¿Recuperaremos la costumbre de ir al cine?

Ir al cine, sentarse en una sala con un bol de palomitas, en esa oscuridad es otra cosa

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Sefi García

Publicado el - Actualizado

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Los espectadores volvimos tímidamente el año pasado al cine en nuestro país, pero los números están todavía muy lejos de las cifras que se registraban antes de la pandemia. Comscore, calcula que durante el 2021, 41 millones de personas se acercaron a las salas a ver películas. Suponen un 45% más de espectadores que el año anterior: en 2020, las salas de cine se fueron a negro con una caída del 70%. En 2019, acudieron a las salas más de 105 millones. Los exhibidores señalan las restricciones como motivo de esta caída y de la lenta recuperación, pero parece que la pandemia también ha cambiado nuestra forma de disfrutar de lo audiovisual.

En España, el 83,1% de la población, unos 32 millones de personas, tienen acceso a una plataforma de pago, y 6 de cada 10 están suscritos al menos a dos, al estudio sobre televisión de pago y OTT llevado a cabo por Barlovento Comunicación. A esto hay que unir la irrupción en el mercado de un producto que aun estando ahí, en tiempos menos oscuros no nos llamaba demasiado la atención: los proyectores. Un aparatito de estos, una barra de sonido, una pared lisa pintada de blanco o una sábana y si somos más sofisticados, una pantalla comprada y listo: ya podemos montar un cine en casa, por menos de 500 euros. La pregunta es si volveremos a las salas de cine, cuándo, y qué están haciendo los exhibidores para atraernos de nuevo.

Luis Gil es el director general de FECE, donde se agrupan todas las salas de España. Lo cierto es que llevan dos larguísimos años sosteniendo un auténtico “tour de forcé” con el virus y sus consecuencias: con restricciones y anhelando superproducciones para volver a llenar las salas, que no llegaban a la gran pantalla o se quedaban en esas plataformas. “La situación sanitaria todavía no es favorable-explica-mascarillas, restricciones e incluso en algunas comunidades autónomas como en Canarias y el País Vasco, todavía está prohibido comer en la sala”. Es la razón señalada en primer lugar por Luis Gil, pero hay otra: nos cuenta que las películas taquilleras, las superproducciones de Hollywood que reclamaban los espectadores “han ido llegando pero bailando las fechas de estreno y, aunque hay grandes películas, la promoción para que enganche al público es fundamental” y eso falta.

Por unas cosas y otras, estamos volviendo a las salas con cuentagotas. La tímida recuperación del año pasado (un 45% más que en 2.020 pero menos de la mitad que en 2019) da esperanza, aunque parece que no volveremos al cine como antes de la pandemia hasta 2023. Quizás lo hagamos como antes de esta pesadilla o quizás no. Los exhibidores se conforman para sobrevivir con ochenta y cinco o noventa millones de espectadores.

Hay que darle la razón en una cosa a Luis Gil: ir al cine, sentarse en una sala con un bol de palomitas, en esa oscuridad… es otra cosa, porque necesitamos reírnos y llorar con el vecino al que no conocemos, juntos, sin que nos importe mostrar ese sentimiento y soltar ese grito de miedo que nos atenaza la garganta desde hace dos años, cuando un bichito microscópico cambió nuestras vidas.