‘La fotógrafa de Monte Verità’: Setefan Jager retrata con excelencia el sanatorio suizo de cuerpos y almas
¡Mis queridos palomiteros! ‘La fotógrafa de Monte Verità’: Buen sanatorio de cuerpos y almas. Hoy, 5 de agosto, la cartelera de cine española acoge el estreno del atractivo filme costumbrista –basado en hechos reales– La fotógrafa de Monte Verità, dirigido por el cineasta suizo de larga trayectoria, Stefan Jager –a quien entrevistamos desde este mismo areópago– y de cuya distribución en salas se ha encargado Surtsey Films.
‘La fotógrafa de Monte Verità’: Buen sanatorio de cuerpos y almas
La película se ambienta en Viena en 1906. Allí, Hanna, una joven madre de dos hijas de corta edad y de familia acomodada, siente cómo se ahoga en su papel encorsetado y sus limitaciones sociales. Pareciera que no sabe cuál es su sitio en la vida.
Así las cosas, y consciente de la existencia del sanatorio Monte Verità -en la localidad suiza de Ascona- huye hasta aquella zona donde descubrirá la naturaleza idílica del cantón del Tesino -que promueve el retorno a la vida en mitad del campo y que irá mitigando su asfixia existencial a través de terapias al aire libre-, que además le abrirá un ventana a una realidad nueva donde la sexualidad libre es alguna de las características del revolucionario sanatorio.
En ese ambiente, y con un clima adecuado, su dolencia irá desapareciendo y podrá dedicarse en cuerpo y alma y con valentía al arte, en concreto a la fotografía. No obstante, una idea le atormentará mientras se recupera: ¿Podrá volver con su familia sin renunciar a sí misma?
Gran ejercicio de ambientación histórica y de contrastes sociales, que Jager combina a la perfección gracias a un buen guion de su compatriota y directora de cine, Kornelia Naraks, que pone en contexto a sociedades dispares con finura y elegancia.
En ese sentido, se aprecia el dominio de Jager en la cuidada puesta en escena -especialmente por la importancia que tiene en la historia la combinación de realidades decimonónicas (interiores), con otras libres y más refrescantes (exteriores), por lo que es muy de agradecer la amplia paleta de colores empleada.
Jager ha optado por una estructura fílmica equilibrada, sin desajustes de ritmo ni de tono
Del mismo modo, resultan muy acertados los diálogos, por un lado, y las interpretaciones de un gran elenco de secundarios. Todo ello armando la idea de una mujer fruto de su tiempo, sin oportunidades de examinar el mundo con objetividad.
Además, esta crítica de una feminidad sin salidas está trabajada con soltura y tiento, gracias a la personalidad del personaje de Hanna al que da vida la intérprete austriaca Maresi Riegner, que expresa con gran elocuencia el conflicto interno que le asola.
Se trata de una interpretación muy conseguida, que Jager potencia a través de unos impecables primeros planos, donde imprime su sello personal para recoger el virtuosismo de su actriz protagonista en toda su grandeza. Ello no quiere decir que también la recreación de Monte Verità y de lo que allí acontece esté fuera de rango. Muy al contrario, Jager ha optado por una estructura fílmica equilibrada, sin desajustes de ritmo ni de tono.
Por último, se agradece también que en el contexto histórico se cite al escritor alemán y Premio Nobel de Literatura, Herman Hesse, o a la coreógrafa norteamericana Isadora Duncan -llevados amplias veces al cine- por sus vínculos con Monte Verità.
Nos hallamos, pues, ante una muy atractiva historia, muestra y ejemplo de la vida de muchas mujeres que, silenciadas por obligación, llegan al cine en formato de acreditado altavoz.
