Jiménez Lozano susurra en letra pequeña la grandeza de los desvalidos

Roberto Jiménez

Directa al corazón o a la inteligencia, la carga de profundidad de los cuentos de José Jiménez Lozano detona sin estridencia, como prédica en el desierto de un tiempo sin referencias donde la ética y dignidad figuran en trance de museo o almoneda.

Es una constante en la galería de protagonistas de "La querencia de los búhos" (Ediciones Encuentro), el duodécimo libro de cuentos del escritor y articulista José Jiménez Lozano (Langa, Ávila, 1930), veintiocho narraciones breves convertidas en literatura con la misma receta de siempre: vivencias personales tamizadas por el imaginario.

Mujeres y hombres afligidos, inocentes postergados en la escala social, seres invisibles sin margen de remontada, personas relegadas por convicciones caducas o demodé desfilan por estos relatos donde los grandes interrogantes resbalan por la aparente sencillez de su armazón literario.

La ínfima jerarquía de todas ellas no altera las convicciones a las que se aferran con el mismo instinto natural o querencia de los búhos, protagonistas del cuento que da titulo al volumen, animales que no abominan del espacio donde siempre se sintieron amparados, "guardianes silenciosos" de lugares sagrados ahora en ruinas por incuria e ignorancia de la modernidad, sostiene el escritor.

El resultado es el de una conciencia libre e independiente asumida por esos "seres de desgracia" a pesar del coste añadido, incluido el esfuerzo de contención frente a la intromisión de las instituciones en la organización y disposición de las vidas privadas, un asunto recurrente de la obra de Jiménez Lozano desde su primera novela "Historia de un otoño" (1971).

En la mayoría de los cuentos de "La querencia de los búhos" gravita un antagonismo radical sobre el significado de conceptos como la libertad y dignidad: el que entienden los personajes de los relatos y el que les imponen las administraciones desde una pretendida tutela que aquellos no comparten en sus formas.

Así ocurre en el cuento titulado "El plato único", instaurado oficialmente en un municipio por el alcalde para socorrer a los más necesitados con el dinero ahorrado con el ayuno del segundo, "aunque no nos apartábamos de ayudar a los que lo necesitaban con lo que hiciera falta y nosotros tuviéramos", dice uno de sus protagonistas.

En "Ni un detalle", Jiménez Lozano desliza la amarga queja de quien, impelido por la autoridad y en aras de la dignidad, debe dejar su empleo de hombre-anuncio: "pues entonces los políticos, que no van entre dos cartones sino entre billetes de banco anunciando lo que venden, ¿dónde tienen la dignidad?", se pregunta su esposa.

La despoblación, el cambio climático, el acoso y derribo de usos tradicionales, la derrota de la fe, la subversión de valores, el progreso de espaldas a la naturaleza y el desdén por los seres considerados inferiores sobrevuelan en estas narraciones, aristas que hieren la sensibilidad del escritor y transmuta en historias.

Son indicadores de una época en perpetua revisión, sin andamiaje, abocada a la ruptura constante y a la permanente construcción lo que transmiten esta gavilla de relatos "que piden pararnos y mirar", que "están escritos para releerlos. ¿Por qué?, porque nos recuerdan aquellos instantes de la vida que la hacen más verdadera", escribe en el epílogo Antonio Martínez-Illán, profesor de la Universidad de Navarra.

José Jiménez Lozano, que el próximo 13 de mayo cumplirá 89 años, es autor de una fecunda y extensa obra en forma de ensayo, novela, cuento y poesía, galardonada con los principales premios de las letras hispanas, entre ellos el Cervantes, el Nacional de la Crítica, y el de Las Letras.