Afganistán, paradigma de la capitulación de Occidente ante el yihadismo

La invasión de Afganistán ha sido motivo de polémica por el comportamiento de Estados Unidos

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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La retirada de las tropas americanas de Afganistán, después de veinte años de sangrienta e inútil ocupación, para dejarla ahora en manos de los talibanes, exige una explicación rigurosa que no se ande por las ramas de la ingenuidad y la imprecisión.

La decisión del Presidente Joe Biden, que endosó la que ya había tomado su antecesor, Donald Trump, so pretexto de unas negociaciones de paz en Doha que no han conducido a ninguna parte, supone, sencillamente, una capitulación de Occidente ante la arrolladora fuerza del radicalismo islámico. Lleva razón Biden cuando alega ahora que permanecer un año o cinco años más en Afganistán no hubiese cambiado en nada la situación. La suerte estaba echada desde el mismo momento en que Washington quiso vengarse del ataque a las Torres Gemelas, persiguiendo hasta la muerte al lider de Al Qaida, Osama Ben Laden, acogido por el entonces jefe de los talibanes, el jeque Mohamed Omar.

En Afganistán había ocurrido poco antes un hecho histórico del que Washington no ha aprendido nada la derrota del Ejército Rojo, en las postrimerías de la Unión Sóviética, que también tuvo la ocurrencia de ocupar el país para apoyar el régimen comunista instalado en Kabul. La insurgencia inmediata de los islamistas, apoyados por numerosos países islámicos, en especial Arabia Saudita y, sobre todo, los propios Estados Unidos (estábamos aún en la "Guerra fría") que no dudaron en armar a los talibanes surgidos de las fronterizas madrasas pakistaníes fronterizas.

Aquella guerra duró cuatro largos años y el Ejército Rojo tuvo que retirarse dejando el campo libre a los talibanes que, de inmediato, instauraron un emirato islámico. Fue la primera gran victoria que se anotó el yihadismo en el Siglo XX, frente a un mundo considerado ateo y, por tanto, "territorio de guerra" (Dar el Harb), es decir, lo que justifica la "Guerra Santa" prescrita por el Corán. Aquí hay que hacer una precisión inesquivable: todo

musulmán está obligado a defender su fe islámica cuando se ve amenazada por quienes no comulgan con su fe.

La guerra contra la URSS fue una guerra religiosa y esto es lo que ha sucedido con la insurgencia de los talibanes frente a los gobiernos supuestamente democráticos que han intentado implantar los Estados Unidos durante los veinte años de ocupación. Estamos asistiendo, pues, a una versión radical del "choque de civilizaciones " anunciado por Hunttington y en el cual los Estados Unidos son la más genuina expresión de todos los males imaginados por el radicalismo islámico y que empiezan con el abandono de Dios por parte de la mayoría social occidental.

Puede que no importe ahora mucho que, al final, se hayan impuesto los talibanes en Afganistán. Lo que sí importa es cómo van a gestionar los radicales islámicos esta nueva victoria contra un mundo hostil -Occidente- que ha abandonado sus señas de identidad cristiana y contra el cual, el Islám se ve llamado a ocupar su lugar para hacer justicia a su fe en Dios, tal y como ya advirtió el lider islamista sudanés Hasan El Turabi hacia más de veinte años.

Ahora, el radicalismo islámico, que parecía estar concentrado en los países africanos del Sahel y, en especial, en Nigeria, se va a ver reforzado hasta unos límites que todavía no se sospechan en Occidente. De nada van a valer las armas de destrucción masiva, como las empleadas en Afganistán, en esta guerra global que se avecina porque el problema real radica en una concepción de la fe que en nuestro mundo, supuestamente civilizado, ha dejado de entenderse.

Estamos ya ante una guerra entre la fe islámica y el relativismo de las nuevas ideologías liberal-socialistas que han llevado a Occidente a la apostasía y la bancarrota moral, tal y como denunció en tantas ocasiones y7 por todos los foros de Europa -sin éxito- el Papa Benedicto XVI. Y para esa guerra, reconozcámoslo, no estamos preparados, ni lo estaremos si no recuperamos las auténticas señas de identidad que hicieron posibles los primeros pasos de la unión europea frente a la barbarie del nazismo y del marxismo, para luego abandonarlas y caer en brazos del nihilismo, la antesala del yihadismo, si me permiten decirlo...

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