El cineasta sueco, Levan Akin, resbala al cruzar amor y danza en su desesperanzador drama ‘Sólo nos queda bailar’
¡Mis queridos palomiteros! ‘Sólo nos queda bailar’: Levan Akin resbala al cruzar amor y danza. El pasado mes de febrero las salas de cine españolas acogieron el estreno de este drama sueco sobre el mundo de la danza, escrito y dirigido por el joven cineasta de 40 años, y distribuido por Avalon, que recibió la visita de 40.000 espectadores. Y desde el pasado viernes, 8 de mayo, la película se exhibe en las siguientes plataformas digitales en formato de alquiler: Movistar+, Filmin, Vodafone y Huawei Vídeo.
Por su parte, la cinta narra la historia de Merab. Ha entrenado desde joven en el exigente grupo de danza nacional de Georgia con Mary, su compañera de baile. Su mundo se ve fuertemente sacudido con la llegada de Irakli, quien pronto se convierte en su mayor rival y objeto de deseo. En este entorno conservador, Merab se ve obligado a liberarse y arriesgarlo todo, sin ser consciente de las consecuencias.
Con calzador, y con una trama de tono pesimista, gris y desesperanzadora, se construye esta aventura sensible, muy próxima al cine independiente y con pocos actores, sobre las vicisitudes del mundo de la danza. Y lo hace a cuentas de un guión sin alma, de buenas intenciones, bien dialogado pero estructuralmente confuso, que favorece sus arritimias y que da pie a que a la película le cuesta encontrar su punto medio.
‘Sólo nos queda bailar’: Levan Akin resbala al cruzar amor y danza
El realizador, Levan Akin, ha pretendido crear un contraste entre la masculinidad especial que han de tener los bailarines de este tipo de danza, con aquellas personas que no están en la misma línea de flotación.
En este sentido, Sólo nos queda bailar falla en su tratamiento sobre la homosexualidad visceral y su aceptación en algunos países -insiste en mostrar escenas en lugar de recurrir a elipsis-, subtrama, por cierto, que no logra mantener el pulso del conflicto y lanza las emociones de su personaje principal con tono pueril que, en consecuencia, en lugar de robustecer la historia, consigue el efecto contrario.
A su vez, nuestro protagonista se topa con la desaconsejable vida de un hermano, que a pesar de dedicarse a la danza, es partidario de otros excesos y a Merab no le queda otra que ayudarlo.
Desde este punto de vista se agradece la propuesta familiar, optimista en medio de un mundo lleno de miseria y soledad, pero cuya historia tampoco consigue cerrarse bien.
Es decir, Sólo nos queda bailar quiere hincar el diente a cada uno de estos temas pero no logra desarrollar con fuerza ninguno. No obstante, también se valora positivamente la imagen que el filme traslada sobre el peso de la tradición y las dificultades de crecimiento personal y profesional de un mundo asfixiante y sin salidas.
Se agradece la propuesta familiar, optimista en medio de un mundo lleno de miseria y soledad
Desde el punto de vista cinematográfico, Levan Akin comunica bien. Coloca la cámara el lugares propicios, describe bien la naturaleza de sus propósitos, se maneja con soltura con la cámara al hombro, primeros planos y planos subjetivos, y su puesta en escena y banda sonora preludian el acontecer de los sucesos. En cuanto al apartado actoral, el reparto cumple con sus roles, y sus protagonistas, bailarines profesionales, Levan Gelbakhiani y Ana Javakhishvili realizan un muy buen trabajo.
Queda, pues, una historia de poco recorrido dramático y poco fuelle, que podía haber explotado sus virtudes, porque tiene las herramientas, y se ha quedado a medio camino. Sin embargo, y por extraño que parezca, ha sido muy premiada en varios festivales por medio mundo, incluso fue preseleccionada a los Oscar por Suecia.