Palacio del Marqués de Santa Cruz, una joya renacentista única en España

Está escondida en un pequeño pueblo de La Mancha

Palacio del Marqués de Santa Cruz, una joya renacentista única en España

Ana L. Quiroga

Publicado el - Actualizado

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En Viso del Marqués, un pequeño pueblo perdido en el corazón de la Mancha, en Ciudad Real, a cientos de kilómetros de la costa y a 800 metros sobre el mar, nos aguarda la más grande historia de la Armada Española e incluso algún galeote con sus cañones por banda, porque allí, casi escondido en el interior del Palacio del Marqués de Santa Cruz, una joya renacentista única en España, se encuentra uno de los archivos navales más grandes del mundo.

A medida que nos vamos acercando, nos sorprenden la silueta del imponente palacio y la torre de la Iglesia de la Asunción, contrastando con la inmensidad de la llanura castellana.

Una vez traspasada su puerta, en ese edificio singular, nos encontramos con todas sus paredes cubiertas de espectaculares frescos que lo mismo nos trasladan a legendarias historias mitológicas, a ciudades italianas que tuvieron relación con su propietario, que nos muestran grandiosas batallas navales o que nos invitan a recorrer la genealogía de Don Álvaro de Bazán, Capitán General de la Mar Oceana, marino invicto en las mil y una batallas que libró a lo largo de su vida contra franceses, turcos, portugueses, berberiscos o ingleses.

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Subir sus escaleras, con héroes mitológicos observándonos desde los laterales y las bóvedas, nos permite comprender por qué Felipe II, habiendo descubierto este palacio en una de sus visitas a la localidad, decidió llevarse a parte de los artistas para que decorasen su obra maestra, el Monasterio de El Escorial.

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De la importancia de Álvaro de Bazán como marino, dejó constancia Lope de Vega, que llegó a combatir a sus órdenes: “El fiero turco en Lepanto,/ en la Tercera el francés,/y en todo mar el inglés,/tuvieron de verme espanto./Rey servido y patria honrada/ dirán mejor quién he sido/ por la cruz de mi apellido/ y con la cruz de mi espada”.

Cervantes, compañero de armas en Lepanto, también inmortalizó en El Quijote la figura de ese marino invicto, narrando la captura de “La Presa”, una galera comandada por un hijo del temido pirata Barbarroja: “Tomola la capitana de Nápoles, llamada La Loba, regida por aquel rayo de la guerra, por el padre de los soldados, por aquel venturoso y jamás vencido capitán don Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz…”.

Fue ese marino ilustre, Marqués de Santa Cruz de Mudela, quién ordenó construir este palacio en un lugar tan pequeño y alejado del mar que resulta chocante y por eso, los propios viseños (gentilicio de Viso del Marqués) tienen un rotundo dicho según el cual “el Marqués, construyó este palacio en el Viso porque pudo y porque quiso”.

Miles de metros de frescos lo convierten en un lugar único en España, capaz de competir en belleza y singularidad con los mejores palacios renacentistas italianos y, en sus sótanos, 16 kilómetros de estanterías repletas de legajos con la historia de la marina, desde el siglo XVI hasta casi la mitad del XX, lo acreditan como uno de los archivos navales más grande del mundo.

A su lado, la Iglesia de la Asunción en la que se guarda un cocodrilo del Nilo, de más de cuatro metros que se ha convertido en todo un icono y símbolo de la localidad. Cómo llegó desde el Nilo hasta el corazón de La Mancha es un misterio en el que la leyenda y la realidad se entrecruzan.

Cuentan algunos que ese saurio, conocido como “Lagarto del Viso”, deambulaba por los alrededores de la localidad, atacando y matando a todo el que se acercaba, hasta que un joven que se encontraba preso en la cárcel de Toledo se ofreció para matarlo a cambio de su libertad. Aceptó el corregidor la oferta y dicen que el joven, de un certero golpe de lanza, consiguió acabar con el animal y así recobrar su libertad.

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Otra historia, más cercana a la realidad, habla de que fue el propio Don Álvaro de Bazán, quién, tras capturar a unos piratas que habían robado la cría de cocodrilo en un templo egipcio, decidió quedarse con el animal y trasladarlo a su palacio donde lo mantuvo como guardián de la vecina iglesia y que cuando el cocodrilo murió, ordenó disecarlo y que fuera colocado en la pared del templo del que había sido guardián.

Un halo de anécdota y misterio más en torno a un personaje histórico y su sorprendente palacio.