Carmena, la alcaldesa inesperada a la que la derecha vuelve a jubilar

La intención de Carmena era marcharse tras cuatro años y así se lo recomendó su médico, pues sufre problemas cardíacos

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Con 75 años ya cumplidos la exmagistrada Manuela Carmena (Madrid, 1944) dirá adiós a su incursión en la vida política después de que su victoria este domingo haya sido insuficiente para evitar que se imponga en la capital el bloque formado por el PP, Ciudadanos y Vox, que buscará pactar un Gobierno.

La alcaldesa más inesperada, que logró desbancar al PP por primera vez en 24 años, dijo que no se quedaría en la oposición y por tanto volverá a la jubilación que dejó aparcada en 2015 a petición de Podemos, un partido que hace dos días decidió darle la espalda de manera definitiva para pedir el voto por Carlos Sánchez Mato, que no ha logrado representación.

Esta edil de 'andar por casa', que se mueve en Metro y pide a sus invitados que se lleven el táper a la planta noble de Cibeles, donde también cocina, se ha mostrado hasta ahora satisfecha por lo logrado, pero aunque el examen de los ciudadanos le ha salido "bien" -ha ganado las elecciones- la nota no ha sido la esperada.

Desde que tomó el bastón de mando, ha querido representar una forma diferente de hacer política, reivindicándose independiente en todo momento hasta el punto de romper con el partido que la aupó al poder, para evitar que Podemos interfiriese en la elección de su lista.

La intención de Carmena era marcharse tras cuatro años y así se lo recomendó su médico, pues sufre problemas cardíacos. Sin embargo, los proyectos inacabados y, sobre todo, el ruego de su equipo, que no fue capaz de encontrarle sustituta, le impulsaron a repetir como candidata.

Eso sí, desembarazándose de quienes durante su mandato se erigieron en oposición interna y en estas elecciones han sido sus adversarios.

Carmena, que siempre ha apelado al diálogo y el entendimiento, no ha sido capaz de evitar la fractura ni con sus críticos, ni con Podemos y tras este resultado queda la incógnita de qué coste ha acarreado su desvinculación de Pablo Iglesias y si en un escenario diferente el cómputo de este 26-M habría cambiado.

Pese a un perfil moderado y prudente, esta exrelatora de la ONU no ha dudado en cortar cabezas cuando sus ediles le han desobedecido, como ocurrió con el candidato de Izquierda Unida-Madrid en Pie.

Carmena decidió apadrinar y ofrecer su capital político al antiguo número dos de Podemos, Íñigo Errejón, que ha buscado beneficiarse de su tirón. Juntos han compartido campaña, rostros en los balcones e incluso un beso.

Despistada pero con una ironía punzante de la que hace gala a menudo, la abogada laboralista, exmagistrada y fundadora de Jueces por la Democracia ha abogado por una gestión conciliadora que le ha llevado incluso a pactar una operación urbanística -Madrid Nuevo Norte- con un ministro del PP.

Apodada "la abuela" por sus críticos, Carmena se ha presentado como una servidora pública que ha sacrificado su vejez por Madrid y como una "superadulta" orgullosa de sus 75 años, mientras que ha tachado de "tontos" y "bobos" a quienes, como la diputada del PP Cayetana Álvarez de Toledo, le han criticado por su edad.

Y, preocupada por Vox, ha subrayado su pertenencia a la generación que trajo la democracia, apelando a la memoria de los abogados laboralistas asesinados por la extrema derecha en enero de 1977, sus compañeros.

Carmena, que pese apelar a la imaginación ha tenido que aprender a controlar la suya, es cariñosa en el trato cercano y se ha mostrado dolida con los ataques de la oposición, a la que a menudo ha abroncado.

Quedará junto a sus magdalenas como un icono pop y un referente para la izquierda, aunque fueron unas empanadillas el alimento elegido para cerrar su trato con Errejón en el día que se rompió el tobillo.

Hiperactiva, se levanta a las 6.30 de la mañana y lleva el reloj veinte minutos adelantado. Madre de dos hijos, es también defensora del amor libre.

Cuando la releve uno, o una, de los suyos empezará un futuro en el que le esperan sus plantas y libros, pero también un nuevo proyecto, una organización de "abuelos postizos" para los refugiados e inmigrantes que carecen de esta figura.