Estudiante V: así participé en el rodaje de "Amanece que no es poco"
Un redactor de COPE relata cómo vivió la filmación de la película de José Luis Cuerda en aquel verano de 1988
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El verano de 1988 fue para mí el del carnet de conducir, el de estudiar para septiembre tras mi primer curso en la Uni y el de perderme por primera vez el campamento de Pirineos con los montañeros; pero también fue el verano en el que participé en el rodaje de Amanece que no es poco.
Fueron quince días de viajar entre Ayna, Liétor y Molinicos; algo así como unas vacaciones por la duración, aunque dentro de la provincia de Albacete y diseminando los días entre finales de junio y la primera semana de agosto.
¿Cómo llegué a aparecer en los créditos como el Estudiante V de los ‘Americanos del Norte’? Fácil. En mi grupo aficionado de teatro, el legendario TNT, alguien dijo que la próxima peli de Cuerda, el del Bosque Animado, se rodaría en Albacete y que buscaban actores; me presenté una tarde de junio en la Delegación de Cultura, me preguntaron apenas tres cosas, entre otras que si podía actuar con y sin gafas y a los pocos días alguien llamó a casa para que me presentara el 20 de junio en el Hotel Felipe II de Ayna a probar ropa: camisa, pantalón, gorra y jersey de estudiante en el que apenas se leía “The famous and non existent University of Eaton USA”.
Tres o cuatro días después tuvimos nuestra primera jornada de rodaje junto a nuestro ‘jefe’, Gabino Diego, y a Alberto Bové, el labrador de Oda a la calabaza. También fue ése el primer contacto con José Luis Cuerda, aquel hombre cuya imagen, voz y pelo blanco imponían respeto, que se mosqueaba de vez en cuando y que bien claro dejó desde el principio que no nos ocultáramos detrás de la cabeza de otro actor, porque si no, no saldríamos en la película.
Al volver de aquella primera jornada, otra alegría: somos ‘pequeño papel’ y no figuración, así que en lugar de cobrar 2.500 pesetas por día, serán 5.000 pelas para cada uno y 2.000 más para el desplazamiento.
Después de aquél vinieron otros catorce días más, con mucho calor, largas esperas, muy buen rollo y una sensación generalizada de que no sabíamos de qué iba la película hasta que cayó en nuestras manos uno de los guiones que fue perdiendo Gabino durante el rodaje. Él, que ya era famoso por El viaje a ninguna parte, Las bicicletas son para el verano o Segunda enseñanza, fue clave para que aquel verano fuera aún más especial. Se convirtió en uno más del grupo de americanos de Albacete y si los primeros días después de rodar se volvía a Madrid inmediatamente, después nos acompañó a buena parte de las fiestas de verano de los pueblos de Albacete.
En días de rodaje, andar por Ayna, Liétor o Molinicos era como andar por el Paseo de la Fama de Los Ángeles: Antonio Resines, Pastora Vega, Rafael Alonso, José Sazatornil, Chus Lampreave, María Isbert, Cassen o nada más y nada menos que Fedra Lorente, ‘la Bombi’, todo un sex symbol ochentero que Chicho Ibáñez Serrador sacaba cada viernes en el Un, Dos, Tres para 20 millones de telespectadores.
En enero de 1989 llegó el estreno en el Gran Hotel de Albacete. Nos vimos en pantalla grande, menos de lo que habíamos rodado -lógico-, nos reímos con muchas de las escenas aunque muchos de los asistentes seguían sin entender lo que contaba la película. La crítica fue dura y desapareció de la cartelera pronto, antes en el resto de España.
Con el tiempo y gracias a aquel guión perdido de Gabino Diego que acabó en mis manos comencé a entender que Amanece que no es Poco resurgía. Cada vez que decía que había participado en esa película y que tenía ese libreto, tocaba fotocopiarlo para Barcelona, Zaragoza La Coruña o Badajoz.
Y así fue como de actor aficionado me convertí en pequeña parte de una película mítica, orgulloso de pertenecer y presumir de aquel verano del 88 y de que frases como ‘Un hombre en la cama es siempre un hombre en la cama” o “Todos somos contingentes, pero tú eres necesario” se hayan pegado a mi piel como a la de tantos otros amanecistas.