Pedro Sánchez, más cerca que nunca de finiquitar la carrera política de Susana Díaz tras la sentencia
Ferraz busca aprovechar la sentencia de los ERE para deshacerse de la expresidenta de la Junta y emprender la reforma del PSOE andaluz
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No hay mal que por bien no venga, pensará Pedro Sánchez. Y es que la sentencia de los ERE no solo ha servido para condenar a varios exaltos cargos de la Junta de Andalucía, entre ellos a los expresidentes Griñán y Chaves. También ha constituido un nuevo golpe a la Secretaria General del PSOE andaluz, Susana Díaz, a la que Ferraz vuelve a echar el ojo aprovechando la coyuntura para tratar de enterrarla políticamente de manera definitiva y emprender una regeneración profunda en el socialismo andaluz. Al fin y al cabo, Griñán fue su padre político.
En realidad la trayectoria política de Díaz acabó la noche del 2 de diciembre de 2018, cuando tras casi cuarenta años de gobiernos socialistas en Andalucía, las tres derechas (PP, Ciudadanos y Vox) sumaron mayoría absoluta para arrebatar al PSOE su principal feudo. Ferraz soñaba con que Susana Díaz dimitiera tras la debacle.
No lo hizo, y optó por liderar la oposición, pero a Pedro Sánchez dejó de ver en la dirigente andaluza una rival fuerte. No en vano perdió las primarias frente al propio Sánchez y, al final, ha sido la última responsable en que el PSOE quedara fuera del Palacio de San Telmo. Díaz se presentaba ante la dirección nacional sin capacidad de exigir nada. En los últimos meses incluso la relación Sánchez-Díaz parecía haberse normalizado. En un mitin de campaña el presidente del Gobierno en funciones le echó hasta un capote con la frase “vamos a echarte una mano para que cuanto antes vuelvas a ser presidenta”. Pero no está nada claro que vuelva a repetir como candidata a la Junta.
Ahora la dirección nacional ve posibilidades de que Sánchez gane definitivamente la guerra que inició contra Susana Díaz, y que comenzó hace algo más de un lustro, con la llegada de Sánchez por primera vez a la Secretaría General del PSOE en verano de 2014, precisamente gracias al apoyo de la federación andaluza.
Susana Díaz discrepa de la estrategia de Sánchez
Pese al apoyo de Díaz, las discrepancias comenzaron pronto. El PSOE pasaba por una crisis de apoyos electorales, con el PP gobernando con una cómoda mayoría absoluta en España y en buena parte de los ayuntamientos y las CCAA. Dos meses después de hacerse con la victoria en las primarias, llegaron los primeros enfrentamientos. Cómo gestionar el auge de Podemos fue el motivo de discordia, ya que Susana Díaz siempre mostró sus reservas a pactar con el partido de Pablo Iglesias.
No había acabado el 2014 cuando la por entonces presidenta de la Junta de Andalucía no descartaba dar un paso al frente y optar a liderar en el futuro el partido. Las malas relaciones con Sánchez eran un secreto a voces: "Pude ser secretaria general del PSOE el pasado verano. El tren pasó. Si vuelve a pasar el tren, ya se verá y, si no pasa, tampoco pasa nada", llegó a declarar. La idea de que Díaz dirigiera al partido no disgustaba a algunos barones como a Fernández Vara o García-Page, a los que desde la dirección nacional les acusaba de deslealtad.
Díaz gana las elecciones andaluzas y Sánchez cosecha los peores resultados del PSOE
La figura de Susana Díaz cotizaba al alza, máxime cuando en marzo de 2015 logró ganar con holgura las elecciones en Andalucía pese a la aparición de Podemos y de Ciudadanos, aunque no logró ser investida hasta junio gracias al apoyo de la formación de Albert Rivera, poniendo así de manifiesto que el socialismo andaluz era más proclive a pactar con el centro en lugar del partido morado, socio preferente de Ferraz.
Unos meses más tarde, Pedro Sánchez llevó al PSOE a cosechar los dos peores resultados del partido en unas elecciones generales y salir por la puerta de atrás de la Secretaría General, dejando un partido centenario más dividido que nunca. De hecho, todo parecía indicar que el final de Sánchez estaba escrito desde el 26 de junio de 2016. Si bien logró evitar el “sorpasso” de Podemos, el PSOE no pasó de los 85 diputados. Cinco menos que en los comicios de diciembre de 2015.
Los barones contrarios a Sánchez, liderados por Díaz, derrocan a Sánchez
Una disyuntiva marcó el verano de 2016 entre los dirigentes: facilitar o no un gobierno de Mariano Rajoy. Ferraz lo tenía claro con aquella célebre frase de Pedro Sánchez, “No es no”, que reiteró durante el comité federal del 9 de julio. La mayoría de los barones optaban por contra por dar la llave de la gobernabilidad al PP para evitar unas terceras elecciones.
Con el inicio del curso político y tras perder Rajoy la segunda votación de investidura, Sánchez no descartaba abrir una vía de diálogo con Podemos y Ciudadanos, que tanto Iglesias como Rivera rechazaron por “incompatibilidad de caracteres”. Paralelamente, los barones menos afines al Secretario General, con Susana Díaz al frente, mostraban cada vez más en público su descontento con la posición de Ferraz.
Así las cosas, Sánchez se vio obligado a convocar al comité federal el uno de octubre para reconducir la situación. Pero la guerra estalló cuando Sánchez propuso de cara a esa cita aprobar un calendario de primarias para elegir al Secretario General. Detrás de aquella propuesta, Sánchez buscaba reforzarse ante las bases para buscar una alternativa de Gobierno con Podemos y, aunque nunca se manifestó expresamente, con los nacionalistas vascos y catalanes. Algo que irritó al ala moderada del PSOE que representaba Susana Díaz, Emiliano García-Page o Javier Lambán, o a activos históricos del partido como Felipe González. “Sánchez criminaliza de la situación a los barones”, llegó a lamentar el presidente de Castilla-La Mancha.
La situación era insostenible, máxime después de que el PSOE cosechara pésimos resultados en las elecciones vascas y catalanas del 26 de septiembre. Durante la semana que culminaría con el comité federal, los barones buscaban neutralizar la posibilidad de primarias el 23 de octubre. Posición que se acabó por imponer aquel fatídico sábado uno de octubre de 2016. Noche que acabó con llantos, reproches y con Pedro Sánchez dimitiendo. El PSOE quedaría en manos de una gestora que encabezaría el presidente de Asturias, Javier Fernández.
Pedro Sánchez no se rindió y venció en las primarias a Díaz
El PSOE afrontó un periodo de interinidad durante más de medio año, hasta que se convocaron las primarias a la Secretaría General para el 21 de mayo de 2017. Proceso que buscaba coser las heridas internas que había dejado el comité federal del uno de octubre, aunque aquello era inviable, dado que dos de los tres candidatos, Pedro Sánchez y Susana Díaz, fueron dos de los protagonistas de aquella contienda interna. Unas primarias que dejó algo claro: el aparato del partido estaba con la presidenta de la Junta de Andalucía, pero las bases estaban con Sánchez, que se impuso con el 50% de los votos de la militancia, frente al 40% que apoyó a Díaz y el 10% a Patxi López.
"Vamos a construir el nuevo PSOE, el de los afiliados. Ahora vamos a tener un PSOE unido y rumbo a La Moncloa", declaraba Sánchez, que asumió de nuevo el liderazgo ocho meses después de su dimisión. Muchos de los críticos con el Secretario General en su primera etapa, suavizaron sus posturas, como el ex presidente Felipe González: "Quiero ser optimista y quiero, además, no interferir”, manifestó.
Línea en la que fue la gran derrotada, Susana Díaz, que confesó en su regreso a Sevilla entre risas y en petit comité que “los militantes le dieron una hostia.” Ya en público, instó a todos a “ayudar, aportar y dar lo mejor que tenemos del PSOE de Andalucía.”
Susana Díaz pierde Andalucía
Y se cerró el círculo. La derrota de Susana Díaz en las primarias del PSOE solo fue el principio del fin de su hegemonía. Año y medio después, el PSOE obtuvo los peores resultados de su historia en unas elecciones andaluzas. Con 33 escaños fue la fuerza más votada, pero la suma de PP, Ciudadanos y Vox permitieron desalojar al PSOE del poder tras cuatro décadas al mando.
La desmovilización del electorado, los casos de corrupción que asolaban a cargos de los diferentes gobiernos socialistas en la comunidad o la gestión del Ejecutivo de Sánchez con la crisis en Cataluña, rompieron el suelo electoral que cosechó José Antonio Griñán en 2012.
De esta manera, el PSOE se quedó sin su comunidad fetiche, su principal granero de votos. Ni Ferraz ni la federación andaluza, la más poderosa del PSOE por número de militantes y poder orgánico, barruntaban el golpe, que sirvió de pretexto a Pedro Sánchez para salir de las garras del “susanismo” a la hora de confeccionar las listas al Congreso para las elecciones generales del 28 de abril, dejando de lado cualquier resto de la dirigente andaluza.
A finales de 2019, 'el susanismo' parece que ha tocado fondo y con pocas opciones de flotar, especialmente tras la demoledora sentencia de los ERE dado a conocer este martes por la Audiencia Provincial de Sevilla. Quizás la líder del PSOE andaluz tenga las horas contadas en el puesto, y Sánchez complete su victoria en esta guerra de los cinco años.