Del garaje de un ladrón a memoria del mundo: 10 años del robo del Códice Calixtino
Recuperado un año después, la humanidad posó su mirada sobre esta obra de valor incalculable que se ha convertido en Memoria del mundo de la Unesco
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Se cumplen 10 años de uno de los robos más impactantes de la historia: en la catedral de Santiago de Compostela desaparecía el Códice Calixtino. Recuperado un año después, la humanidad posó su mirada sobre esta obra de valor incalculable que se ha convertido en Memoria del mundo de la Unesco.
En sus páginas se describen los caminos, los santuarios, las gentes, comidas y costumbres. Contiene recomendaciones y advertencias y describe el aspecto de Santiago de Compostela y su catedral románica en las primeras décadas del siglo XII. Fue la primera guía del camino. Tal día como hoy, hace 10 años, el medievalista Xosé Sánchez se llevó el susto de su vida al descubrir que faltaba. El robo de esta excepcional obra, llamó la atención del mundo que se ha volcado en protegerlo. Un electricista que llevaba trabajando para la Seo compostelana desde 1.980, se lo llevó. Manuel Rodríguez Castiñeira, limpiaba, cada vez que podía, de tesoros la catedral que había depositado en él su confianza. Un año estuvo secuestrado el códice, que apareció envuelto en periódicos en un garaje. Fue un año de intensa investigación policial centrada en los primeros momentos en Rodríguez Castiñeira y su entorno: en un garaje, envuelto en papel de periódico y protegido por bosas apareció el tesoro medieval, sin daños. La joya románica descansa en el archivo de la Catedral de Santiago, de donde nunca debió salir.
Cien cámaras de seguridad custodian los tesoros del Archivo, desde una sala de pantallas. A cada paso, una alarma. Solo un selecto grupo de trabajadores y canónigos conocen la ubicación de la cámara acorazada que le da cobijo junto a otros incunables y pergaminos de especial valor, entre ellos el Tumbo A, el libro que recopila la documentación fundacional del templo, el Breviario de Miranda (siglo XV), un manuscrito de uso litúrgico con vistosas miniaturas o el expediente de autentificación y estudio arqueológico de las reliquias del Apóstol (siglo XIX) cuya otra única copia está en el Vaticano. Una de esas personas que tienen el privilegio y la responsabilidad de custodiar el tesoro es del archivero, Francisco Buíde del Real.
ACS (archivo catedral de Santiago) CF (caja fuerte) 14. Esa es la filiación, nos cuenta el padre Buíde, del Códice Calixtino. Como sus compañeros de habitación, sale muy poco de su cobijo, ya no solo por temor a que alguien se los lleve, también por lo delicado de su estado dados los siglos que soportan. Francisco Buíde nos cuenta que “como con casi todos ellos se puede trabajar incluso con más comodidad desde los ordenadores de la sala del Archivo, además tienen ya no solo ediciones del texto transcrito sino facsímiles que cualquier estudiante o investigador puede ojear con mucha mayor soltura que el original”. Pero alguna vez si hay que ir a la fuente porque “hay estudios específicos sobre la materialidad que así lo requieren, por ejemplo, cuando se restauró El Pórtico de la Gloria se sabía que los pigmentos originales y las pinturas del siglo XII, coincidirían con lo que podamos conservar y ahí estaba el Tumbo A” . Se trata de una “recopilación de documentación siglo XII en adelante, tiene una serie de miniaturas ilustrando imágenes de reyes, es una especie de panteón de reyes en miniaturas con dorado, una de ellas muy famosa del descubrimiento de la tumba del apóstol, porque el primer documento es justo la donación del rey Alfonso II de Asturias”. La faraónica misión de recuperar el Pórtico de la Gloria sacó de su descanso esta maravilla histórica, que también pasó unos días en la Catedral de Burgos para conmemorar su 800 cumpleaños.
El padre Buíde nos reconoce que se debate entre la emoción y la responsabilidad cada vez que despierta la joya medieval porque “aunque ya estemos, no digo habituados porque uno nunca se habitúa, pero si hay emoción al volver a ver, es un momento muy especial del que obviamente no abusamos”. En ocasiones, con motivo de visitas muy especiales, sacan sus “tres estrellas”: el Códice, el Tumbo y el Breviario, y las ponen en vitrina, pero parte de la seguridad “consiste en que no hagamos esto solos, hay un protocolo de seguridad que impone un control mutuo, un control doble entre el personal de seguridad y nosotros, los que trabajamos en el Archivo”. El Archivero de la Catedral de Santiago asegura que es la propia sociedad, con su consideración hacia este tipo de tesoros la que promueve y empuja su conservación y cuidado. No en vano, el Códice Calixtino es Memoria del Mundo. Protegido por todos.