Lunes de Pascua. La miseria moral de la condición humana toma cuerpo en ‘Redención’, drama optimista de Antoine Fuqua
¡Mis queridos palomiteros! Lunes de Pascua: La ‘Redención’ de Antoine Fuqua arroja miseria moral. He aquí un atractivo drama sobre la supervivencia que utiliza como telón de fondo el boxeo.
La película sigue las andanzas de un hombre que, habiendo tocado fondo, logra levantarse para enfrentarse a la batalla más importante de su vida.
Utilizando los habituales -aunque no manidos- códigos clásicos estadounidenses, el largometraje desgrana la vida lujosa de un púgil norteamericano, que tras llevar en su juventud una vida sobria, austera, incluso de cierta penuria -no sólo económica sino moral, pasando por la lucha interna que le obliga a esforzarse cada día- alcanza la fama y la fortuna gracias a su habilidad en el boxeo.
Amante de su familia y muy generoso -en las formas y en el fondo- con sus amigos, verá cómo el escaso control de la ira que lo caracteriza en el cuadrilátero le arrebatará todo lo que ha construido fuera de él.
Lunes de Pascua: La ‘Redención’ de Antoine Fuqua arroja miseria moral
A nadie le es ajena la trama por cuanto se refiere al ascenso, caída y redención de un ídolo deportivo, que ha tratado suficientemente la literatura y el séptimo arte.
Tenemos ejemplos representativos de esta temática en filmes épicos como Rocky, Toro Salvaje, El luchador, o no tan comerciales como El día más feliz en la vida de Olli Mäki, del debutante en el largo, el finlandés Juho Kuosmanen.
Sin embargo, el cine de Fuqua (Los siete magníficos) -tendente a la exaltación de estereotipos viriles- también contiene una mirada muy personal hacia la miseria y la condición humana, lo cual reporta al filme otras aristas menos vistas en el cine contemporáneo.
Y por ello hay que ver a ver a Jake Gyllenhaal comiéndose la pantalla tanto en su particular descenso a los infiernos como entablando sobre la lona del cuadrilátero una lucha feroz y sangrienta en planos de imponente verosimilitud y perfectamente coreografiados.
Todo ello apoyado por una elocuente banda sonora y una plástica fotografía que insuflan oxígeno a un alma torturada por una pérdida de la que se siente culpable, y en un proceso de expiación para el que sólo le mueve el amor por su hija. ¡Pero qué grande es el cine!