HABLAN LAS VÍCTIMAS

Un huérfano cada 8 días, los olvidados de la violencia de género

El calvario que sufren las mujeres maltratadas no termina con su asesinato. Continúa en sus hijos, que a menudo tienen que convivir con una pérdida doble

Un huérfano cada 8 días, los olvidados de la violencia de género

Marcelino Abad

Publicado el - Actualizado

5 min lectura

El último recuerdo que Víctor guarda de su madre es un dibujo. No le pintó una sonrisa ni su peculiar lunar en el labio. Tampoco la retrató haciendo el desayuno o diciéndole que se diera prisa, como solía hacer cuando los dibujos de 'David el Gnomo' lo distraían de la taza. La pintó tirada en el suelo, con los ojos inundados en sangre y la cabeza colgando de un hombro. Su padre la había estrangulado.

Aunque han pasado más de veinte años, algunas noches la escena vuelve a su memoria. Como un flashback, se ve a sí mismo en la cama, con las sábanas por encima de la cabeza y abrazado con fuerza a su gusiluz. Con nueve años tuvo que cargar la losa de ser el hijo de un asesino en lugar de la víctima de un asesinato. Cayó en el olvido de los poderes públicos y fue diana de una sociedad que escondía la violencia de género debajo de la alfombra. “Aunque intentaban disimularlo, algunos padres preferían que no tuviera relación con sus hijos. Para un niño que ha perdido el consuelo de una madre, es duro. Muy duro porque hace que te sientas culpable”, relata.

PENSIONES DE ORFANDAD QUE NO LLEGAN A 200 EUROS

A finales de 2018, los huérfanos siguen siendo los grandes olvidados de la violencia machista. Parece que desaparecen cuando las cámaras dejan de grabar, pero luchan por seguir adelante pese a la dejadez de las administraciones. Tan olvidados que no fue hasta 2013 cuando se empezaron a contabilizar en las estadísticas del Ministerio de Sanidad. Desde entonces, son 226 los menores huérfanos, lo que implica que en los últimos cinco años, un niño ha perdido a su madre cada ocho días.

Hubo que esperar hasta 2015 para que el legislador les reconociera la condición de víctima. Como justifica el preámbulo de la ley de protección de la infancia, “es singularmente atroz la violencia que sufren quienes viven y crecen en un entorno familiar donde está presente la violencia de género”. Pese a ello, las pensiones de orfandad que reciben no superan, en el mejor de los casos, los doscientos euros mensuales, según cálculos correspondientes a 2017 del Fondo de Becas Fiscal Soledad Cazorla, un colectivo formado por la Fundación Mujeres y la familia de la que fuera primera fiscal de sala contra la violencia de género.

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Operarios de los servicios funerarios retiran el cuerpo de una mujer asesinada en Bilbao

Actualmente, los hijos de las mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas son considerados huérfanos absolutos –de ambos progenitores–. Sin embargo, los que perdieron a sus madres antes del 2008 tienen que acreditar que cotizaron 15 años a la Seguridad Social o 500 días en los cinco años anteriores al fallecimiento para acceder a una pensión. Los que se quedaron huérfanos después de 2008 tienen que justificar que la mujer estaba en el momento del asesinato dada de alta en la Seguridad Social o como demandante de empleo. Unos requisitos que han dejado sin prestación de orfandad a muchas víctimas dado que un 20% de las mujeres asesinadas tenía menos de 30 años, aunque no existen cifras oficiales sobre el número de huérfanos que se ha quedado sin pensión.

Esta situación va a cambiar, aunque no sabe exactamente cuándo. Tras más de un año de trabajo, este mes el Congreso ha aprobado ampliar la cuantía de las pensiones a un mínimo de 600 euros, con efectos retroactivos desde 2004, y eliminando los requisitos que ahora dificultan su obtención.

FAMILIAS ROTAS A CARGO DE LOS NIÑOS

El reconocimiento de la pensión de orfandad no es, ni de lejos, el problema mayor al que se enfrentan los huérfanos de la violencia machista. La onda expansiva que genera cada asesinato se extiende, además de sobre el componente psicológico, sobre aspectos relacionados con el cuidado de los menores.

ENTIERRO EN ARAHAL (SEVILLA)

Familiares de una mujer asesinada en un momento de su funeral

“Normalmente, son los familiares quienes se hacen cargo del cuidado de los huérfanos. Sobre todo los abuelos maternos”, señala el II informe anual del Fondo de Becas Fiscal Soledad Cazorla. Pero si el menor no es adoptado, acogido o tutelado por sus familiares, la Administración asume su cuidado. Un aspecto criticado de la norma es que pierden el derecho a la pensión de orfandad en caso de adopción. “No parece muy concordante que, para poder proporcionar mayor protección jurídica y cotidiana a un menor huérfano de violencia de género, este tenga que ser penalizado con la pérdida de la totalidad de su pensión. El menor es la auténtica víctima”, criticó este mayo David, padre adoptivo de su sobrina, durante un acto en el Congreso de los Diputados para visibilizar la situación de los huérfanos. Con tres años, la niña vio cómo su padre mataba de un tiro en la sien a su madre.

CASI MIL MUJERES ASESINADAS SOLO DESDE 2003

Según el Ministerio de Sanidad, solo desde 2003 -primero en que se empezaron a hacer estadísticas oficiales- son 972 las mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas. La Fundación Mujeres critica la falta de ayudas para reparar los daños que la violencia de género deja en los huérfanos. La propia ley de protección de la infancia dispone que “esta forma de violencia afecta a los menores de muchas formas. En primer lugar, condicionando su bienestar y desarrollo. En segundo lugar, causándoles serios problemas de salud. En tercer lugar, convirtiéndolos en instrumento para ejercer dominio y violencia sobre la mujer. Y, finalmente, favoreciendo la transmisión intergeneracional de estas conductas violentas sobre la mujer por parte de sus parejas o exparejas”.

El calvario que sufren las mujeres maltratadas no termina con su asesinato. Continúa en sus hijos, que además de verlas morir, muchas veces tienen que convivir con una pérdida doble: la de madre y padre. Aunque desaparecen de las noticias cuando el caso deja de ser actualidad, su vida sigue. De nada sirven las manos en la cabeza o los minutos de silencio si no reciben el apoyo debido.

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Una imagen que dejó la manifestación del 8-M en Santander

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