Salchicha fría y pan para cenar: la rutina carcelaria de Puigdemont

Recibe el mismo trato que los presos comunes con los que comparte destino y en ningún momento ha pedido un trato especial

Salchicha fría y pan para cenar: la rutina carcelaria de Puigdemont

Rosalía Sánchez

Publicado el - Actualizado

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Tras su primera semana en prisión, Puigdemont se ha adaptado sin problemas a la rutina de la cárcel de Neumünster, en el norte de Alemania. Recibe el mismo trato que los presos comunes con los que comparte destino y en ningún momento ha pedido un trato especial, según asegura la directora de la prisión Yvonne Radtzki, y lo único que parece llevar un poco peor es el horario que obliga a cenar a las seis de la tarde y no volver a comer nada hasta el desayuno, que se sirve a las seis y media de la mañana. No se trata de un castigo, sino de un horario muy común en el día a día de los alemanes, al igual que el menú, que a menudo consiste en salchicha fría y pan para cenar y que tiene en el desayuno su punto más fuerte. “Sería injusto con el resto de los presos dar un trato especial a este en concreto solamente porque es un plítico, o porque  es famoso, o porque los medios de comunicación están pendientes de él”, justifica la directora Radtzki, “lo que sí es cierto es que al principio miramos un poco, naturalmente, si podíamos permitir que el señor Puigdemont participara directamente en el día a día de la cárcel. Pero no demasiado, porque Puigdemont llama la atención y puede desmejorar la rutina diaria, que es muy importante en una cárcel”.

Radetzki no lo admite, pero la presencia de Puigdemont se ha convertido en un incordio para el día a día de esta cárcel. Equipos de televisión montan guardia ante la fachada a la espera de cualquier movimiento y los presos sienten que son el centro de atención mediática, lo que termina ocasionando anomalías en la rutina. Bastante más claros son los habitantes de Neumünster, que acaban de descubrir quién es Puigdemont y que siguen con interés ahora las noticias sobre Cataluña, viendo en televisión las imágenes de manifestaciones violentas en Barcelona y asaltos a los peajes. Por ahora el peregrinaje a la cárcel de Puigdemont, aunque intensificado en estos pasados días festivos de Semana Santa, no es más que un goteo, pero las autoridades de Neumünster no desearían que ese ambiente crispado y violento que perciben en las noticias se traslade a las calles de esta ciudad de apenas 70.000 habitantes.

A la espera de que se dirima su horizonte penal, Puigdemont se ha adaptado a la vida en una celda de siete metros cuadrados en la que cuenta con “lo habitual”, según Radtzki, que incluye una cama, un lavabo, un armario, una estantería y una televisión. Se muestra “agradable al trato y reservado”, según los funcionarios que se ocupan de él. Las dos horas de visitas al mes de que dispone han sido empleadas por el momento para recibir a políticos de los dos extremos parlamentarios, la extrema derecha del partido antieuropeo Alternativa para Alemania, y la extrema de Die Linke. No hay noticia de una petición de visita de su mujer o sus dos hijas. Puigdemont puede llamar por teléfono, pero no recibir llamadas. No puede usar Internet, pero está permitido el uso de Skype con supervisión del personal de la cárcel.

En Pascua han recibido los reclusos platos de celebración ajenos al menú diario, como una tableta de chocolate y un helado, pero el día a día del comedor, que Puigdemont comparte con el resto de los presos, está muy lejos de la cultura culinaria catalana. Ragú de vaca o pescado ahumado norteño son los más habituales, además de la omnipresente patata. En la sala de tiempo libre, la televisión alemana emite informes explicando quién es Puigdemont, hijo de un pastelero, periodista de profesión y que oculta tras su peculiar peinado cicatrices ocasionadas por un accidente de tráfico sufrido en los 80. Poco después viajó a la antigua Yugoslavia, donde las “naciones sin estado” inspiraron sus principios políticos, explica el canal de la televisión pública alemana ZDF sobre el preso que no acude a estas dependencias y al que el resto de encarcelados ven solamente en el comedor.

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