Nacho Guerreros y Nicolás Pérez Costa revientan los Teatros Luchana con su estimulante e histórica paradoja temporal ‘Dos tronos, dos reinas’
¡Mis queridos palomiteros! ‘Dos tronos, dos reinas’: Excelente lección de historia de lo que no ocurrió.
Como sabéis, desde tiempos pretéritos, especialmente el cine y el teatro han hecho lo posible para jugar con el tiempo y así alterarlo, a ver si es posible modificar la realidad de nuestro presente. A menudo con resultados brillantes, bien sea través de viajes al pasado o al futuro, bien sea introduciendo personajes en el mismo plano temporal, pero que nunca coincidieron.
‘Dos tronos, dos reinas’: Excelente lección de historia de lo que no ocurrió
Entre algunos de los muchos ejemplos reseñables, el cine ha exhibido con lucidez La luz prodigiosa (Miguel Hermoso, 2003) -en torno a qué hubiera pasado si Lorca hubiese sobrevivido a su fusilamiento- o Family Man (Brett Ratner, 2000) -que versa sobre las consecuencias de si el personaje principal, en lugar de ir a buscar fama y prestigio por su cuenta hubiese optado por continuar con su novia de toda la vida-.
Y también tenemos muestras destacadas recientes en el teatro. Por ejemplo con Romeo y Julieta despiertan (Rafael Sánchez) -no han muerto y cobran vida; Romeo tiene ahora 80 años- o con Los hermanos Machado (Carlos Martín) -Antonio y Manuel resuelven sus diferencias a pesar de que nunca pudieron verse-.
Curiosamente, este vaivén de idas y venidas no está considerado un género en sí mismo, y a menudo se le denomina subgénero narrativo con el apellido ¿qué hubiera pasado si…? Tal vez si dejamos de mencionarlo de esta manera y pasa a ser un género propio e independiente, la historia del cine, del teatro, de la literatura… podría tomarlo en serio.
Nos hallamos, pues, ante una excelente revisión de la historia, gestionada con gran oficio y experiencia desde los tres pilares sobre los que se debe asentar cualquier propuesta teatral: dramaturgia, dirección e interpretación
La obra de teatro que nos ocupa, Dos tronos, dos reinas (Nicolás Pérez Costa) circula por estos vericuetos y circula muy bien. Narra con gran virtuosismo y elegancia -a través de una interesante paradoja temporal de tono histórico- la relación que mantuvieron María Estuardo (fue reina de Escocia del 14 de diciembre de 1542 al 24 de julio de 1567) e Isabel I de Inglaterra (fue reina entre el 17 de noviembre de 1558 al 24 de marzo de 1603), de la dinastía de los Tudor, que también ocupó el trono de Irlanda. Época isabelina en estado puro. Dos grandes personajes, dos primas carnales, que era necesario colocar en un plano de tiempo común.
Por su lado, Dos tronos, dos reinas -celebra en Madrid su estreno absoluto y está producida por El tío Caracoles, Rokamboleskas e IFAM– se ambienta en un salón de palacio donde Isabel quiere hablar con María sobre amor y política, a pesar de que María sabe que su sentencia de muerte no tiene vuelta atrás. Eso sí, Isabel se las ingeniará para hacerle ver que la decisión de firmar esa sentencia le es muy complicada.
El autor de esta preciosa filigrana es el director argentino Pepe Cibrián, que además ha conseguido que dos de los mejores intérpretes contemporáneos -han desarrollado su talentosa trayectoria en todos los territorios artísticos conocidos- den lo mejor de sí mismos con este nuevo reto.
Me refiero, por un lado, al también argentino Nicolás Pérez Costa (da vida a María Estuardo) -actualmente protagoniza con muy buenos resultados Juana la Loca en los Teatros Luchana- y, por otro, al carismático y televisivo Nacho Guerreros (encarna a Isabel Tudor), al que hemos visto no hace mucho haciendo en el teatro con mucho éxito Juguetes rotos o Sobre el caparazón de las tortugas.
Cuando digo reto digo bien. Porque se ponen en la piel de estas mujeres poderosas en la forma y contexto más exigente de la época isabelina. Es decir, que el vestuario, el maquillaje y peinado de los artistas (próximo a la Comedia del arte italiana) y su efectista puesta en escena (muy apreciable el diseño de luces y el espacio sonoro) nos trasladan con total autenticidad a aquella época. Ello quiere decir también que asumen los roles respectivos sin burlas a lo femenino. Muy al contrario, incluso modulan la voz para hacer aún más creíbles sus impecables interpretaciones, por no hablar de la complejidad del texto al que se enfrentan, que sin ser divulgativo ni pedagógico encuentra su equilibrio para resultar atractivo desde su primera frase.
Y que de esa manera este enjundioso y luminoso mosaico -que podéis disfrutar todos los domingos a las 18 horas en los Teatros Luchana- inspire y anime al espectador a conocer todos los porqués que también afectaron a la historia de España. Atención a la parte en la que se habla de la Armada Invencible.
Nos hallamos, pues, ante una excelente revisión de la historia, gestionada con gran oficio y experiencia desde los tres pilares sobre los que se debe asentar cualquier propuesta teatral: dramaturgia, dirección e interpretación. Cuando hay actores, nada se echa en falta. Impecable. Incluso espectacular.