Gaetán sobrevivió al genocidio de Ruanda: ''Mataron a un vecino por esconder gente en su casa''

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Gaetán Kubasha tenía 22 años cuando comenzó el genocidio de Ruanda. El gobierno de la etnia hutu comenzó una eliminación sistemática de la población tutsi el 7 de abril de 1994. Unas horas antes los presidentes de Ruanda (Juvénal Habyarimana) y Burundi (Cyprien Ntaryamira) murieron en un atentado: varios misiles derribaron el avión en el que viajaban. Ese fue el ‘‘casus belli’’ de una catástrofe que terminó el 14 de julio del mismo año. Fueron asesinadas 800.000 personas.

Gaetán era seminarista entonces. Esos días estaba de vacaciones de Pascua, el Domingo de Resurrección fue el anterior 3 de abril. El día del atentado contra el presidente Habyarimana ‘‘todo el mundo se calló. Fue un día de silencio absoluto. Ya había una tensión social muy fuerte entre los grupos étnicos, sociales y políticos’’, comenta Gaetán a Fernando de Haro.

Todo apuntaba a que iba a estallar ‘‘calamidad’’, no se sabía qué, ni tampoco el detonante. Se intuía que un asesinato, ‘‘pero nadie podía imaginar que iba a ser el presidente’’.

En cada pueblo había personas perseguidas, ‘‘cada ruandés puede testimoniar que vio cosas tremendas’’. Sin embargo, Gaetán no estaba en el foco de ningún grupo. ‘‘Llegaban masas de milicianos con machetes y lanzas, drogados y borrachos, iban cantando y gritando’’, recuerda.

‘‘Los buenos no tuvieron oportunidad de organizarse, mientras que los malos sí’’

El genocidio fue algo complejo. Se combinó la guerra ya existente con el genocidio. ‘‘Era muy difícil distinguir una cosa de la otra’’. Asegura que muchos murieron por esconder a personas. En su parroquia ocultaron en la sacristía a una mujer que se pudo salvar, también ayudaron a unas monjas en una iglesia cercana.

Gaetán fue una de los millones de personas que huyeron. En un primer momento llegaron a Goma, a la frontera con El Congo. Nadie sabía qué hacer. ‘‘Una mano invisible’’ (2021), su primer libro, empieza en ese momento, a la llegada a los campamentos de refugiados.

Sacó fuerzas de su interior para sobrevivir en ese momento límite. Tuvo que traducir a sanitarios, aprendió algo de odontología porque ayudó a un dentista. ‘‘En los momentos difíciles uno se hace especialista’’.

Después pasó a Sudáfrica. Allí fue ordenado sacerdote en 2003. Y de esa experiencia publica ahora: ‘‘Un sacerdote entre dos mundos’’. Un libro dedicado a los misioneros, ‘‘a quienes piensen que el mundo no es suyo, abrir las miradas para darnos cuenta de que la humanidad nos pertenece a todos’’.

La experiencia en Sudáfrica le mostró un mundo todavía marcado por las creencias tribales, en contraste con la Ruanda fuertemente cristiana. Fernando de Haro le pregunta cómo pudo desatarse tanta violencia y odio.

La experiencia de 1994 llevó a Gaetán a estudiar en su tesis doctoral cómo se desatan las violencias colectivas. ‘‘El mal es un misterio. El mal está incrustado en el fondo del ser humano, y no sabemos por qué’’.

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