Los asesinos en serie más sanguinarios de España

El Arropiero, el Mataviejas, el asesino de la baraja o el celador de Olot, criminales que se crecían con el dolor de sus víctimas

Asesinos en serie de la historia de España

Raquel Pérez Polo

Madrid - Publicado el - Actualizado

8 min lectura

La Ertzaintza se ha enfrentado estos días a la investigación más complicada de su historia, según afirman sus propios agentes. Buscaban a un joven latinoamericano, parece ser de nacionalidad colombiana, de entre 20 y 30 años, que se anunciaba con el nombre de Carlos en una red social de citas y que, al menos, está vinculado con la muerte de ocho hombres con los que quedaba en sus casas, a los que drogaba hasta la muerte. Después les desvalijaba sus cuentas corrientes. Los asesinatos han ocurrido en Blibao, todos en el Casco Viejo de la ciudad, pero "Carlos" se mueve por toda España. Este jueves, un joven de nombre Nelson David M.B., de 25 años y nacido en Colombia, se presentaba en la comisaría de la Ertzaintza de Irún "al enterarse de que se le estaba buscando", pero negando ser el autor de los asesinatos.

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La tétrica y sanguinaria historia de este último asesino en serie nos lleva a repasar la lista de otros criminales que disfrutaban arrancádoles la vida a sus víctimas.

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Manuel Delgado Villegas, 'el Arropiero'

El mayor asesino en serie español con casi medio centenar de víctimas es Manuel Delgado Villegas. Conocido como 'el Arropiero', Manuel tenía por ADN todas las condiciones para ser un asesino: poseía el cromosoma XYY o el síndrome 47 [lo que para el padre de la criminología Cesare Lombroso le predisponía para ser un criminal nato].

Lo cierto es que Manuel Delgado Villegas puso en jaque a la Policía y la Justicia española allá por la década de los 60 y 70 del siglo XX. Sevillano de nacimiento, tuvo una infancia violenta sometido a malostratos por parientes que le cuidaban junto a su abuela que se hizo cargo de él y su hermana cuando el padre, que había enviudado por el nacimiento de Manuel, se volvió a casar. A los 18 años ingresó en la Legión donde aprendió el golpe con el que mataba a sus víctimas y que consistía en golpear con la mayor fuerza posible en el cuello de sus víctimas con la mano abierta. Abandonó el Ejército y se dedicó a viajar por España, Francia e Italia vagabundeando y rodeándose de prostitutas. Fue detenido en 1971 acusado de la desaparición y asesinato de su novia, la Toñi. Nadie sospechaba que aquel hombre, tan limitado, y con su bigote de Cantinflas fuera el culpable. En un principio, negó los hechos, después confesó otros 43 crímenes.

“Soy un hombre muy tranquilo, no le he hecho mal a nadie...” dijo en su última entrevista en televisión, pero lo cierto es que era un verdadero psicópata comparable con “Jack el Destripador” o con “El Estrangulador de Boston”.

José Antonio Rodríguez Vega, el Mataviejas

José Antonio Rodríguez Vega, 'el Mataviejas'

José Antonio Rodríguez Vega es uno de los mayores asesinos en serie al violar y asesinar a mujeres que le recordaban a su madre. Asesinó a 16 ancianas por venganza: “Recordar a mi madre me excitaba”, decía.

El punto de partida de su locura lo podemos situar en 1974. José Antonio tiene solo 17 años y vive en Santander con su hermana Trina, su madre y su padre a quien una dura enfermedad tiene postrado en la cama. El joven es una persona agresiva y de comportamiento irascible que en ocasiones llega a golpear a su hermana y a su madre por el simple hecho de decidir que ven en la tele. Apenas unos meses antes de que llegue a la mayoría de edad, y por uno de esos enfados tira a su padre por las escaleras mientras le llevaba en silla de ruedas. Su madre decide que tiene que irse de casa. En 1978, es detenido acusado de ser “el violador de la vespa”, habría abusado sexualmente de más de una docena de mujeres, aunque la Policía no pudo determinar nunca la cifra exacta.

Pasó 8 años en prisión, al salir comenzó a ganarse la vida como albañil. Sus chapuzas eran sobre todo en casa de señoras mayores que vivían solas y a las que adulaba para ganarse su confianza. Cuando decidía matarlas, las asfixiaba provocándoles un edema pulmonar que hacía parecer que fallecían por causas naturales. Cuando la Policía tuvo claro que él era el asesino de Victoria, Simona, Margarita, Josefina, Manuela, Josefa, Natividad, Catalina, Isabel, María, Carmen y Engracia registró su domicilio en el que encontraron una habitación decorada con recuerdos de las casas de sus víctimas, desde de dentaduras, fotografías e incluso ropa. Fue condenado a 440 años de cárcel.

Francisco García Escalero, el Matamendigos

Francisco García Escalero, 'el Matamendigos'

Francisco García Escalero confesaba sus crímenes, pero nadie le creía. Entre 1987 y 1994, asesinó a 11 personas a las que decapitaba, mutilaba y prendía fuego.

Francisco había nacido en 1954 en Madrid, en una zona de 200 chabolas junto al cementerio de La Almudena, próximo al barrio de Ventas, un lugar que le marcaría para siempre. Desde muy niño empezó a desarrollar tendencias suicidas, se arrojaba a la carretera hasta que, con 12 años, un coche le atropelló hiriéndolo de gravedad. Para corregirle el comportamiento, su padre le propinaba brutales. Pero Francisco continuaba oyendo voces en la cabeza: “Me llamaban, me decían que hiciese cosas raras, que tenía que matar, que tenía que ir a los cementerios... ”.

En 1973 comete su primer delito grave al asaltar a una pareja en mitad de la noche junto a varios compinches. Retienen al novio y le obligan a presenciar cómo violan a la chica. Por este asalto y violación fue condenado a 12 años de cárcel. Al salir de prisión comenzó a consumir drogas y alcohol, convirtiéndose en un sin techo. Practicaba necrofilia con cadáveres que desenterraba en el cementerio de La Almudena y comenzó a matar mendigos y prostitutas a los que mataba a puñaladas, decapitaba y carbonizaba los cuerpos, pero llegó, incluso, a sacarles las vísceras. El 'Matamendigos' estuvo ingresado en centros psiquiátricos donde aseguró que había cometido hasta 13 crímenes, pero nadie le tomó en serio, e interpretó su historia como el fruto de una demencia.

Alfredo Galán, ‘el asesino de la baraja’

Alfredo Galán, ‘el asesino de la baraja’

Alfredo Galán Sotillo asesinó a sangre fría a seis personas a las que escogió al azar. Asesinatos de los que no se ha arrepentido. Las asesinó a sangre fría con su Voltro 98 de 9 milímetros, pistola que se trajo de Bosnia cuando formaba parte del Ejército. Su familia decía que Alfredo había vuelto de los Balcanes "raro por todo lo que había visto allí". No hablaba con nadie y solo veía películas violentas.

Pasó por Psiquiatría del Hospital Gómez Ulla de Madrid, del que salió con medicación. El Ejército le rescindió el contrato y su familia se le llevó a Puertollano donde comenzó a derrochar el dinero y a beber.

En 2003, 'el asesino de la Baraja' tuvo atemorizado durante largos meses a los ciudadanos de la Comunidad de Madrid. Tras matar, Alfredo dejaba un naipe en cada una de las escenas. Su primera víctima fue un joven de 18 años al que disparó en la nuca mientras esperaba el autobús cerca del pueblo de Barajas.

Tras muchas investigaciones, la Policía detuvo en Alcalá de Henares a Francisco Javier Antuñano, pero él no era quien dejaba los naipes. Alfredo Galán se entregaba en la Comisaría de Puertollano, el 3 de julio. Cumple una pena de 142 años de prisión. En la actualidad, ‘el asesino de la baraja’ ronda los cuarenta años. Mientras espera que le dejen en libertad, lee mucho y estudia.

Joaquín Ferrándiz, el asesino en serie de Castellón

Joaquín Ferrándiz, el asesino en serie de Castellón

Joaquín Ferrándiz Ventura cumple una condena de 69 años de prisión por violar y estrangular a cinco mujeres, tres de ellas prostitutas, en Castellón. Cometió los crímenes entre 1995 y 1996 mientras disfrutaba de libertad condicional.

De apariencia tranquila, nada agresivo, serio, inteligente, educado y trabajador (siempre muy bien vestido e impecable en las formas), Joaquín tenía una mente enferma. Vivía obsesionado con las mujeres por lo que contrataba prostitutas para matarlas. Su forma de actuar era muy curiosa: provocaba accidentes de tráfico, y tras prestarse a ayudar y llevar a la accidentada al hospital, luego las llevaba a un descampado donde abusaba sexualmente de ellas. Un día paso de las violaciones a matar.

Su primera víctima fue Sonia Rubio, una joven que conocía de vista. Tras "coincidir" con ella en una discoteca se prestó a llevarla a su casa. Esa noche Sonia desaparecía; cuatro meses después su cadáver era encontrado en un acantilado de Oropesa de Mar, dentro de un saco de cemento. Ferrándiz confesó, años después, que ató a Sonia, la amordazó y la llevó a un sendero cerca de la urbanización Les Platgetes donde la mató. Colocó un saco de cemento sobre su cara y las bragas de la chica anudando su cuello.

Tras el asesinato regresó a casa con su madre, en Castellón. Al día siguiente quedó para tomar algo con una novieta que tenía; el lunes fue a su trabajo en una empresa de cerámica como si tal cosa.

Joan Vila, el celador de Olot

Joan Vila, el celador de Olot

Joan Vila fue condenado a 127 años a Vila por ser culpable de asesinar a 11 ancianos en el geriátrico de Olot en el que trabajaba como celador. Según la sentencia de la sección tercera de la Audiencia Provincial de Girona: "el celador no sufre ni ha sufrido nunca una enfermedad mental".

Joan Vila, de 47 años, lloraba sin parar el día que le detuvieron, el 18 de octubre de 2010. Fue él quien confesó a la Policía que había acabado con la vida de Paquita Gironés, una mujer de 85 años, obligándola a beber un líquido desincrustante muy ácido en su habitación de la residencia. Paquita fue su última víctima, antes que ella habían sufrido la misma suerte otros 10 ancianos alos que Vila les suministró cócteles de pastillas o sobredosis de insulina. Las primeas ocho víctimas tuvieron una muerte menos dolorosa menos dolorosa que las tres últimas a las que suministró ácido y lejía. Murieron tras una terrible agonía.