Entrevista a Luis Prieto, director del thriller de terror ‘Estación Rocafort’: “Estamos buscando el origen de la maldad”
¡Mis queridos palomiteros! Entrevista a Luis Prieto (‘Estación Rocafort’): “Buscamos el origen del mal”.
A sus 54 años, el cineasta español Luis Prieto se encuentra en un estado vital inmejorable. Estudió cine en Hollywood donde ha dirigido taquillazos como Kidnap con Halle Berry o El engaño con John Malkovich. Fue nominado al Goya al mejor corto de ficción con Bamboleho y dirigió el taquillazo italiano, Ho voglia di te (Tengo ganas de ti). Mientras tanto, ha rodado episodios para diversas series como StarUp (número 1 en Netflix), Vampire Academy, White Lines o Snatch.
En la actualidad, vive entre Londres, Los Ángeles y Madrid y el pasado 6 de septiembre estrenó en salas comerciales de toda España el thriller de terror Estación Rocafort, de cuya distribución responde Filmax.
Protagonizado por Natalia Azahara (Laura) y Javier Gutiérrez (Román), el filme se adentra en las entrañas del metro de Barcelona de la mano de Laura, una joven que hace poco ha empezado a trabajar allí. Le han asignado la vieja y tranquila estación Rocafort, pero no tardará en descubrir que esta parada alberga una leyenda que la empezará a perseguir. Así que pedirá ayuda a Román, un curtido ex policía que ya tiene bastante con soportarse a sí mismo. Ambos se ayudarán para averiguar qué es lo que está pasando. Por fortuna, hemos podido hablar ampliamente con el director.
Entrevista a Luis Prieto (‘Estación Rocafort’): “Buscamos el origen del mal”
¿Cómo se origina esta historia y cuánto hay de cierto en ella?
La película está inspirada en la leyenda urbana de la Estación de Rocafort. Esta leyenda urbana tiene unos orígenes que están basados en hechos reales. Y es que desde su construcción -murieron 11 trabajadores- la estación ha tenido una historia un poco oscura, tenebrosa. Durante la Guerra Civil era un refugio antiaéreo y entonces perecieron muchas personas mientras corrían hacia la estación para refugiarse allí. En los años 80 hubo una serie de accidentes, personas que caían a las vías. En los años 90 se convirtió en el lugar favorito de aquellos que se querían suicidar. De hecho, en un mes se llegaron a tirar a las vías cinco personas.
Y todos estos hechos reales son los que permiten que se construya una leyenda urbana y luego otra donde empieza lo paranormal, pues eso ya es otra cosa, es decir, sí es cierto que ahora que la película se está promocionando sí me está contactando mucha gente, mucha gente… trabajadores que han trabajado en el Metro y dicen “es cierto, yo he trabajado allí y es cierto, un día vimos cosas y paramos todo”. Es más, mientras preparábamos la película hubo gente que vino a hablar con nosotros: “Ah, sí, sí, sí, yo he visto cosas raras allí”. Personalmente no lo sé, pero lo que sí que es cierto es que a muchas personas esa estación les causa temor, por así decirlo, desasosiego y ese desasosiego sí es real, de la misma manera que en Madrid sería la estación de Tirso de Molina, que si sabes la historia de la estación, igual por la noche si estás solo allí te puede causar cierto malestar, una cierta incomodidad.
¿Cómo planteó el guion?
La historia parte de esta leyenda urbana, pero obviamente siendo una película de ficción, porque al fin y al cabo no deja de ser una hora y media de entretenimiento -en este caso un thriller psicológico de terror-, uno toma ese origen de esta leyenda, de esta estación maldita para luego continuar con la historia, salir del Metro e ir más allá. No incluso repuntar, o sea obviamente se ve todo el exterior, Barcelona y la historia de uno de sus personajes la extrae de Latinoamérica. ¿Por qué está maldita esa estación? Entonces, si bien todo es ficción lo que sí que hemos hecho es apoyarnos en hechos históricos, reales, que den credibilidad a nuestra fantasía.
¿Qué opinión tiene sobre este universo de los fantasmas del que vamos a hablar? ¿Cree en ellos como dice Laura, el personaje que interpreta Natalia Azahara?
Me considero una persona bastante… como diría… científica, en el sentido de que para creerme algo tienen que demostrármelo. Si bien es cierto que la ciencia va cambiando. No en vano ahora sabemos que hay vida en Marte. Es decir, si en los años 80 alguien hubiese dicho que hay vida en Marte te hubiesen dicho que estás loco.
Entonces, hablando del tema de los fantasmas de esta estación maldita, personalmente no creo en ellos, pero al mismo tiempo reconozco que cuando he estado en esa estación vacía a altas horas de la noche o incluso hace unas semanas, cuando estaba en Barcelona, uno siente un poco de malestar, pareciese que hay alguien allí… Ese sentimiento que yo tuve es real. Claro que no creo en fantasmas pero no me sentía muy cómodo. De esta manera hasta el no creyente en estas cosas se sugestiona, le da alas a su imaginación y termina creyendo, al menos en ese momento.
La película mezcla horror y compasión, y no en vano aparece un sacerdote en actitud positiva. ¿Qué opina de los curas en el cine?
Los hay para todos los gustos. Tienes el maravilloso sacerdote de Álex de la Iglesia de El Día de la Bestia, que interpretó Álex Angulo, y creo que normalmente también en el cine de terror, cuando sale un sacerdote lo que ha de hacer es encontrar el origen del mal. Es como la persona que llaman para que explique, igual no para que explique el mal pero para que nos salve del mal. Entonces tienen un papel como de guardián protector, aunque a veces fallan en ese sentido.
La película sigue con grandilocuencia el mal en todos sus estadios, a raíz de la subtrama de Laura y de los problemas con el alcohol de Román… ¿cree que tenemos que cuidar más la salud mental?
Sí, por supuesto, esta película habla de muchas cosas. Obviamente es una película de entremetimiento, es un thriller psicológico de terror, pero si analizas un poco lo que está pasando en ella te das cuenta que al final está hablando también de la salud mental de los protagonistas, personajes que se sienten solos por diferentes motivos. Son dos personas muy diferentes que se encuentran unidas por la soledad y que realizan un viaje a fin de descubrir de dónde proviene la maldad de esta estación.
¿Cómo planteó el casting y cómo fue el trabajo con todos los actores?
El casting es un proceso que se hace a veces antes de que salga, durante la escritura, antes de empezar a rodar la película, de preparar la película y del momento de la escritura. Yo ya empecé a tener ideas muy claras de quiénes podrían ser los actores ideales. No obstante, en el proceso de casting se elige a Javier Gutiérrez, que interpreta el papel de un policía retirado (Román), y también el personaje de Laura, al que da vida Natalia Azahara, que es una joven inmigrante que acaba de llegar a España con la que los productores habían trabajado anteriormente. Señalaron de ella que era una actriz muy joven con muchísimo talento. Y sabiendo, pues, quiénes van a ser tus actores, también reescribes el guion para adaptarlo mejor a lo que ellos son, para que lo puedan hacer todavía más suyo.
¿Puede decirme algo al respecto del libro ‘100 almas para Xolotí’, tan determinante en la trama?
En Estación Rocafort estamos buscando el origen de la maldad. Todo en este sentido es ficción. Sí hay una línea de investigación entre Latinoamérica y nuestro pasado en aquel continente, ¿no?, y obviamente el contenido del libro contiene la pelea entre el bien y el mal. En él se buscan las raíces del mal, en lo arcaico, en lo histórico
¿Con qué ingredientes ha de contar el cine de terror psicológico o thriller psicológico?
Nos apoyamos en el suspense, en que el espectador disfruta pasándolo mal, disfruta de estar en el borde de sus asientos, siguiendo una historia, preguntándose: “¿Señora, qué va a pasar?”. Esa tensión que aporta el thriller creo que es algo que interesa y es muy bonita en el cine, es decir, que le gusta al espectador. Además el thriller psicológico de terror añade al cine un elemento interesante. Y es que a la gente le gusta pasarlo bien pasándolo mal.
Les gusta asustarse, les hago un juego que viene de nuestro instinto, si quieres, de los orígenes del ser humano, cuando estábamos rodeados de peligros constantemente. Hoy día, por fortuna no es así, pero sin embargo nos gusta tener esos subidones de adrenalina, por eso la gente se sube en parques temáticos y se deja caer a una velocidad vertiginosa, le gusta experimentar eso porque sabes que es un contexto protegido, como es una sala de cine: le gusta pegar esos saltos, le gusta estar al borde de… “¿y ahora qué va a pasar?”. Le gusta estar cautivada y yo creo que esto es algo muy bonito del thriller general. Es un tipo de cine que te conmueve, no te deja impasible, estás con la historia cuando está bien hecha… Y te sorprendes de los giros.
¿Qué aporta esta historia a otras del mismo tono?
Soy consciente de todo lo que ya se ha hecho anteriormente pero obviamente intento aportar mi granito de arena, como reinventar lo que ya se ha inventado, es decir, el cine de terror, el cine psicológico, el thriller psicológico. En mi caso, como he trabajado también en otros géneros, no solo el thriller, intento incorporar elementos de otros géneros también para que sea refrescante, para que el espectador pueda sentirlos: “¡Ah esto no lo había visto!”. Creo que ocurre como en las historias de amor, que son todas iguales, es decir, uno quiere al otro, le dice que no y al final se ponen juntos y van… Y hay un final feliz, pero según la cuentas es lo que hace que la película sea interesante para el espectador.
¿Qué ha aprendido con esta experiencia?
Ha sido muy interesante bajar al Metro, es decir, a las vías del Metro, nunca me lo imaginé. Es algo que la mayor parte de las personas nunca harán en su vida y por un buen motivo, es decir, uno trabaja en el Metro, punto, nunca estarás ahí. Es muy interesante, no obstante, estar en las vías del Metro porque aunque te dicen que estás en un túnel donde no va a pasar ningún tren, como está todo comunicado, como tienes la acústica de los túneles, de repente aunque haya un tren a cinco kilómetros, lo sientes y lo oyes y crees que viene hacia ti.
Realmente te crea un desasosiego muy importante, la persona responsable de los Metros de Barcelona te asegura… “Tranquilo que no va a pasar por aquí”, pero no te lo crees en absoluto y luego ves que ese tren pasa en el túnel de al lado, entonces ese desasosiego que fue lo que yo descubrí rodando esta película, que está toda filmada en el Metro. Desde luego he descubierto ese malestar que puede crear el interior de un Metro. Tenemos miedo a la oscuridad, a lo que no conocemos, es el gran, bueno la gran incógnita que nos atormenta a todos un poco.
¿Qué reacción espera del espectador?
Que se lo pase bien aunque se lo pase mal, es decir, es un buen momento, es una hora y media de entretenimiento donde va a sentirse que está en una montaña rusa, es como a mí me gusta colocar al espectador en mis películas. Si algún espectador ha visto mi película anterior, Secuestrado (2017), con Halle Berry, recordará que en el momento que a ella la secuestran el hijo -que ocurre hacia el minuto cinco de la película-, la aventura es una auténtica montaña rusa donde el espectador está con ella sentada en el coche huyendo de los malos… Aquí he intentado hacer un poco lo mismo, poner al espectador en los zapatos de los protagonistas, de Javier Gutiérrez, de Natalia Azahara, los personajes que ellos interpretan, y que vivan y sientan lo mismo que viven y sienten los personajes de esta historia.
¿Qué opina de las plataformas de cine?
Están muy bien en el sentido de que permiten dar una segunda vida a aquellas películas que se han hecho para el cine; es un poco como era antes la televisión, donde había solo dos canales, te permitía ver películas que a lo mejor no habías logrado ver en el cine. Obviamente, la experiencia de ver la película en el cine es mucho más amplia, es mucho más completa, si quieres, no solo por las dimensiones de la pantalla, sino también por el sonido y el tipo de película. Por todo ello, la sala de cine es el lugar ideal para ver Estación Rocafort.
¿Para qué sirve la fama o recibir un premio importante de cine?
Es un reconocimiento y como reconocimiento se agradece, pero al mismo tiempo los premios se pueden convertir muy rápidamente en un acto de vanidad, del estilo ¡mira qué bueno que soy! Lo cual sería un aspecto negativo de los premios si uno se puede creer que es más importante que sus compañeros de profesión solo porque le dieron un premio. Personalmente no les doy mucha importancia. Para mí el premio es cuando el público ve una película, sale del cine y dice: “Me lo he pasado muy bien, he disfrutado de la película”. Eso para mí es el el gran premio.
Si pudiera echar marcha atrás, ¿qué aspectos cambiaría de su vida?
La verdad es que estoy muy a gusto donde estoy. O que me den otra vida…
Como en los videojuegos.
Correcto, que me den otra, como los gatos, que me den siete…
¿En quién está inspirado su cine?
He sido un gran espectador de cine, lo sigo siendo. La lista sería infinita. Recuerdo que cuando estaba empezando, Martin Scorsese era uno de mis grandes maestros. Eso sí, a los que hacemos cine conviene que además de inspirarnos en la literatura, o en el arte, o en el teatro, también nos enfoquemos en la vida misma. Es muy importante ser una esponja cuando estás en la calle. Tal vez algo de allí te inspire en tu próxima película. Que no solo sea un reciclaje de lo mismo.
¿Por qué hay que ir a ver Estación Rocafort?
El espectador se va a encontrar con una hora y media de entretenimiento, donde lo va a pasar bien, aunque lo pase mal a veces. Va a disfrutar aquel que quiera asistir a un espectáculo, porque creo que el cine es un espectáculo. De hecho es una de esas experiencias únicas que echamos de menos cuando no las tenemos. Porque no solo estás viendo una película, estás sintiendo a las personas que están detrás de ti y que forma parte de lo que te está transmitiendo la historia.
Esta estación de Metro, Rocafort, ¿hoy día goza de fama como consecuencia de las catástrofes personales que han sucedido allí?
Sí, la verdad es que la estación aún tiene hoy esa fama. Obviamente ayuda que no hayan renovado la estación. De esta manera, los monitores que hay allí siguen parpadeando de vez en cuando. Estuve allí hace tres semanas aproximadamente y también había un par de fluorescentes que estaban parpadeando… Curiosamente lo que he descubierto es que van muchos jóvenes por la noche con su teléfono móvil para ver si registran alguno de los fantasmas que hay en Rocafort. Y se hacen selfies con las vías del metro.
¿Puede contar alguna anécdota del rodaje?
Estábamos filmando una noche a las tres de la madrugada en un túnel donde no podían pasar trenes. Pero no podíamos pasar de una distancia concreta porque había una vía abierta que está en funcionamiento para trenes de mantenimiento. Hasta que alguien dice: “Allí hay alguien”, en referencia a aquella parte del túnel donde no podía estar nadie de nuestro equipo.
Entonces la primera reacción de Natalia Azahara, la protagonista, que es una chica muy joven, empezó a pegar saltitos diciendo ¡Uy! ¡No digáis tonterías que me ponéis nerviosa!. Y Javier Gutiérrez, que está al lado, sin decir una palabra mira un poco el reloj, como diciendo señores, que son las tres de la madrugada, queda mucho por hacer, déjense de tonterías…. Y tienes unos minutos en los que está todo el mundo preguntándose, “dónde, dónde, dónde…”.
Y de repente el Responsable de Transportes de Barcelona, suelta: ¡es posible! Y nosotros reaccionamos en plan: “¿Cómo, perdón, cómo que es posible?”. Y él: “¡Es posible que hayáis visto a alguien! A veces nos hemos encontrado con los cadáveres de personas que se han colado en el Metro, grafiteros o exploradores urbanos, y por eso sabemos que sí, que de vez en cuando la gente se cuela en el Metro y a lo mejor habéis visto a alguien que se ha colado”. Fue una noche interesante aquella…
¿Se ha encontrado con alguna dificultad técnica en este rodaje?
Sí, rodar en el metro es un gran reto. ¿Por qué? Porque el Metro está abierto 24 horas. Muchas escenas las rodamos de madrugada y otras son en túneles abandonados o túneles de servicio. La circulación de trenes está cerrada para el público de una de la madrugada a cinco, pero sigue habiendo trabajos de mantenimiento… Así que cuando rodábamos en los andenes del Metro, en ciertas vías podíamos entrar a la una de la madrugada pero teníamos que salir a las cuatro.
Nos tenía que dar tiempo a todo durante esas horas: acceder con todo el equipo técnico, iluminar las cámaras, maquillar a los actores, rodar las escenas pactadas e irnos antes de que abran el Metro al público. Más que ser bueno en el trabajo, lo que había que ser es muy rápido. Los escenarios reales del interior del Metro son allí mismo y eso normalmente no se ve en una película. Si ya es complicado rodar en una cafetería… De hecho será posiblemente la última película que se ruede en el metro, al menos de Barcelona. Posiblemente, Transportes de Barcelona no quiera dar más permisos ya a tenor de lo que ha sucedido y sucede allí.
¿Tiene mucha afluencia esta Estación Rocafort?
Tanta como Tirso de Molina en Madrid. Durante el día hay una gran actividad pero a medida que llega la noche se convierte en una de esas estaciones donde por allí no pasa nadie, no sea que ocurra algo de verdad.
¿Qué ha cambiado en Ud. antes y después de rodar Estación Rocafort?
He vivido con esta película mucho tiempo, y ahora cuando voy al metro inevitablemente me acuerdo de momentos, de escenas, de sensaciones que el espectador tiene durante el visionado de la película y hace que el Metro ya no sea lo que era antes. Sobre todo si es por la noche y está vacío. Si oigo un ruido me giro pensando que estoy en mi película.
¿Qué hay de atractivo en que la idea de ‘el mal’ sea la protagonista de Estación Rocafort?
Desde siempre, el ser humano ha contemplado la batalla entre el bien y el mal. Y el mal es atractivo porque queremos saber más de él, porque nos da miedo. Por eso creo que causan interés las películas que se manejan ente estos términos.
Estación Rocafort, que está basada en hechos reales, nace intentando explicar esa leyenda urbana en torno a unas muertes muy misteriosas. Y todo eso atrae la curiosidad del ser humano. De ahí que en la película busquemos una explicación sobre todo lo que está a nuestro alrededor y que las respuestas puedan darse en lo arcaico, en lo místico, en lo religioso.
Todos los personajes viven en un estado de soledad y desencanto apabullante. ¿No hubiese deseado introducir un momento de desahogo para que no sea tan intensa la película?
El personaje que interpreta Javier Gutiérrez es un policía retirado con un pasado oscuro que se encuentra solo y nuestra protagonista Natalia Azahara es una inmigrante que acaba de llegar a España recientemente y por esos motivos también se encuentra sola.
En ese sentido, Estación Rocafort sí habla de la soledad. Vivimos en una sociedad muy compleja y así es como estamos en las ciudades: rodeados de mucha gente pero a veces estamos muy solos. Es cierto que en el caso de estos dos personajes tienen referentes, amigos o ex amigos, pero aún así la soledad les invade. De fondo, también la película contiene un tono de cine social en el que, por un lado, estamos muy bien comunicados pero a su vez nos sentimos muy solos.
¿Cree que una persona, como lo que le pasa al personaje que encarna la actriz Natalia Azahara, puede trastornarse por situaciones como las que ha vivido en la estación de Rocafort?
Sí. Además la película habla de la salud mental. A veces las circunstancias de la vida nos ponen en situaciones cuando menos complicadas, donde si no tenemos los recursos adecuados para superarlas, nos podemos volver un poco locos.