¿Felipista o guerrista? Otros tándems políticos que acabaron mal

Las relaciones entre Aznar y Rajoy han sido también difíciles en los últimos años

¿Felipista o guerrista? Otros tándems políticos que acabaron mal

José Melero Campos

Publicado el - Actualizado

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El divorcio entre Errejón e Iglesias no es, ni mucho menos, una ‘rara avis’ en política. Más bien todo lo contrario. Y es que en la todavía joven democracia española, los enfrentamientos entre los que un día fueron dirigentes de un partido y además mantuvieron una relación de amistad, han sido una constante. ¿Quién se iba a  imaginar a comienzos de los noventa que Felipe González y Alfonso Guerra fueran a acabar a tortas? Ambos sevillanos fueron la pareja política de moda en la década de los ochenta, cuando el PSOE encadenaba mayorías absolutas en cada cita con las urnas. González era un orador y comunicador envidiado, mientras que la capacidad organizativa de Guerra, en ocasiones con mano de hierro, hacía de aquella sociedad el tándem perfecto. Desde 1974, con Franco aún vivo, tomaron las riendas del partido de la rosa en el Congreso de Suresnes (Francia).

Pero el idilio tuvo su fin en 1990, cuando saltó el escándalo de Juan Guerra, hermano del por aquel entonces Vicepresidente del Gobierno. González siempre dio la cara por su número dos, convencido de la inocencia de su amigo. De hecho, llegó a acusar a la Oposición y a los medios afines de haber perpetrado una operación de acoso y derribo contra Guerra. Célebre fue el discurso de González en el Congreso de los Diputados, cuando llegó a poner a disposición su cargo en caso de que se demostrase la responsabilidad de Alfonso Guerra.

Los sucesivos acontecimientos y la dimensión que adquirió el asunto, hicieron que González optara por cesar a Alfonso Guerra de su cargo en el Gobierno en enero de 1991. En ese momento murió una amistad que se perduró durante dos décadas, pese a que Guerra seguiría controlando la organización del partido. Fueron los años en los que se popularizó la pregunta: ¿eres felipista o guerrista?

El enfado entre ambos dirigentes no se superó hasta 2007, durante la presentación de la primera novela de Rafael Vera, “Las 19 puertas”, cuando los dos históricos dirigentes volvieron a encontrarse y normalizar, de alguna manera, su relación. Ese día hablaron con cierto afecto, pero nada volvió a ser lo mismo.

Aznar-Rajoy: de la cordialidad a la enemistad 

En una entrevista concedida a Bertín Osborne en Mediaset en 2017, el expresidente del Gobierno, José María Aznar, confesó no haber sido nunca amigo personal de Mariano Rajoy. No obstante, sí que fue uno de sus hombres fuertes en las dos legislaturas de Aznar como presidente. Pese a la amistad que unía a Aznar con su Ministro de Economía, Rodrigo Rato, el primero optó por Rajoy como sucesor en el año 2003. Sus adversarios políticos consideraban que con aquella decisión, Aznar se aseguraba seguir mandando en la sombra. Durante años la creencia fue muy extendida, hasta que en el Congreso de Valencia del año 2008, tras su segunda derrota electoral frente a Zapatero, Rajoy siguió su camino, no dejándose influir por las recetas de Aznar para reafirmar los principios y valores del partido, resolver la crisis económica o para dar respuesta al desafío independentista catalán.

El divorcio fue tal que José María Aznar abandonó la presidencia de honor del PP, mientras la fundación que presidía, FAES, dejó de estar vinculada al partido de centro-derecha. Fueron meses en los que se especuló con la posibilidad de que el expresidente entre 1996 y 2004 se diera de baja como militante popular y pasara a formar parte de las filas de Vox.

Los reproches se intensificaban al mismo ritmo que el PP perdía apoyo en las sucesivas convocatorias electorales. Aznar incluso llegó a advertir que las medidas tomadas por Rajoy y su equipo habían vaciado de ADN al partido, reclamando a la dirección una “rectificación enérgica, creíble y suficiente” para evitar que el PP perdiera su espacio frente a Ciudadanos y Vox.

Paralelamente, Rajoy trataba de quitar hierro al asunto, afirmando incluso que ambos se llevaban "estupendamente". Especulaciones aparte, lo cierto es que Aznar volvió a hacerse visible con la marcha de Rajoy y la llegada de uno de sus discípulos ideológicos, Pablo Casado, a la presidencia del PP.

Susana Díaz fracasó en su operación de acoso y derribo contra Pedro Sánchez 

Mucho que hablar dio también la guerra interna entre el Secretario General del PSOE, Pedro Sánchez y los barones socialistas, encabezadas por la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, tras su negativa de facilitar la investidura de Rajoy tras las elecciones de junio de 2016. Una guerra que acabaría ganando Díaz, que forzó con los barones la dimisión de Sánchez aquel uno de octubre.

El objetivo de Sánchez era identificar a Susana Díaz como el ‘establishment’ y los partidarios de que el PP de Rajoy, acosado por los escándalos de corrupción, siguiesen gobernando. Una estrategia que a la larga le funcionó al hoy por hoy presidente del Gobierno en funciones.

Antes, con la marcha de Sánchez y la puesta en funcionamiento de la gestora, el PSOE afrontó un periodo de interinidad durante más de seis meses, hasta que se convocaron las primarias a la Secretaría General para el 21 de mayo de 2017. Proceso que buscaba coser las heridas internas que había dejado el comité federal del uno de octubre de 2016, aunque aquello era inviable, dado que dos de los tres candidatos, Pedro Sánchez y Susana Díaz, fueron dos de los protagonistas de aquella contienda interna. Unas primarias que dejó algo claro: el aparato del partido estaba con la presidenta de la Junta de Andalucía, pero las bases estaban con Sánchez, que se impuso con el 50% de los votos de la militancia, frente al 40% que apoyó a Díaz y el 10% a Patxi López.

"Vamos a construir el nuevo PSOE, el de los afiliados. Ahora vamos a tener un PSOE unido y rumbo a La Moncloa", declaraba Sánchez tras una victoria cuyas consecuencias fueron inmediatas con la dimisión de Antonio Hernando como portavoz del PSOE en el Congreso. Aquella noche comenzó la decadencia de Susana Díaz, que un año y medio más tarde perdió uno de los bastiones históricos socialistas: Andalucía.