Cambiar el signo de un poblado chabolista desde la educación: la impagable labor de la Iglesia en Las Sabinas

Las chabolas insalubres y las toneladas de basura hacen de Las Sabinas de Móstoles un espacio tercermundista donde la Iglesia es la esperanza para muchos de sus habitantes

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Cambiar el signo de un poblado chabolista desde la educación: la impagable labor de la Iglesia en Las Sabinas

José Melero Campos

Publicado el - Actualizado

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Si echas un vistazo por las redes sociales, cabe la remota posibilidad de que des con la cuenta de Las Sabinas de Móstoles. Las Sabinas es un asentamiento chabolista cercano al río Guadarrama. Las escenas que aparecen en esta cuenta impactan: inundaciones, chabolas insalubres o toneladas de basura. Mucha basura. Un verdadero vertedero. En estas condiciones conviven cientos de familias en el asentamiento mostoleño, la mayoría de etnia gitana y musulmanes, aunque también los hay de nacionalidad española.

Nuria Ramos, consagrada de 'Apóstoles Corazón de María', trabaja con la congregación desde hace más de una década en la promoción y mejora de sus vecinos. Asegura que la situación en el asentamiento es precario, impropio de la España del siglo XXI: “Viven en condiciones que puedes encontrarte en países de misión. Tienen casas con pocos medios, los chicos visten con chanclas en invierno y con camisetas de manga corta. Las basuras están tiradas por las calles, no tienen luz por la noche...”

El tráfico de drogas es el sustento de muchas familias. Otros trabajan en una panificadora cercana. Se estima que el 20% no gana nada, ni por la vía legal ni ilegal, con el agravante de que suele coincidir con que son los mismos que no tienen acceso a ninguna prestación social por su condición irregular en España. La Iglesia es la única que no les da la espalda como explica Raquel, vecina de toda la vida de Las Sabinas.

“Al ser ilegales no pueden acudir a los servicios sociales porque les quitarían a los niños si se enteran que están viviendo en esas condiciones, pero la Iglesia no les quita los niños, sino les da da de comer, intenta buscarles trabajo y que las familias sigan juntas”, ha aseverado.

Por su parte Amparo llegó en 2012 al asentamiento de Las Sabinas con sus tres hijos. Ocupó una vivienda deshabitada. Su precaria salud tras un trasplante de riñón y sus decaídas por depresión le impiden acceder a un empleo. Vive de la caridad de la Iglesia y del Ingreso Mínimo Vital. Entre ambas ayudas apenas cubre sus necesidades básicas. Los electrodomésticos los tiene en el patio porque no caben en el interior: “No me entra la nevera, los muebles y los tengo fuera. Mis hijos quieren un cuarto cada uno, tener más espacio... es normal, pero bueno...”, expresa con resignación.

Reparto de comidas y atención educativa para los pequeños: la Iglesia en Las Sabinas

En este contexto, toda ayuda es poca. No solo los 'Apóstoles Corazón de María', también Cáritas tiene una fuerte presencia en el asentamiento chabolista. Cada miércoles sus voluntarios hacen reparto de alimentos. El pasado invierno llegaron a un acuerdo con Decathlon para que les proporcionase ropa de abrigo para ayudar a los vecinos a sobrellevar el frío. Soledad Urías es referente de Cáritas en Parque Coímbra, donde pertenece Las Sabinas.

“Vivir en un poblado en el que cada uno se hace su hogar en la medida que puede con lo que puede, hace que esté agradecida de lo que tengo. Soy consciente del frío, de cuando pasó la nevada, de cómo reciben con agradecimiento el abrigo en invierno”, ha lamentado Urías.

Si la Iglesia es sinónimo de esperanza para quienes menos tienen en Las Sabinas, también lo son, pero de diferente manera, para los pequeños. Y es que son numerosos los programas y talleres que impulsan los 'Apóstoles Corazón de María', encabezada por Nuria Ramos.

“Llevamos más de diez años haciendo talleres, tienen pautas para fomentar la lectura porque no les gusta leer, hacemos gymkanas con premios y disfraces... Tratamos de sacarles de allí porque les gusta salir del poblado y cualquier sitio les hace ilusión. Incluso las madres vienen a veces, marroquíes y gitanas. Hemos estado en el Museo de Ciencias, Museo de Artes Decorativas. Es una fiesta para ellos”, ha relatado.

Tratan de enseñar con juego, pero siempre con una moraleja, convivir en el respeto: “A través del juego y los talleres educamos en el respeto al otro, a comunicarse a través de la palabra. Es una labor callada, silenciosa, pequeña, pero poco a poco.... quien sabe qué sería del poblado sin nosotros, habría mucha más delincuencia”, ha puntualizado la consagrada.

También ofrecen clases de catequesis para niños que profesan la religión cristiana. Son los menos, ya que hay mayoría musulmana. Pero los más pequeños de Las Sabinas prefieren acudir a la capilla que hace cuatro años adecentaron algunos voluntarios de la congregación antes que acudir a las clases de Corán, como nos ha comentado Raquel.

“Los marroquíes no van a clase de Corán por preferir ir a la iglesia con las niñas. Los niños necesitan tiempo de juego, de distraerse y de eso se encargan tanto Nuria como todos, de que los niños sean felices”.

Lo más importante es que a lo largo de estos diez años, son muchos los chicos que han tenido posibilidad de seguir estudiando. Algunos incluso estudian carreras. Aspiran a no llevar la misma vida que sus padres, lo que es una verdadera satisfacción para Nuria Ramos.

“A estos chicos se les ha abierto una puerta. Algunos incluso quieren ir a la universidad, una chica quiere ser notario. Se les ha dado una oportunidad y los que se han esforzado han podido tener recursos para no seguir el camino de sus padres viviendo de la droga o la chatarra. Las clases de apoyo que hacíamos les enseñábamos a través del juego y les reforzábamos en la idea de que podían lograrlo, conseguirlo, estudiar...”

El pasado mes de marzo, la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento mostoleño firmaron un convenio para realojar a 68 familias del poblado. Los beneficiarios no ven la hora de marcharse. Otros muchos se ven obligados a quedarse, como Amparo, quien no oculta su miedo al futuro: “El futuro me da miedo porque pienso que voy a acabar sola y sin nada. Cuando mis hijos sean mayores y se casen me voy a ver sola porque cuando quieran echarme de aquí me dejarán en la calle”.

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