El maestro Morricone lleva la batuta en Madrid

Bilbao y Madrid han vibrado emocionados con el vistuosismo de este genio que ha compuesto más de 500 bandas sonoras 

GIRA DE DESPEDIDA DE ENNIO MORRICONE

Sefi García

Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Hoy se despide de España Ennio Morricone con un segundo concierto en el palacio de los deportes de Madrid. Morricone colgará la batuta cuando finalice la gira que ha emprendido por Europa y que tendrá como punto y final su querida Roma. Bilbao y Madrid han vibrado emocionados con el virtuosismo de este genio que ha compuesto más de 500 bandas sonoras y que atesora numerosos premios, entre ellos dos Oscar.

Un silencio desconocido para el palacio de deportes se hace cuando el maestro ataca. Y la emoción contenida comienza a brotar con el primer acorde de “Los Intocables”.

Empieza el viaje, el viaje personal, introspectivo por la vida de cada una de las 10 mil almas que abarrotaban el lugar. Cada uno acusando los momentos personales evocados por las notas que dibujaban las manos trabajadas de un genio, frente a una partitura arrugada, manos enérgicas y gesto concentrado. A la primera reverencia de Morricone vuelto al público, tras los violines de la 'Tienda Roja'. El palacio de los deportes se vino abajo.

No había móviles, ni redes sociales: lo vivimos como una experiencia propia: solo música, como en el pasado. Y el nudo en la garganta, y el amor infinito, y la buena energía. Nos fuimos al oeste con la prodigiosa voz de la soprano Susana Rigacci. Era el bloque “la modernidad del mito en el cine de Sergio Leone, el amigo del maestro. Sobresale su voz en “El éxtasis del Oro” de “El bueno, el feo y el malo” ¡y ya no podíamos más! En la segunda parte, Dulce Pontes puso voz al bloque social, cálida y virtuosa, y la lágrima se desbordó con 'La Misión': el coro Talía, los músicos italianos acostumbrado a la batuta firme de Morricone, y la música creciendo hasta más allá de los muros del palacio de los deportes.

Ahí ya no sabíamos si estábamos en el cielo o en la tierra. El hechizo se había consumado: ovación cerrada, público en pie, nadie quería irse después de casi tres horas de concierto, inmisericordes con el maestro que volvió, para regalarnos la música de ‘Cinema Paradiso’. Y más.

Sobre el escenario que acogía a 200 músicos y cantantes, dos enormes pantallas nos iban recitando las notas que los solistas marcaban: el virtuosismo del viola, la pericia de los trompetas, la armonía de los fagotes y oboes, la habilidad y musicalidad del clarinete...No había películas que sustentaran el relato: sólo la música, la inmensa música a la orden de las manos que la compuso.

¿Cómo se pueden dibujar imágenes sin imágenes? ¿Cómo se puede conjurar una historia personal y compartida? Yo no lo sé. Solo seres tocados como Ennio Morricone, son capaces de conseguirlo aun cuando los 90 años de vida te llamen a retirarte. Doce horas después, todavía está el nudo en la garganta y la sensación de haber vivido un momento histórico, no porque sea su último concierto, hubiese sido igual hace 10 o 15 años... la energía del maestro nos ha hecho a todos un poquito más grandes.

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