Del 'Soy un berlinés' al 'Soy una berlina': la absurda leyenda sobre el discurso de John F. Kennedy en Berlín

En 1963, John F. Kennedy pronunció en Berlín uno de sus discursos más importantes, conocido como 'Ich bin ein Berliner', que dio inicio a una absurda leyenda fruto de los rumores

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Milagros Beltrán, profesora de alemán, sobre la 'polémica' del discurso de John F. Kennedy en Berlín en 1963

David Ferreiro

Publicado el - Actualizado

6 min lectura

Un 26 de junio pero de 1963, John Fitzgerald Kennedy, uno de los más afamados presidentes de los Estados Unidos durante el último siglo, pronunció el que a la postre, sería recordado como uno de sus discursos más trascendentes durante su breve mandato de dos años.

Lo pronunció desde el balcón del ayuntamiento de Rathaus Schöneberg en Berlín Occidental, en mitad del contexto de la Guerra Fría, durante un acto del demicoquinto aniversario del bloqueo de Berlín, que terminó derivando en el levantamiento del muro que separaría la ciudad en 1961.

Alemania y Berlín estaban en una situación muy delicada y el malestar entre la población, que tras la Segunda Guerra Mundial había queadado dividida a merced de las cuatro potencias aliadas, era una buena prueba de ello.

Por eso, la visita del entonces presidente de los Estados Unidos de América apenas cinco meses antes de ser asesinado, terminaría siendo un momento decisivo en la historia de la reunificación de Alemania.

Totalmente convencido de que una reunificación y un futuro para Alemania era posible, y haciendo hincapié en las diferencias entre las ideologías y los bloques comunista y capitalista, JFK prunciaría un discurso en pro de la libertad, que encarnó bajo la expresión "Ich bin ein Berliner", que se traduce como 'soy un ciudadano berlinés', acuñándole a esta frase un significado relacionado con la lucha por la libertad.

Estas palabras levantaron los aplausos y los halagos de todos los presentes en una plaza del ayutamiento en la que no cabía un alfiler. Allí, Kennedy adaptó la histórica frase de la civilización romana de 'Civis Romanus sum', a la situación de Alemania en particular y del mundo en general, en plena disputa entre los países capitalistas y los comunistas por imponer un modelo dominante.

El presidente norteamericano cargó duramente contra el comunismo y todo lo que por causa de este estaba sucediendo, incluyendo la división de Berlín, así como las penurias que estaban pasando muchos de los habitantes de Alemania Oriental, gestionada por manos soviéticas, en comparación con Alemania Occidental, en manos del bloque capitalista.

De esa forma se alzó como defensor de la libertad y de la democracia, esa que faltaba en la parte este de Alemania, que incluso había sido separada con el levantamiento del muro de Berlín, dividiendo familias e impidiendo la huída de berlineses de un lado hacia el otro.

Debido al particular contexto y a la expectación que generó la primera visita al país de un presidente de los EEUU después de la Segunda Guerra Mundial y de la Conferencia de Potsdam, Kennedy decidió incluír en su texto la frase “Ich bin ein Berliner”, a la que le dió un significado especial al añadir que "todos los hombres libres, dondequiera que ellos vivan, son ciudadanos de Berlín. Y por lo tanto, como hombres libres, yo con orgullo digo estas palabras “Ich bin ein Berliner”, tal y como se puede escuchar en el vídeo del discurso compartido por Warner Bros.

El simbolismo de estas últimas líneas con las que cierra su discurso lo ha convertido en uno de los más recordados, al hacer alusión a que, como hombre libre, era un ciudadano de Berlín, del Berlín libre en manos de los aliados capitalistas.

Así, el norteamericano supo conectar a nivel emocional con una población a la que les hizo verle como un igual, como un ciudadano más de la ciudad de Berlín, al tiempo que transmitía el mensaje de que no estaban solos, como demostraba su presencia en la ciudad.

La leyenda urbana

De ese emotivo discurso terminaría saliendo toda una leyenda urbana, de la que se desconoce el origen a ciencia cierta pero que se ha popularizado hasta nuestros días.

Y es que la frase “Ich bin ein Berliner” se trató de hacer ver como un error gramatical, un fallo del presidente, que en lugar de 'soy un ciudadano berlinés' habría dicho 'soy una berlina (donut)'.

Pero lo cierto es que esto es pura interpretación, ya que se quiso traducir la frase de diferente manera por incluír el artículo indeterminado 'ein' (uno), ya que se decía que era innecesario, siendo más correcto decir "Ich bin Berliner" (soy berlinés).

Sin embargo, gramaticalmente ambas son correctas, pero el norteamericano decidió utilizar la primera fórmula para resaltar que era 'uno' más de ellos, para integrarse y hacer ver a sus asistentes que era un igual, como explica a los micrófonos de COPE la responsable del área de alemán y profesora de la Universidad CEU San Pablo, Milagros Beltrán, comentando que "el matiz significativo entre uno y otro sería el querer intensificar y enfatizar con el artículo la unidad, el ser uno de ellos, un ciudadano de Berlín, en este caso, ya que el artículo indeterminado tiene la función de actualizar el sustantivo en el contexto en el que lo dice el presidente Kennedy".

Además, la frase tampoco podría ser entendida como se trató de hacer creer, ya que dentro de Alemania en general y de Berlín en particular, las berlinas se designan con otro tipo de expresión, como explica Beltrán, que comenta que "no puede haber malinterpretación alguna. Por un lado, este pastel alemán tiene diferentes acepciones o nombres en Alemania según la zona o la región e, incluso en el propio Berlín, se le llama 'Berliner Pfannkuchen' o 'Berliner Ballen'".

Una imagen de John F. Kennedy dando su discurso en Berlín

Eso sin entrar a valorar que el discurso había sido revisado por personas de la confianza del presidente que conocían el idioma, por lo que esta rocambolesca leyenda se cae casi desde sus inicios. Por si esto fuera poco, el presidente tenía preparada hasta la pronunciación de la frase, para no errar tampoco en la fonética.

Por todo esto, Milagros Beltrán resalta que "se entiende por sus palabras que él los apoyaba en su batalla de la Guerra Fría contra el muro de Berlín y una Alemania dividida. No hay, ni había lugar, para malinterpretar o para el error. A parte de eso, desde un punto de vista fonético, también se llegó a ayudarle para que expresara realmente esa frase correctamente, porque fue la frase clave en alemán, para el presidente y para la propia Alemania".

Aún así, el rumor corrió como la pólvora, especialmente en los Estados Unidos -de dónde posiblemente surgió- para tratar de ridiculizar a Kennedy, afirmando que el fallo habría sido tan grotesco que terminaría provocando las risas de los asistentes.

Sin embargo, en realidad, no fue así. Es cierto que los asistentes se levantaron a carcajadas durante la intervención, pero lo hicieron después de que Kennedy agradeciese a su traductor la colaboración para realizar el discurso, no en el momento de pronunciar su famosa frase.

Por todo ello, la leyenda no dejó de ser eso, un mito que además ni tan siquiera se sustentaba. Una curiosa anécdota que ha trascendido hasta nuestros días pero que está lejos de ser una realidad, a pesar de que seguramente nunca se conocerá su origen auténtico.

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