Medinaceli y la tumba secreta de Almanzor, enterrado con su espada y una armadura de oro

La puerta árabe, nos recuerda la inquietante figura de Almanzor que después de haber ganado todas las batallas e incluso robar las campanas de la catedral de Santiago

Medinaceli y la tumba secreta de Almanzor, enterrado con su espada y una armadura de oro

Ana L. Quiroga

Publicado el - Actualizado

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En Medinaceli, Soria, el espectacular arco romano que, desde lejos, llama nuestra atención, nos recibe y nos habla de que, por ese mismo lugar, bajo esas mismas piedras, en el siglo I de nuestra era, tenían que pasar los soldados romanos para entrar o salir de esa fortificación que, entonces, rodeaba todo el altozano el que está situada. Los dos ojos laterales que lo hacen único en España, eran el lugar de paso para la gente de a pie.

La puerta árabe, nos recuerda la inquietante figura de Almanzor que después de haber ganado todas las batallas e incluso robar las campanas de la catedral de Santiago, fue herido de muerte en Calatañazor y vino a morir aquí, a Medinaceli, entonces bajo su dominio.

Medinaceli y la tumba secreta de Almanzor, enterrado con su espada y una armadura de oro

Dicen que fue enterrado con su espada, una armadura de oro y un cuantioso tesoro, todo ello cubierto con tierra de los lugares que había conquistado, porque cuentan que cada vez que concluía una batalla, se hacía sacudir el polvo de la ropa para que, cuando llegara la hora de su muerte, lo cubrieran con él. Aunque no se sabe a ciencia cierta el lugar en el que fue enterrado con su fastuoso tesoro, los expertos creen que sus restos habrían sido depositados en el centro del castillo árabe en el que él residía y sobre el que más tarde fue construido el que podemos ver en la actualidad, cuyos sus imponentes muros dieron cobijo al mismísimo Cid y que, en su antiguo patio de armas, hoy alberga el cementerio de Medinaceli.

Medinaceli y la tumba secreta de Almanzor, enterrado con su espada y una armadura de oro

Caminar por sus calles estrechas de casas blasonadas y señoriales, sobre todo en otoño e invierno, cuando el pueblo está sumido en el silencio de la soledad porque viven allí menos de cien personas en esa época, detener los pasos para saborear la sensación de escuchar otros que han hecho historia sobre esas mismas piedras, asomarse a su Plaza Mayor porticada, antiguo foro romano, en la que destaca el Palacio Ducal convertido en centro de exposiciones y que conserva unos impresionantes mosaicos romanos, dejarnos sorprender por la espectacular Colegiata de la Asunción donde tienen su panteón los Duques de Medinaceli y en la que podemos ver, además del Cristo Crucificado de Medinaceli original y una réplica exacta del Jesús de Medinaceli de Madrid, todo eso, es un regalo para la mente y los sentidos.

Medinaceli y la tumba secreta de Almanzor, enterrado con su espada y una armadura de oro

Así es Medinaceli, la ciudad del cielo, tal como la describió Gerardo Diego en un bellísimo poema:

“Ciudad del Cielo soñada

recostada

en la arista tajadora

de aquel cerro de codicias

donde ensaya sus primicias

el águila planeadora.

Ciudad del Cielo, Medina

diamantina,

inviolable a las mesnadas

y a los ángeles abierta.

Ciudad dormida despierta

y abre tus alas plegadas

que tienes ancha la puerta”