Historia de ETA

Sesenta años de dolor y sangre

El coche bomba con el que ETA mató a 21 personas en el Hipercor de Barcelona. EFE

Agencia EFE

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Un grupo de jóvenes vascos, que creó en 1952 el colectivo Ekin como alternativa a la pasividad que observaba en los dirigentes del PNV, adoptó en 1958 el nombre de Euskadi Ta Askatasuna (ETA) -Euskadi y Libertad- y asumió que la defensa de la patria vasca pasaba necesariamente por el uso de la violencia.

Hoy, casi sesenta años después, ese nombre, esas tres letras, que se atribuye a uno de aquellos nuevos "gudaris", José Luis Álvarez Enparantza, "Txillardegi", han marcado buena parte de la historia reciente del País Vasco y de toda España dejando un reguero de dolor y sangre: 7.265 víctimas, entre ellas 864 muertos, según los datos del Ministerio del Interior.

Las estadísticas oficiales consideran que la primera víctima de ETA fue una bebé de veintidós meses, Begoña Urroz, asesinada el 27 de junio de 1960 por la explosión de una bomba en la estación de tren de Amara en san Sebastián, aunque la banda terrorista nunca ha reconocido su autoría.

ETA reconoce como su primer asesinato el del guardia civil José Antonio Pardines, que recibió cinco disparos el 7 de junio de 1968 en un control de tráfico cuando paró el coche en el que viajaban los etarras Txabi Echebarrieta e Iñaki Sarasketa y les pidió la documentación del vehículo.

Hasta entonces, casi una década después de su fundación (salvo la controvertida muerte de Begoña Urroz) ETA se había limitado a una violencia de baja intensidad, a debates estratégicos y organizativos y a buscar fondos para financiar la lucha armada, algo que primero logró con robos a entidades bancarias, pero que finalmente hallaría con el "impuesto revolucionario" -extorsión a empresarios y profesionales- y los secuestros, 79 a lo largo de su historia.

José Antonio Pardines fue el primero de los más de doscientos guardias civiles asesinados por los terroristas, que suponen el mayor número de muertos en atentados de la banda, solo superados por los cerca de 350 civiles, empezando el 9 de abril de 1969 por el taxista burgalés Fermín Monasterio.

Echebarrieta fue el primer asesino y también el primer muerto de ETA, ya que cayó en un tiroteo con una pareja de la guardia civil pocas horas después de asesinar a Pardines, convirtiéndose así en un "mártir", cuya muerte inspiró posteriores atentados como el asesinato del comisario Melitón Manzanas, primera muerte planificada por la banda, el 2 de agosto de 1968.

ETA actuó por primera vez en Madrid el 20 de diciembre de 1973 y lo hizo con su atentado más espectacular: el asesinato del presidente del Gobierno, el almirante Luis Carrero Blanco, con la colocación de una bomba que los etarras activaron al paso del vehículo oficial.

El asesinato de Carrero le valió a ETA cierta simpatía por parte de los antifranquistas, que se puso en cuestión en septiembre de 1974 cuando los terroristas cometieron su primer atentado indiscriminado al provocar la muerte de trece personas en la cafetería Rolando de Madrid.

El debate sobre ese cambio de estrategia en puertas de la muerte de Franco y cuál debía ser el futuro de la banda al morir el dictador tuvo como resultado la escisión de la banda en "milis" y "polis-milis", partidarios los primeros de continuar la lucha armada y los segundos de priorizar la vía política.

ETA siguió matando durante la transición y, de hecho, esos fueron sus años más sangrientos, los denominados "años de plomo": 66 muertos en 1978, 76 en 1979 y 98 en 1980.

Fue también la época en la que los etarras se movían con relativa libertad por el sur de Francia -se hablaba del "santuario"- hasta que el 14 de junio de 1984 se firmó el primer acuerdo hispano-francés para combatir a los terroristas.

Desde entonces la colaboración francesa ha sido determinante para la derrota de ETA; desde el principio se tradujo en el comienzo de las extradiciones (1984), la deportación a Gabón del entonces número uno de la banda, Txomín Iturbe, (julio de 1986) y el descubrimiento de "los papeles de Sokoa" (noviembre de 1986), que permitió desarticular el aparato de finanzas de los terroristas.

A mediados de los ochenta los etarras cometieron varios de sus atentados más sangrientos: el de la plaza de la República Dominicana de Madrid, con 12 guardias civiles muertos (julio de 1986); el de la casa cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza (diciembre de 1987), con 11 personas muertas -entre ellas 5 niños-, y sobre todo la bomba en el aparcamiento del Hipercor de Barcelona que mató a 21 personas en junio de ese mismo año.

El 29 de enero de 1988 ETA ofrece su primera tregua y en los meses siguientes se produjeron las conversaciones de Argel, que fracasaron en abril de 1989.

La década de los 90 empezó con una sucesión de atentados que convirtieron el año 1991 en el cuarto con mayor número de víctimas en la historia de ETA (46) y siguió con uno de los mayores golpes policiales a la banda, la desarticulación de su cúpula en Bidart, en marzo de 1992.

De esos años es la estrategia de "socialización del sufrimiento", en la que destaca el asesinato del dirigente del PP vasco Gregorio Ordóñez (23 de enero de 1995), el secuestro del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara -el más largo de la historia de ETA- (enero de 1996), el asesinato del expresidente del Tribunal Constitucional Francisco Tomás y Valiente (febrero de 1996) y el secuestro y asesinato del concejal del PP en Ermua Miguel Ángel Blanco (julio de 1997).

La muerte de Tomás y Valiente, con el surgimiento del fenómeno "Manos Blancas" y la de Blanco, que originó el llamado "Espíritu de Ermua", supusieron la pérdida definitiva de respaldo social para ETA.

El pacto por las libertades y contra el terrorismo (2000) y la Ley de Partidos (2002), que permitió a los jueces actuar contra el "entorno" de ETA, fueron los protagonistas de los primeros años del nuevo siglo, mientras proseguían los éxitos de la lucha antiterrorista con numerosas detenciones y una cada vez mayor colaboración con Francia.

El 22 de marzo de 2006 los terroristas anunciaron un "alto el fuego permanente" después de que, tras conversaciones exploratorias, el gobierno socialista pidiera al Congreso autorización para entablar un hipotético diálogo con ETA.

El atentado en el aparcamiento de la T-4 de Barajas en el que murieron dos trabajadores ecuatorianos puso fin a aquella tregua, aunque la banda ya daba síntomas de estar cada vez más debilitada por los golpes policiales y por la ruptura de la disciplina en las cárceles.

El 30 de julio de 2009 ETA cometió sus dos últimos asesinatos en España al matar a dos guardias civiles en Palma de Mallorca y el 16 de marzo de 2010 se cobró su última víctima, un policía francés.

Finalmente, tras varios anuncios parciales, el 20 de octubre de 2011 la banda terrorista decretaba "el cese definitivo de su actividad armada".

Han hecho falta casi siete años más para que, derrotada, sin apenas capacidad operativa, la última de la grandes bandas terroristas europeas se apreste a disolverse, si es que se cumplen las expectativas tras hacerse pública hoy una carta de ETA en la que asegura que ha disuelto "completamente todas sus estructuras".

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