11.000 millones de promesas; más en las obras que en las palabras

El presidente de CEAJE reflexiona en esta tribuna sobre la inminente aprobación de ayudas para pymes, empresas y autónomos que cumplan ciertos requisitos de viabilidad

Fermín Albaladejo, presidente de CEAJE

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Recientemente el presidente del Gobierno anunció la inminente aprobación de ayudas por valor de 11.000 millones de euros para pymes, empresas y autónomos. Unas ayudas que, sin embargo, parece que no llegarán a todos los empresarios. Para aquellos que no cumplan los requisitos de viabilidad que establezca el Ministerio de Asuntos Económicos, la suerte está echada.

Ya lo apunta el último barómetro elaborado por ATA: más de 300.000 empresas prevén cerrar a lo largo de este año, a pesar de las ayudas del Gobierno. Los parches que se han ido poniendo comienzan a resquebrajarse y miles de ‘empresas zombis’ se enfrentan a su disolución.

Toda ayuda es bienvenida. Más aun en estos momentos, cuando para muchos negocios puede suponer la diferencia entre seguir adelante o bajar la persiana. Sin embargo, el impacto de esta crisis ha sido tan contundente, y su efecto tan prolongado, que es necesario que los planes tengan mucho más desarrollo. Es un vicio político muy común dar grandes cifras y no explicar cómo se van a financiar y de qué forma se van a poder acceder a ellos.

Los empresarios, los autónomos, los emprendedores estamos ya acostumbrados a las promesas. Ideas que suenan bien, que generan expectativas pero que a la hora de la verdad no se materializan en los mismos términos. En este caso, estos 11.000 millones de euros corren un riesgo similar por varias razones que no responden a las preguntas más elementales.

PREGUNTAS EN EL AIRE

Primero, ¿cuándo se va a hacer? Miles de empresas que se encuentran ahora al borde del abismo. Llegar a la campaña de verano para muchas empresas turísticas y de hostelería parece una misión imposible. Y eso significa millones de familias que dependen de empresas donde no están entrando ingresos. Vamos a contrarreloj y el Gobierno tiene que actuar con la máxima rapidez para que las ayudas empiecen a llegar cuanto antes.

Segundo, ¿cómo se va a hacer? Necesitamos concreción. El día en que el presidente anunció estas ayudas también supimos que todavía no hay siquiera un plan cerrado para su canalización. Cuando la supervivencia de tantas empresas va a depender de estos criterios, el Gobierno debería preocuparse de no generar falsas expectativas y compartir ya la hoja de ruta que planea seguir para salvar el tejido empresarial español. Necesitamos, en definitiva, hechos, no promesas.

Tercero, ¿qué va a implicar? La condicionalidad. De lo poco que sabemos es que las ayudas irán supeditadas a la presentación de un plan de viabilidad. Básicamente, la misma condicionalidad que nos exigen las instituciones europeas a España y que tantos ríos de tinta han hecho correr. Tendremos la condición de ser viables cuando lo que se necesita para ser viables son las ayudas y poder volver a retornar a la actividad.

Y cuarto, ¿qué tipo de ayudas van a ser? Porque a lo largo de esta crisis hemos tenido un importantísimo salvavidas gracias a la línea de créditos ICO. El problema de esta ayuda es que ya no sirve. Las empresas no necesitamos crédito que vaya a nuestra deuda sino que necesitamos ayudas directas. Sin embargo, la vicepresidenta del Gobierno, Nadia Calviño, no ha querido calificar el plan como ayudas directas.

En resumen, el titular de 11.000 millones de euros para la hostelería y el turismo es muy bueno. Ahora hace falta que nos lo creamos. No olvidemos que la confianza es un elemento nuclear para el buen funcionamiento de una economía. Una confianza que los ciudadanos depositan en los poderes públicos y que genera un clima de seguridad y estabilidad que conduce al crecimiento económico.

Por eso, en una situación tan dramática como la que estamos viviendo, con cientos de empresas cerrando cada día en una pesadilla que parece no tener fin, la confianza en el Gobierno debería ser más sólida que nunca si queremos salir del agujero y afrontar la recuperación económica con vigor. Y esa confianza no se genera con mensajes equívocos y promesas de futuro, sino trabajando con responsabilidad y cautela, con mensajes claros y medidas eficaces. Y si las empresas no percibimos seguridad y certidumbre, cada vez tendremos menos motivos para no tirar la toalla.

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