Tres objetos de la Casa de Ana Frank se suman a la exposición de Auschwitz

Pueden verse desde ya en la muestra instalada en el Centro de Arte Canal, en Madrid

Tres objetos de la Casa de Ana Frank se suman a la exposición de Auschwitz

Sefi García

Publicado el - Actualizado

3 min lectura

El tirador que abría desde dentro el anexo donde se escondía Ana Frank, un tratado de introducción a la botánica y una guía turística de la Holanda escrita en español de su compañero de encierro Pfeffer. Tres pequeños objetos que por primera vez salen de la “casa de Ana Frank” en Amsterdam que gestiona el lugar donde la niña se escondió durante la II Guerra Mundial y donde escribió su diario. Son los objetos que incorpora la exposición “Auschwitz” ubicada en el Centro de Arte Canal, en Madrid y que ya han visitado cerca de medio millón de personas.

“Nuestro escondite, solo ahora se ha convertido en un verdadero escondite” escribió Ana Frank en su diario el 21 de agosto de 1.942. Se refería al objeto de madera construido por Johan Voskuil, unido a un trozo de cuerda y sujeto a un gancho que se utilizaba para bloquear y abrir la puerta del anexo, tapado por una librería giratoria. Ese pequeño artefacto está ahora en Madrid, un símbolo de lo poco que necesitaban para sentirse seguros en un mundo tan hostil.

Muy cerca, en la misma vitrina, podemos ver un libro “Beginselen der Tlantkude”: un tratado de introducción a la botánica que Ana Frank recibió como regalo de su 15 cumpleaños, el último. Lo hizo suyo con la siguiente inscripción: “Ana Frank, 12 de junio de 1.944, anexo”, y contó en su diario un día después los regalos que había recibido de sus padres. Fue una de sus últimas entradas: en agostó los nazis encontraron el escondite y les trasladaron justamente a Auschvitz. Luego, nunca más se supo de ellos.

Los objetos que se incorporan a la exposición

Como un canto a la esperanza, junto a estos dos objetos personales de Ana Frank está una guía de viaje sobre Holanda escrita en español. Pertenecía a Fritz Pfeffer, con quién compartía habitación desde que en otoño de 1.942 se unió a la familia Frank en el anexo secreto donde 8 personas intentaron pasar desapercibidos durante dos años, con las ventanas cerradas, sin espacio, sin hacer ruido, con la ayuda de los 6 empleados de la compañía de Otto Frank, explicó a COPE Luis Ferreiro, el director de la exposición.

Pfeffer quería aprender español para abrir un negocio en Sudamérica tras la ocupación alemana, y la pequeña Ana, que se refería a él como Alfred Dussel, escribió en su diario varias referencias al “poco fructífero proceso de aprendizaje” de su compañero de cautiverio. Son tres detalles que hacen presente a Ana Frank en esta exposición del horror, que nos traslada al terror de Auschwitz con más de 600 piezas. Ana, tenía que estar allí, como un negro prólogo, porque el diario termina donde comienza el campo de concentración.

“Los objetos de la casa de Ana Frank, asegura Ferreiro, tienen algún tipo de conexión con el exterior y con el futuro. El tirador, que les permitía salir a la casa, el libro de botánica que refleja las ansias de salir y ser libre, y en el caso del libro de Fritz, las ganas de tener un futuro. Pensaba que iba a sobrevivir y soñaba con rehacer su vida en Sudamérica haciendo una granja”. Los objetos nos hablan de ese periodo negro pero nos proyectan a esas ansias y esperanzas que tenían estas personas que estaban escondidas”.

Este pequeño pero impactante preámbulo al horror que destilan los ecos y las historias de las piezas de esta muestra, está espacialmente marcado por unas palabras que Ana Frank escribió en su diario el 2 de mayo de 1.943. “A veces me pongo a reflexionar sobre la vida que llevamos aquí, y entonces por lo general llego a la conclusión de que, en comparación con otros judíos que no están escondidos, vivimos como en un paraíso”.

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