Tabarca, la isla engañosa, que crece, se encoje o deforma y guarda el secreto de un tesoro pirata
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Cuenta la historia que Carlos III, rescató a 269 pescadores italianos que, allá por el siglo XVIII, habían sido apresados y esclavizados por los tunecinos en una isla cercana a Túnez, llamada Tabarka. Una vez liberados, el rey ordenó que fueran llevados a otra isla en las proximidades de Alicante, isla que ellos llamaron Nueva Tabarca y en la que, también por orden real, se les construyeron casas y se les facilitaron medios para subsistir de la pesca. Por eso, porque los primeros pobladores fijos de este lugar eran originarios de Italia, todavía hoy muchos de sus habitantes llevan apellidos italianos.
La isla, antes llamada de San Pedro porque según la leyenda el mismísimo San Pedro habría recalado en ella en uno de sus viajes, había sido hasta la llegada de los italianos, un refugio perfecto para los piratas berberiscos que, lo mismo asaltaban barcos que saqueaban los pueblos de la costa cercana.
Nueva Tabarca, terminó siendo amurallada para evitar que los piratas siguieran considerándola refugio seguro desde el que perpetrar sus fechorías, pero como recuerdo del paso de los berberiscos, existe la creencia popular de que, donde ahora se encuentra la Iglesia de San Pedro, existe una gruta secreta en la que los piratas han escondido los tesoros fruto de sus asaltos.
Para sentir el latido del corazón de la isla hay que entrar en ella por alguna de sus puertas fortificadas, detenerse ante alguna de las hornacinas que homenajean sobre todo a la Inmaculada Concepción, patrona de la isla desde hace más de 250 años, pasear por su puerto, admirar la contundencia de los restos de su muralla o visitar el faro, antigua escuela de fareros.
La historia nos dice que el 1 de junio de 1854, ese faro se encendió por primera vez “un cuarto de hora antes de la puesta de sol a fin de que en este tiempo pueda tomar la luz su completo desarrollo y se apagará como los demás, un cuarto de hora antes de la salida del sol”, siguiendo las instrucciones de los ingenieros, para dar seguridad a los barcos que navegaban en las cercanías de los fondos rocosos que rodean la isla y que habían sido causa de numerosos naufragios en la antigüedad, tal como atestiguan los restos que se han encontrado en sus proximidades. El aceite primero, la parafina después y el petróleo más tarde, eran los combustibles que daban vida a su linterna, porque la luz eléctrica no llegaría a Tabarca hasta 1964 gracias a un generador y sólo desde 1999 tiene acceso a la red eléctrica.
Esa isla, sigue siendo lo que los antiguos llamaron “Isla Engañosa”, porque tiene la capacidad, todavía hoy, de crecer, encogerse o deformarse en un raro espejismo que los expertos denominan Fata Morgana, un efecto óptico consecuencia de una inversión de la temperatura capaz de engañar al ojo humano.
Allí, rodeada de mar, entre sus lugares más legendarios, se encuentra la Cueva del León Marino. Según la leyenda, hace mucho tiempo, los pescadores de la zona se sorprendieron al ver como un león marino nadaba en círculos frente a la entrada de esta cueva, como queriendo protegerla. Cuando consiguieron acercarse, comprobaron que dentro, había un león marino hembra y su bebé. Los dos estaban muertos. A la vista de los pescadores, el león marino macho, entre lastimeros sonidos, se lanzó contra las redes con tal fuerza que también murió.
Otras versiones más truculentas hablan de que fueron los pescadores quienes dieron muerte a los leones marinos, enfadados porque les ahuyentaban la pesca y otra más increíble todavía, habla de que en el fondo de esa cueva sigue habitando un monstruo, mitad hombre mitad pez, que sale en las noches de niebla intentando capturar a algún incauto que cometa la temeridad de acercarse a ella.
Es la fascinación de una isla cargada de historias, a sólo unos minutos de navegación de Alicante.