Los Peares, donde los dioses se reconcilian y dejan pepitas de oro, tras pasionales desencuentros

Entre Lugo y Orense, en plena Ribeira Sacra, están Los Peares, donde se puede apreciar la unión del río Miño

Los Peares, donde los dioses se reconcilian y dejan pepitas de oro, tras pasionales desencuentros

Ana L. Quiroga

Publicado el - Actualizado

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A caballo entre Lugo y Orense, en plena Ribeira Sacra, están Los Peares, un lugar que, además de su belleza paisajística, nos ofrece el impresionante espectáculo de la unión del río Miño y el Sil, bajo un puente de hierro del que dicen que fue construido por discípulos de Gustave Eiffel.

Lo que realmente impacta, es ver y escuchar de cerca la unión de los dos ríos, porque no se mezclan en silencio, sino con un sonido que va desde la cadencia suave del discurrir tranquilo del agua, al mayor de los estruendos cuando bajan bravos. Además, viviendo ese encuentro a pie de río, se entiende perfectamente ese dicho según el cual “el Miño lleva la fama y el Sil el agua”, porque el Sil llega caudaloso y el Miño con menos agua, pero con más fuerza y se funden en un abrazo ruidoso y a veces ensordecedor.

Los Peares, donde los dioses se reconcilian y dejan pepitas de oro, tras pasionales desencuentros

Foto cedida por Turismo de Galicia

Ese es, dicen, el lugar exacto en el que Júpiter y su esposa Juno se reconciliaron y donde habitan después de un bronco y pasional desencuentro.

Ocurre que Júpiter, que era el principal dios de la mitología romana, era también un poco libertino y que, por ello, traía por la calle de la amargura a su esposa Juno y cuenta la leyenda que él, se enamoró profundamente de la belleza de la que hoy conocemos como Ribeira Sacra y para demostrarlo, trazó filigranas sinuosas en la montaña para que por ellas fluyera un río que la hiciera más bella, el Miño, que todavía hoy refleja con singular hermosura los rayos del sol y se convierte en una impresionante serpiente de algodón cuando la niebla descansa sobre sus aguas.

Juno, muerta de celos, quiso romper aquella armonía y belleza marcando la zona con una profunda cicatriz por la que Júpiter, muy enfadado, la condenó a vagar eternamente. Para disimular aquella herida en la tierra de la que se había enamorado, él, hizo que la arena y las piedras del fondo se transformaran en oro y las cubrió de agua, convirtiendo así la herida provocada por la celosa y vengativa Juno en un nuevo, caudaloso y singular río, el Sil, que transcurre por profundos cañones ocultando y arrastrando pepitas de oro.

Los Peares, donde los dioses se reconcilian y dejan pepitas de oro, tras pasionales desencuentros

Foto Santialonsovigo

Pero como incluso a los dioses les gustan los finales felices, cuentan los anales mitológicos que Júpiter y Juno se perdonaron y decidieron habitar juntos, en un abrazo eterno en Los Peares, justamente allí donde se unen las aguas de los dos ríos, el del amor y el de la discordia, el Miño hacedor de paisajes sin igual y el Sil, con su fondo repleto de pepitas de oro que, según el decir popular, pulen cada día unas ninfas llamadas “lavandeiras”, antes de que la corriente las arranque del fondo y las deposite en la orilla.

Un poco antes, allí donde el Miño dibuja una de sus filigranas más hermosas y muy cerca de donde hoy se encuentra el llamado Mirador do Cabo do Mundo (Mirador del fin del mundo), el desnivel abrupto desde la cima hasta el río, nos recuerda otra historia de heroísmo y muerte, que los más ancianos de la zona nos contaban a sus nietos.

Los Peares, donde los dioses se reconcilian y dejan pepitas de oro, tras pasionales desencuentros

Foto Santialonsovigo

Nos contaron que, en esa zona altamente fértil, repleta de bosques y viñedos, vivía una tribu pacífica que se dedicaba a cultivar los campos y a cuidar de su ganado, pero que, cuando otra tribu cercana quiso invadirla, sus habitantes improvisaron armas y decidieron luchar para defender sus tierras y sus vidas. Después de muchos días de lucha cruenta y cuando los invasores estaban a punto de vencerlos, acordaron morir antes que rendirse. Las mujeres optaron por arrojarse al vacío con sus hijos mientras los hombres lucharon hasta que no quedó ninguno vivo. Por eso, según la tradición popular, aquel precipicio pedregoso, se llamó “la peña del fin del mundo”

Mito, leyenda y ancestro en Los Peares, el lugar de la Ribeira Sacra en el que se reconcilian los dioses y se serena el espíritu.