‘La isla del Aire’: Otras grietas de la soledad a los pies de Menorca
¡Mis queridos palomiteros! ‘La isla del Aire’: Depuración de soledades a los pies de Menorca. El pasado viernes, 8 de diciembre, la sala principal del Teatro Español de Madrid –con tan imponentes montajes a su espalda– acogía el estreno de La isla del Aire, que desde marzo de este año el espectáculo ha estado girando por los escenarios.
También es, por lo visto y mal que me pese, la despedida teatral de la gloria de la escena patria, doña Nuria Espert. El dramedia contemporáneo, por su lado, es el resultado de la adaptación de la novela homónima (publicada en 2005) del reconocido escritor catalán de 56 años, don Alejandro Palomas. Producida por el Teatre Romea con el apoyo del ICEC, dirige la propuesta escénica don Mario Gas.
‘La isla del Aire’: Depuración de soledades a los pies de Menorca
Ambientada en Menorca, La isla del Aire es la historia de cinco mujeres. Cinco mujeres y 38 horas juntas. También un faro, muchos secretos y mucho dolor. Cinco voces que hablan sobre cosas que juraron no repetir. A nadie le gusta bucear el miseria propia. A su alrededor, la sombra de la sexta, Elena, desaparecida hace meses a bordo de su velero junto al apartado faro. Mujeres que invocan a la vida. Valientes. Solas. Y una historia terrible detrás de cada una de ellas.
La isla del Aire es un relato tejido como un tapiz por las tres generaciones de mujeres de una misma familia. A través de sus conversaciones, pensamientos y discusiones, nos irán abriendo las puertas del jardín de los secretos: sus tristezas, alegrías y miserias; sus desamores y pérdidas en el camino.
Por encima de todas, Mencía, la abuela senil aunque tremendamente lúcida y manipuladora, cuyos lapidarios comentarios cargan de ironía y humor sus deslenguadas conversaciones y desbordan la historia con sus verdades. Ella es el faro que volverá a iluminar para todas, la luz que las unirá, devolviéndoles el aire que habían perdido.
De nuevo, Mario Gas sabe traducir las páginas de Alejandro Palomas y trasladar al libreto, con autenticidad, elegancia y sin fisuras los vaivenes emocionales que atraviesan cada una de estas mujeres. Para ello ha recurrido a un elenco de excelentes intérpretes, que están a la altura de sus roles: Nuria Espert, Vicky Peña, Teresa Vallicrosa, Candela Serrat y Claudia Benito, y cuyo resultado interpretativo -junto a los otros elementos externos que construyen la pieza- consigue que el respetable también transite por esa oleada de sensaciones rotas, en algunos casos no tan lejanas de como pensamos.
Esta variante dramática sobre las ilusiones perdidas o de las oportunidades que la propia vida nos muestra para despertar de una vez, contiene trazas de la épica La herida del tiempo (John Boynton Priestley, 1937), que tanto ha inspirado a generaciones de lectores y escritores.
Por último, este lúcido dramedia, envuelto en una atmósfera dolorosamente oscura y casi en blanco y negro, cuenta con una puesta en escena sobria, que escenográficamente se presenta al foro con dos paneles móviles que simulan las rocas de la isla y sobre los que se proyecta el oleaje del mar y los rostros de los personajes en un hábil proceso de ficción visual, cargado de gran simbolismo. Los otros elementos que rompen con la monotonía visual están representados por el vestuario que portan los personajes más jóvenes y algo de mobiliario aséptico.
Nos hallamos, pues, ante una muy interesante propuesta escénica, tanto por la calidad del texto como por el estilo de trabajar de sus actrices, que está especialmente reforzado en las camaleónicas Nuria Espert y Vicky Peña, si bien es cierto que las otras tres están en la misma línea de contención dramática y no desdicen del trabajo de las primeras.
¡No dejéis de dejaros conquistar por la belleza del teatro en su estado más puro! ¡Hasta el 14 de enero!