La fiebre cripto con Trump: "Dedico un par de horas al día a ver contenido"

Tras las elecciones, el Bitcoin y otras criptomonedas han disparado su valor y son muchos los que se están animando a invertir

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Victoria Ballesteros

Victoria Ballesteros, redactora de Economía, habla del bitcoin y del aumento de su valor tras la victoria de Donald Trump

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La victoria de Trump en Estados Unidos ha desatado una fiebre en el universo de las criptomonedas. La más conocida, el Bitcoin, ha marcado su máximo histórico, por encima de los 80.000 dólares. Pero hay otras divisas virtuales no tan famosas que han subido todavía más. ¿Qué está pasando en el mundo cripto? ¿Dónde está el techo, si es que lo hay?

La reciente elección de Trump y su regreso al poder ha generado una serie de reacciones en los mercados financieros y las criptomonedas no han sido la excepción. Su victoria ha actuado como un catalizador.

La incertidumbre económica y política que representa su figura ha impulsado a muchos a buscar refugio en activos descentralizados como el Bitcoin. “Trump en sí representa un cambio de paradigama y hay cierto optimismo porque muchas personas cercanas a él son del mundo cripto”, explica a COPE, Pablo Agnese, profesor de finanzas de la Universidad Internacional de Cataluña. En ese entorno está una figura clave: el magnate de Tesla y X Elon Musk.

El recién elegido presidente de Estados Unidos ha hablado de su intención de que su país tenga una reserva de Bitcoin (similar a lo que se hace con otros valores como el oro), lo que implicaría que el propio Gobierno adquiera estos activos virtuales. Trump también se ha mostrado favorable a una normativa mucho menos restrictiva para regular las criptomonedas.

Sin embargo, la volatilidad de estos activos también implica riesgos. A diferencia de los activos tradicionales, las criptomonedas no están vinculadas a ningún gobierno o banco central, lo que las convierte en una alternativa atractiva en momentos de inestabilidad y ante cambios bruscos en los mercados tradicionales. “La idea original era eliminar ciertos intermediarios que agregan costes adicionales, ciertos obstáculos y, sobre todo, que no dan privacidad. Hablo de la banca tradicional y los bancos centrales porque cuando, por ejemplo, uno hace una transferencia todo queda registrado. Las criptos a través de la tecnología blockchain, que es donde se llevan a cabo los movimientos, corrige todo eso”, añade Agnese. Son monedas digitales que permiten hacer las transacciones sin intermediarios. Cada moneda tiene su clave criptográfica que solo conoce el propietario, pero no existen físicamente. El sistema se basa, en parte, en el anonimato.

Otro factor relevante es la percepción de las criptomonedas como refugio de valor. Durante los periodos de incertidumbre, los inversionistas tienden a buscar activos menos expuestos a la inflación y las políticas monetarias. Tradicionalmente, el oro ha cumplido esta función, pero en los últimos años, el Bitcoin se ha posicionado como el “oro digital” debido a su capacidad limitada de emisión (solo hay 21 millones en total, aunque “minados”, es decir, en circulación actualmente son 19'5 millones) y a su resistencia a la censura. “El bitcoin es la antítesis de las políticas que abogan por imprimir más y más dinero y que generan inflación. Por eso es un valor refugio, sobre todo, en países donde está disparada, como argentina o Venezuela”, explica el experto.

“Dedico un par de horas al día a ver contenido sobre criptomonedas”

Cada vez son más los que se interesan por este tipo de inversiones. La primera vez que Íñigo oyó hablar de los bitcoins fue en 2016. En su empresa de Madrid, que se dedica al diseño de software, un compañero de trabajo le propuso invertir. Lo recuerda perfectamente porque ahora sabe lo que hubiera supuesto comprar entonces. Sin embargo, no lo hizo hasta 2021 animado de nuevo por su entorno. “Empecé a ver vídeos por las noches y me fui enganchando. Ahora dedico mínimo una hora o dos a ver contenido sobre criptomonedas”. Del universo cripto destaca el anonimato o la autonomía que requieren las inversiones: “Es un mundo muy personal en el que tú vas investigando y haces lo que crees que te conviene. Tampoco lo cuentas por ahí. Cada uno es responsable de lo suyo”.

Íñigo, al igual que otros tantos inversores, se vio motivado por el factor inflación, que fue el desencadenante que le animó a invertir en digital, como fórmula para esquivar la pérdida económica que implica la subida de los precios, cuando los salarios no se incrementan al mismo ritmo o los intereses de los depósitos tradicionales no compensan esa pérdida.

Pero en estos años no todo ha sido de color de rosa. “Cuando empecé lo que invertí, a la semana lo multipliqué por ocho. Pero como no sabía cómo funcionaba, al poco tiempo ese dinero me dio unas pérdidas del 60%”. De un tiempo a esta parte, pero sobre todo a raíz de la victoria de Trump, la cosa pinta diferente: “Después de un criptoinvierno de dos años y pico, de haber aguantado, pues estoy viendo los resultados”. Algunas de las inversiones que hizo a principios de 2023 las ha multiplicado por 60. Aún así, reconoce que “es un mundo incipiente donde hay cosas poco claras todavía”.

¿Dónde está el techo? Es difícil predecirlo. La naturaleza volátil del mercado de criptomonedas implica que los precios puedan subir o bajar de manera abrupta, impulsados por factores externos como la política internacional o la regulación financiera. Aunque, comentaba Pablo Agnese, si vas más allá del detalle, es decir, si te alejas de la pizarra y echas un vistazo más general y ampliado en el tiempo, “verás que la curva es ascendente, sin entrar en las grandes subidas y bajadas que han tenido en ciertos momentos las criptos, especialmente, poniendo el foco en el bitcoin”.

La creciente demanda, junto con el desarrollo continuo de nuevas tecnologías y aplicaciones, sugiere que este mercado todavía tiene espacio para crecer. Seguirá evolucionando y su futuro parece estar cada vez más entrelazado con los eventos políticos y económicos globales. Y ello entraña riesgos también.

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