Pastrana, la oscura cárcel de una princesa misteriosa y urdidora de intrigas

Hay varias versiones sobre el motivo de ese encierro

Pastrana, la oscura cárcel de una princesa misteriosa y urdidora de intrigas

Ana L. Quiroga

Publicado el - Actualizado

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“Una oscura cárcel”, así definió la Princesa de Éboli, el Palacio Ducal de Pastrana, en Guadalajara, en el que había sido confinada por orden de Felipe II.

Hay varias versiones sobre el motivo de ese encierro. Unos hablan de que las intrigas de la princesa intentando socavar el poder del rey, fue la razón. Otros aseguran que el rey, sintiéndose culpable de haber permitido el asesinato del secretario de su hermanastro don Juan de Austria, a instancias, entre otros, de la princesa, decidió hacerla pagar por ello y una tercera versión cuenta que fue por un ataque de celos porque la princesa habría sido amante de Felipe II y éste no soportaba que ella mantuviera una aventura con uno de sus ministros.

El caso es que a la princesa la encerraron en una estancia de ese palacio que pertenecía a su familia y para evitar que se fugara le pusieron rejas de hierro al balcón, un balcón al que ella solo podía asomarse durante una hora cada día y por eso la plaza en la que está el palacio se llama Plaza de la Hora.

Pastrana, la oscura cárcel de una princesa misteriosa y urdidora de intrigas

Era Ana de Mendoza, princesa de Éboli, además de poderosa y urdidora de intrigas, una mujer misteriosa, tanto que incluso se desconoce la razón por la cual se quedó tuerta. Hay quién habla de un accidente en su época infantil jugando con otros niños; otros dicen que fue por una caída de un caballo.

Aunque hubo un tiempo en que algunos historiadores pusieron en duda que fuera tuerta, distintos profesionales de la medicina en diferentes épocas, empezando por el mismísimo doctor Gregorio Marañón, confirman que sí tenía un problema en ese ojo porque aparece hundido y con la ceja ligeramente descolgada y la mayoría de ellos coinciden en que seguramente lo habría perdido por un golpe porque si hubiera sido una herida, con los pocos medios que había entonces, habría sufrido infecciones y Ana de Mendoza, tuvo una estupenda salud de hierro. Para hacer esos estudios, los investigadores se basaron, fundamentalmente, en varios retratos encargados por su hijo y otros familiares en los que aparece con un parche en su ojo derecho y que, por haber sido encargos familiares, no parecen dejar lugar a la duda.

El palacio ducal fue la cárcel y última morada de una de las mujeres más poderosas de su época y de carácter tan complicado que la llevó a enfrentarse incluso con Santa Teresa de Jesús.

En 1948, Cela en su libro Viaje a la Alcarria escribió que, en Pastrana, le parecía haber vuelto a la Edad Media y hoy, tantos años después, su centro histórico, afortunadamente, no ha cambiado mucho.

Así lo describió Cela: … “ El viajero sale a caminar la ciudad y anda por las calles de los viejos nombres, por las calles alfombradas de guijarrillos menudos, ante las casas de puertas claveteadas de gruesos hierros y de balcones adornados con macetas de geranios, de claveles, de esparraguera y de albahaca. Pastrana es una ciudad con calles de nombres hermosos, llenos de sugerencias: calle de las Damas, del Toro, de las Chimeneas, calle de Santa María, del Altozano, del Regachal, calle del Higueral, del Heruelo, de Moratín”.

Pastrana, la oscura cárcel de una princesa misteriosa y urdidora de intrigas

Pastrana es todo eso que decía el escritor, es eso y mucho más, es La casa del Calatravo, la Casa de la Inquisición, la del Judío, el Convento de las Carmelitas de Santa Teresa, la Fuente de los Cuatro Caños, la calle Mayor por la que discurren los encierros de toros durante las fiestas… y, por supuesto, la Colegiata en cuya cripta está enterrada la fascinante y misteriosa Princesa de Éboli, un lugar cargado de belleza e historia, con un impresionante y exclusivo un museo de tapices con escenas tan asombrosamente perfectas que parece imposible que estén tejidas.

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