Sánchez convierte la crisis de Gobierno en la antesala de una larga campaña
El presidente rompe la Legislatura en dos en un intento de girar de nuevo al centro
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Pedro Sánchez ha vuelto a virar ante el riesgo de descarrilar. Ha cerrado una etapa en la que la pandemia le rompió la cintura, para emprender una nueva de algo más de dos años en la que le será vital frenar la cotización a la baja desde el batacazo del 4-M y la apuesta definida oficialmente “de Estado” de la concesión de los indultos a los líderes del “procés”. Y para lograrlo ha revolucionado el ala socialista del Consejo de Ministros, rejuveneciéndolo con un cambio de caras, mujeres procedentes de distintas federaciones, algunas del municipalismo.
La organización ha sido al final la cantera presidencial y además mandando un mensaje de reconciliación con los distintos sectores, para intentar dar impulso a la aspiración de Sánchez de llegar vivo hasta el segundo semestre de 2023, presidencia de turno de la Unión Europea descontada, y con las municipales y autonómicas por meta en el camino. Las proyecciones más optimistas sobre la mesa del presidente arrojarían en estos momentos un empate técnico con el PP para esa cita del tercer domingo de mayo de 2023, antesala de las generales.
Tal perspectiva demoscópica, reconocen en la sala de máquinas monclovita, podría darse de ir todo sobre ruedas, insuflando oxígeno a un PSOE desangrado por los cuatro costados. Como baza, Sánchez cuenta con la recuperación, sobre el uso de los fondos europeos, y el plan de reformas asociadas. De ahí el blindaje imprimido en los cambios gubernamentales al equipo económico. Al dejar el timón en manos de Nadia Calviño, el presidente ha hecho una apuesta inequívoca ante Bruselas, mientras la sangría ha alcanzado de lleno al área política, incluido el núcleo duro con las salidas de Carmen Calvo, José Luis Ábalos e Iván Redondo.
Calvo y Redondo han aparecido en esta crisis como dos polos de presión internos cuya pésima relación había convertido la misma Moncloa en un continuo runrún de murmuraciones, conspiraciones y ruidos internos en general. Tal y como reconocía un fontanero, “los pasillos son horrible”. La despedida del hasta ahora todopoderoso gurú ha sido motivo de celebración en el PSOE. Y rápidamente se extendió en sus filas la idea de que la caída de Iván Redondo llegó tras su desmesurada ambición de ocupar el Ministerio de la Presidencia. Un cargo asumido por quien fuese uno de sus contrapesos, Félix Bolaños, despuntando como hombre fuerte a la vera de Pedro Sánchez, además de una figura de consenso en la calle Ferraz.
“El presidente alumbra un Gabinete de refresco con fichajes de trayectoria orgánica”. Es una de las claves para interpretar sus decisiones en opinión de cercanos a Pedro Sánchez. La suya ha sido una suerte de enmienda a la totalidad. “Una vuelta a los orígenes”, según diversas interpretaciones internas, al integrar a figuras tales como Óscar López, jefe de gabinete, Isabel Rodríguez o Pilar Alegría, ministras de Política Territorial y de Educación, respectivamente. Ninguno de ellos dio a Sánchez su apoyo en las primarias de un PSOE ya en reconstrucción con los materiales que el presidente y nadie más que él ha determinado: Juventud -una obsesión -, frescura, cercanía y feminismo. El diseño permite además arrinconar a Unidas Podemos que, con Yolanda Díaz como candidata, anda orquestándose como una izquierda 2.0.
Sánchez ha ofrecido argumentos para acallar voces del partido que reclamaban el Gobierno de refresco. Su mensaje entre líneas de que va a poner toda la carne en el asador para ganar, o al menos intentar salvar, las sucesivas citas con las urnas hasta las generales era lo que muchas federaciones querían advertir para ponerse en marcha. Sus cambios gubernamentales tienen en el 40º Congreso Federal del PSOE de mediados de octubre su próxima parada en la búsqueda de la renovación interna pendiente. Dicen que Pedro Sánchez ya está en ello para abrir las puertas a una larguísima campaña.