Caravaca de la Cruz, fe, historia y leyenda en una ciudad santa

Perdida en el interior murciano, destacando sobre un paisaje duro, está Caravaca de la Cruz, un lugar en el que todo gira en torno a su castillo y a su Santuario de la Vera Cruz

Caravaca de la Cruz, fe, historia y leyenda en una ciudad santa

Ana L. Quiroga

Publicado el - Actualizado

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Perdida en el interior murciano, destacando sobre un paisaje duro, está Caravaca de la Cruz, un lugar en el que todo gira en torno a su castillo y a su Santuario de la Vera Cruz.

Es, junto con Roma, Jerusalén, Santiago de Compostela y Santo Toribio de Liébana, una de las cinco ciudades santas de la cristiandad que, cada siete años celebra su año jubilar, gracia que le fue concedida por el Papa Juan Pablo II.

En lo más alto de la ciudad y visible desde todos los puntos, su castillo, emanando toda la leyenda que rodea a los caballeros templarios y a los caballeros de Santiago, un castillo imponente que conserva 14 espectaculares torres y encierra, en su corazón, la más preciada de las joyas, la Basílica Santuario de la Vera Cruz que, en un espectacular relicario en el interior de la emblemática cruz de Caravaca de cuatro brazos, guarda un fragmento del madero en el que fue crucificado Jesús y que, por su fama de milagroso, hace que, desde muchos siglos atrás, el Santuario sea un lugar de peregrinación.

Fotos cedidas por Turismo de la Región de Murcia y por el Ayuntamiento de Caravaca de la Cruz

Cuenta la leyenda que, en época del rey moro Abu-Zeit, entre los prisioneros cristianos que tenía en las mazmorras del castillo, había un sacerdote al que el rey, picado por la curiosidad de los ritos cristianos, le propuso decir misa y lo preparó todo para que así fuera. El sacerdote, sin embargo, le dijo que no podía oficiarla porque para ello necesitaba un crucifijo que no había y cuentan que, en ese ese momento, por una de las ventanas, entraron dos ángeles sujetando una Cruz que en su interior contenía un fragmento de aquella en la que fue crucificado Jesucristo. El rey, asombrado por aquel milagro, se convirtió al cristianismo.

Como siempre, es difícil establecer la frágil línea que separa la realidad de la leyenda. En este caso, lo que sí está confirmado por los expertos es que el rey Abu-Zeit y su familia, efectivamente terminaron convertidos a la religión cristiana.

Dicen también, que en un tiempo en que los musulmanes sitiaron ese castillo y para forzar a que los caballeros templarios y los vecinos que estaban en su interior se rindieran, envenenaron el agua de todos los pozos de los alrededores. Viendo que estaban condenados a una muerte segura, un grupo de caballeros consiguió romper el cerco musulmán y llegar hasta las proximidades de Lorca donde, al comprobar que el agua también allí estaba contaminada, llenaron sus odres de vino y al galope, rompiendo otra vez las líneas musulmanas, regresaron al castillo. Después de bendecir el vino con la Cruz de Caravaca, se lo dieron a beber a los enfermos. Asombrados al ver que se curaban milagrosamente de sus males, decidieron volcar parte de los odres en los pozos y el agua antes turbia y envenenada, se volvió potable, permitiéndoles resistir y, finalmente, derrotar a los musulmanes que los habían sitiado. Una historia inmortalizada en un monumento, “los caballos del vino”, a los pies del castillo.

Ese lugar mágico, situado en una de las cinco ciudades santas de la cristiandad, tuvo que superar difíciles avatares e incluso ver como su relicario original que logró sobrevivir al saqueo de las tropas napoleónicas, no pudo hacerlo a la mano desaprensiva de un desconocido.

Fotos cedidas por Turismo de la Región de Murcia y por el Ayuntamiento de Caravaca de la Cruz

Cuenta la historia que cuando Napoleón invadió España, viendo que sus tropas arrasaban con todo a su paso, los caravaqueños decidieron que aquel preciadísimo relicario que guardaba un fragmento de la Santa Cruz, fuese escondido por los vecinos. Cuando los franceses fueron expulsados y la ocupación terminó, lo devolvieron a su lugar. Sin embargo, poco antes de la guerra civil, alguien robó el relicario y nunca se volvió a encontrar.

Los dos pequeños fragmentos del lignum crucis que hoy se veneran, fueron regalados en 1945 por el Papa Pio XII y a la Basílica Santuario de la Vera Cruz, siguen llegando cientos de miles de peregrinos.

Este año 2024, año jubilar en Caravaca de la Cruz, muchos de ellos, después de hacer 22 kilómetros a pie, en bicicleta o a caballo, volverán a casa con una Caravaquensis bajo el brazo, el certificado que los acredita como peregrinos y con toda la protección que brinda un lugar sagrado, eterno, como este, bajo el signo de la Cruz.

Extramuros, mucha belleza y muchas más leyendas con caballeros templarios y bellas princesas como protagonistas y fuentes termales cuyas templadas aguas se vuelven heladas como tributo a una triste historia de amor.