, y que en otras manos habría discurrido por derroteros sensibleros y habría disuelto las intenciones de la historia. Además, funciona bien el tratamiento de la contracultura, mantiene un digno pulso narrativo y se deja ver con simpatía.
Lástima que la cinta acumule tópicos sobre las relaciones familiares y no termine de percibirse esa frescura que requieren filmes de este corte, a pesar de que siempre apunte a las buenas intenciones. Y eso que además suma un plantel de actores de lujo. Pero muchas veces eso no basta.