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Abascal se prepara para revalidar un liderazgo cuestionado internamente por vez primera
Belén Gil Orantos
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Belén Gil Orantos
A pocas horas de que termine el plazo para presentar candidatos a la Presidencia de Vox, todo apunta a que Santiago Abascal será el único en optar al cargo y saldrá reelegido líder del partido, un liderazgo que, sin embargo, se le puede complicar por primera vez debido a algunos movimientos internos.
El sorpresivo adelanto de la asamblea general de principios de marzo a finales de enero se ha visto como una estrategia de Abascal para abortar voces críticas y asegurarse un nuevo mandato, incluso sin necesidad de que tengan que celebrarse elecciones.
Y es que fuentes de la dirección han planteado la posibilidad de que si finalmente solo él se presenta, el Comité Electoral podría proclamarle candidato electo, con lo que se convertiría directamente, de nuevo, en presidente del partido por otros cuatro años.
Pero tras casi diez al frente de Vox -en septiembre de este año llegará a la decena- por primera vez está en cuestión su dirección como consecuencia de varios factores a los que, por ahora, no ha podido o no ha sabido responder.
La pérdida de diputados en las generales del pasado 23 de julio (pasó de 52 a 33) supuso su primer gran fracaso después de éxitos constantes desde la irrupción de Vox en las instituciones en diciembre de 2019.
Aunque públicamente achacó los resultados a la campaña del PP a favor del voto útil, ya surgieron voces dentro del partido poniendo en duda la estrategia electoral diseñada por la dirección y hablando de la "bunkerización" de Abascal y sus más directos colaboradores.
El corsé de Bambú
Un dominio absoluto de unos pocos que tampoco está gustando a militantes y cargos autonómicos y municipales elegidos en los comicios del 28 mayo, de los que, a diferencia de los generales, sí salió bastante airoso con la entrada de Vox en los gobiernos de cinco comunidades autónomas y más de 140 ayuntamientos.
Estos cargos apenas tienen margen de maniobra en sus territorios, donde cada paso que pretenden dar es revisado previamente, lo que les deja encorsetados siempre a expensas de las directrices fijadas en la madrileña calle Bambú, la sede nacional del partido.
Así se ha denunciado en un manifiesto anónimo que en los últimos días está circulando por las redes sociales, en el que se asegura que no existe democracia interna ni hay órganos para encauzarla y que se persigue la libertad de opinión, además de dudar del destino de los fondos económicos del partido.
Desde el núcleo duro de Vox se ha restado importancia a este escrito. Es un "dicen que dicen", comentó este lunes el secretario general, Ignacio Garriga, y recalcó que "más allá de la literatura", si alguien tiene quejas, el partido tiene "cauces adecuados" para exponerlas.
Sobre su autoría, aún desconocida aunque hay teorías para todos los gustos, ironizó con que "podría salir de Ferraz o de la sede de cualquier sindicato".
También se habla de que procede de algún concejal molesto por no entrar en la Ejecutiva provincial, de afines al vicepresidente del partido y exsecretario general, Javier Ortega Smith, e incluso de la propia cúpula para crear confusión y frustrar una verdadera alternativa.
Tensión del alto voltaje
La propia estructura cerrada y vertical de Vox hace difícil calibrar hasta donde llega la contestación a Abascal, pero, en cualquier caso, la tensión interna se percibe cada vez más alta.
Sobre todo, después de las marchas obligadas o voluntarias de varios miembros destacados como Iván Espinosa de los Monteros, uno de los más laureados para suceder a Abascal, aunque sin embargo él en ningún momento se ha postulado públicamente ni ha hecho reproche alguno a la dirección.
Encuadrado en el denominado ala liberal del partido, Espinosa de los Monteros se ha desvinculado, desde que decidió renunciar al acta de diputado por motivos personales, de las cuestiones internas del partido y se ha centrado en su labor empresarial.
Ortega Smith, que sigue como vicepresidente, diputado y concejal en el Ayuntamiento de Madrid y tiene un perfil más duro y conservador, sí se ha mostrado crítico con Bambú en las redes sociales, donde tras el fracaso de julio llegó a decir que Vox debía dejar de ser una "agencia de colocación de amigos" y regresar a sus valores y principios originales.
Estas críticas, unidas a las polémicas que ha protagonizado en las últimas semanas en las manifestaciones de Ferraz contra la amnistía y en el pleno municipal, han hecho que haya sido señalado como posible rival de Abascal, lo que desmintió con rotundidad la semana pasada asegurando que nunca ha sido esa su intención.
No obstante, parece casi seguro que Abascal, que ha anunciado ya cambios en su Ejecutiva, prescindirá de él y dará paso a nuevas caras, como la portavoz en el Congreso, Pepa Millán, y varios miembros de gobiernos autonómicos.
Pero sin duda entre las voces más activas en las redes en contra del liderazgo de Abascal está la exdiputada Macarena Olona, expulsada del partido en septiembre de 2022 después del fiasco de su candidatura en las elecciones andaluzas.
"Hoy termina el plazo para presentar candidaturas al Congreso que se ha preparado Abascal para que nadie más pueda discutirle la presidencia de Vox", ha escrito este martes Olona, para quien "empieza la deriva de Vox: su podemización".
Un augurio que Abascal y su círculo han denostado en más de una ocasión, pero aunque el golpe del adelanto de la asamblea puede haber atajado cualquier alternativa con posibilidades de quitarle la dirección, está claro que por delante le espera un camino más difícil porque debe afrontar un inédito cuestionamiento al frente del partido.