Juan Mayorga revienta La Abadía con ‘La colección’, apasionante e intenso thriller filosófico
¡Mis queridos palomiteros! ‘La colección’: Juan Mayorga se luce con este apasionante thriller filosófico
Cada vez que Juan Mayorga escribe teatro a algunos -por fortuna sin estar enfermos del corazón- algo se nos sobresalta por dentro. Y siempre es por un buen motivo. El caso que nos ocupa tiene que ver con la última de sus creaciones llevada a escena, La colección -la segunda producción desde que dirige La Abadía tras María Luisa (2023)-, que en esta ocasión también dirige como ya hizo en La lengua en pedazos (2012 y 2021), Reikiavik (2015), El cartógrafo (2016), Intensamente azules (2018), El Mago (2018) y Silencio (2022), que permanecerá en la Sala San Juan de la Cruz hasta el 21 de abril. Es una producción del Teatro de La Abadía y LaZona.
A pesar de que como director de escena se considera un alevín, su estilo -depurado, directo y sencillo- es ya inconfundible. A sus textos nunca les sobra una tilde o les falta un verbo. En todo caso, siempre encontramos en sus trabajos ocasiones para encontrar la diferencia y, como ocurre en La colección, más oportunidades para mostrar poesía.
‘La colección’: Juan Mayorga se luce con este apasionante thriller filosófico
Como director de actores ya ha demostrado qué quiere de cada uno de sus intérpretes. Mayorga aspira a conseguir emociones y sentimientos movido por los deseos. Y ellos, los actores, sea su trabajo inspirado de otros, o por otros, sea de una creación propia, funcionan como un afinado mecanismo de relojería. O dicho de otro modo: José Sacristán, Ana Marzoa, Zaira Montes e Ignacio Jiménez, los protagonistas de La colección, están atravesando sus mejores momentos vitales y artísticos. Funcionan cada uno por su lado y también funcionan los cuatro juntos, a pesar de que en las dos horas de función sin interrupción, casi todos los trabajos actorales de La colección están diseñados para que en la escena solo veamos a una pareja.
¿Pero de qué va La colección?
Se trata de un thriller romántico. Héctor (José Sacristán) y Berna (Ana Marzoa) son un matrimonio sin hijos. Él es un hombre sin capacidad para crear belleza y su historia va del dolor al gozo. No le importa ser el perdedor. A lo largo de su vida ambos han reunido una colección a la que sacrificaron todo lo demás. Ahora, ancianos, quieren asegurarse de que su colección los sobreviva, para lo que buscan un heredero. Han convocado a Susana (Zaira Montes), coleccionista a su vez, acaso para examinarla. Los acompaña Carlos (Ignacio Jiménez), quizá un examinador, o una pieza de la colección.
Vistos los mimbres, conviene conocer antes los ensayos estéticos y políticos del filosófico y crítico Walter Benjamín que tienen que ver con el significado de la colección y su sentido. También hay otros nombres de destacados coleccionistas como el argentino Agustín Gnecco y el alemán Eduard Fuchs, que han rescatado de la cosificación el término y por eso a todo ello se le encuentra un porqué.
Hechas estas sugerencias, La colección se sigue con interés, tal vez con un ritmo sin mucha intensidad en la acción escénica y al que puede que no todos estemos tan acostumbrados, pero que siempre resulta apasionante. Son tantas las capas que se van deshojando a medida que transcurre La colección que a cada cuadro nos espera una sorpresa nueva. De hecho, ese enigma hace que el texto se saboree mucho más.
A su vez, La colección, y sin que suene contradictorio, contiene mucha historia que no se cuenta; el juego que se plantea con los secretos es de una gran belleza, así como todo aquello que se sugiere e intuye, pero no se explicita. Puede que, en cierta medida y a partir del argumento de la pieza, exista alguna referencia en la arquitectura dramática con El Golem (2022), ya sabéis, esa maravillosa historia sobre el amor, sobre la donación y entrega pura -con un ejercicio de redención colosal- a la que Mayorga le otorgó un significado y una dimensión nueva.
Toda esta parte discursiva de Mayorga alberga un inevitable carácter metafísico y filosófico, profundo y de una exquisita calidad literaria
Del mismo modo, en La colección pueden detectarse ciertos símiles con La lluvia amarilla (2021), otra genialidad de Jesús Arbués, su director, en torno al dolor de que el pueblo de Ainielle no sobreviva si se muere el único anciano que queda allí, Andrés (Ricardo Joven), y que en consecuencia la España vaciada se quede sin testigos y el mencionado pueblo desaparezca del mapa. Él es el heredero. Como en La colección -un casi infinito conjunto de cajas, solo identificadas por un número y su lugar de procedencia- Héctor y Berna -media vida juntos- han de asegurarse bien a quién le dejan un todo. ¡Un grito contra el mundo!, dice Héctor. Buscan un heredero.
La vida están valiosa, tan rica, los recuerdos son tantos, que no es fácil decidirse. En ellos, además, a pesar de su edad aún hay un deseo de esperanza, de seguir encontrando y acumulando recuerdos. Algunos de los que nos habla La colección son arte, cultura, trascendencia, misterio, amor, viajes… ¿Por qué? Aun hay cajas vacías a la espera de ser identificadas. Existen porque necesitan que el matrimonio se sienta aún vivo, que les falte algo, que nada termine cuando ellos no estén. Tal vez haya programados otros viajes…
Toda esta parte discursiva de Mayorga alberga un inevitable carácter metafísico y filosófico, profundo y de una exquisita calidad literaria, más incluso si tenemos en cuenta que la colección no se terminará nunca. Por ello, la pieza plantea más preguntas que respuestas, lo cual eleva el nivel de su escritura teatral y hace más aprovechado el camino, si bien es cierto que no todos los públicos pueden acceder a él. No quiero decir, con ello, que la obra no se entienda, sino que exige al espectador que asista con esta disposición. Y que, naturalmente, tiene garantizado todo el disfrute.
Dramáticamente, la parte más interesante de este teatro de suspense -MacGuffin incluido (Guimaraes 5.8.1)- es la entrevista que el matrimonio anciano realiza a la joven Susana. Héctor y Berna, sin prisas, la van interrogando, cada uno por su cuenta. Quieren que la decisión, cuando se consensúe, parta de premisas independientes. Y por otro lado está Carlos, quien tal vez pensó que tenía más privilegios al respecto de la herencia al ser custodio de esa colección.
Nos hallamos, sin duda alguna, ante uno de los mejores trabajos de Juan Mayorga, de gran alcance intelectual, hondo e intenso, muy recomendable, donde la palabra y la voz se concitan con grandes dones
Por otro lado, y como puede inferirse, Héctor (reflexivo y muy humano considera que la colección la tienen puesta en un ring) y Berna (pragmática y directa siente que la colección se halla en una cueva-caverna), los ancianos, son el contrapunto de Susana (sensible e inteligente) y Carlos (silencioso e introspectivo), los jóvenes, puede que en formato de los hijos que no tuvieron, o puede solo ser fruto del azar. Platón resuena fuerte.
Desde el punto de vista actoral, aunque ya lo hemos subrayado antes, ver a Sacristán y a Marzoa juntos es ver una lección de interpretación de un gran nivel. Y más todavía por las dificultades que conlleva la memorización de un texto tan rico y de estas interesantes características. La actitud de ambos crece por momentos desde su salida al escenario como cuando se despiden de él. No hay acción que no esté calibrada: cada movimiento, cada juego con la voz, cada gesto son un puro ejercicio de equilibrismo y de contención interpretativa solo al alcance de los que saben del oficio y tienen mucho oficio. No desdicen de ellos en absoluto los intérpretes jóvenes, que conste.
El espacio escénico, por cierto, está ocupado por un montón de cajas oscuras, de lado a lado del escenario; algunas muy concretas están apiladas en forma de cascada en un lateral. Ayuda muchísimo que la propia escenografía (maravilloso trabajo de Alessio Meloni) sea el altar del teatro de La Abadía, con la una cristalera gótica al fondo y otras dos practicables a cada extremo del escenario. Propiamente La colección no se puede mostrar, del mismo modo que ocurría con El cartógrafo, escrito en 2009, cuyo mapa ilustraba un todo.
Lo que sí podemos apreciar, y que es muy relevante en la función, es el vestuario de los personajes. No en vano, sus tonalidades dan pistas sobre su historia e intenciones (muy acertado trabajo de Vanessa Actif), que combina con el ajustado trabajo con la luz, a cargo de Juan Gómez-Cornejo, y con el que ha desarrollado Jaume Manresa en su diseño del espacio sonoro.
Por todo lo expuesto, nos hallamos, sin duda alguna, ante uno de los mejores trabajos de Juan Mayorga, de gran alcance intelectual, hondo e intenso, muy recomendable, donde la palabra y la voz se concitan con grandes dones.