Coca, cuna de emperadores y testigo de una fascinante historia de amor

Este castillo es un reducto defensivo en medio de la llanura castellana, inexpugnable, bellísimo y diferente con sus muros de ladrillo

Coca, cuna de emperadores y testigo de una fascinante historia de amor

Ana L. Quiroga

Publicado el - Actualizado

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Lo primero que nos sorprende al llegar a los pies del Castillo de Coca, es comprobar que, al contrario que la mayoría, este no está en un alto que le permita ver al enemigo antes de que se aproxime peligrosamente.

Este castillo es un reducto defensivo en medio de la llanura castellana, inexpugnable, bellísimo y diferente con sus muros de ladrillo.

Bajo estos muros de ahora, ya hubo otros antes casi desde la noche de los tiempos y Coca, 151 años antes de Cristo, era ya una ciudad en toda regla.

Cuenta el historiador romano Apiano que, en aquella época, tenía 20.000 habitantes que es una barbaridad teniendo en cuenta que en la actualidad no llega a los mil ochocientos y que, a día de hoy, 20.000, es el número de habitantes que tienen ciudades actuales tan importantes y significativas como Medina del Campo o Calatayud.

Coca, cuna de emperadores y testigo de una fascinante historia de amor

A pesar de la larga historia de Coca, donde nació el mismísimo emperador romano Teodosio El Grande y de las fortalezas que fueron sucesivamente levantadas en este lugar, el castillo, tal como lo conocemos, es del siglo XV y, además de impactar con sus torres, la del Homenaje, la de la Muralla o la de los Peces, en el interior sorprende con un auténtico laberinto de galerías, estancias y escaleras que se mantuvieron en pie a pesar de que los franceses lo dejaron arrasado.

Traspasado el enorme foso construido como primer cordón de seguridad, encontramos su muro de protección, el paseo de ronda y el patio de armas y ya, superada esa segunda barrera, las torres y estancias, entre ellas la Sala de los Jarros también llamada Sala de los Secretos con una acústica tan especial que, igual que ocurre en otra del Monasterio de El Escorial, si dos personas se colocan en extremos opuestos de ella y susurran mirando a la pared, se escuchan como si estuvieran hablándose al oído mientras el resto de personas que estén en el centro de la sala, no pueden oírlas.

Resulta curioso que este castillo tan impresionante, sea huérfano de leyendas, tal vez porque la realidad histórica supera cualquier leyenda fruto de la imaginación.

Coca, cuna de emperadores y testigo de una fascinante historia de amor

Cuenta la historia que aquí, vivía María de Fonseca, hija del Señor de Coca y que se enamoró perdidamente del Marqués de Cenete al que su padre, en un alarde de presuntuosidad, bautizó como Rodrigo Díaz de Vivar, intentando que su hijo quedara indefectiblemente unido al Cid Campeador con el que no tenía relación alguna de parentesco, aunque andando el tiempo, por méritos propios y por su valentía en diferentes contiendas, fue nombrado Conde del Cid, señor de Jadraque y Marqués de Cenete.

María y el marqués, ante la oposición familiar, optaron por casarse en secreto.

Ocurrió que el padre de ella tenía otros planes y, después de muchas intrigas, consiguió permiso de Isabel la Católica para casar a la chica contra su voluntad y que encerraran al marqués en el castillo de Cabezón.

Como ella se negó a mantener relaciones con el marido impuesto y demostró que había consumado el matrimonio secreto con el marqués, aprovechando que la reina Isabel estaba ya muy enferma, Fernando el Católico, ordenó que María de Fonseca fuera recluida de por vida en el convento de las Huelgas.

Pasado el tiempo, el marqués recuperó su libertad y él, guerrero curtido en mil batallas, raptó a la chica en el monasterio y la llevó a Jadraque, fortaleza de su propiedad.

Años más tarde, serían perdonados por Fernando el Católico y su matrimonio quedaría validado. Cuentan que, María de Fonseca, nunca volvió a Coca.

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