Yolanda Díaz refuerza su proyección a costa de desestabilizar a Podemos

Dirigentes morados ejercen de ojos y oídos de la vicepresidenta en el seno de una organización en declive

Yolanda Díaz refuerza su proyección a costa de desestabilizar a Podemos

Ricardo Rodríguez

Publicado el - Actualizado

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Yolanda Díaz quiere encarrilar su proyecto sin ataduras y a tal fin ha diseñado una estrategia consistente en la entrega sin reservas de los diferentes actores llamados a conformar su “frente amplio”. Que cada pieza encaje por su propio peso en su sitio. Las esenciales y las secundarias. Una fórmula al margen de tutelas orgánicas que ha dejado a Podemos sin un papel protagonista. Ione Belarra e Irene Montero ven difuminarse como un ingrediente más de la que es considerada una campaña “muy bien planificada” de Díaz para su futuro, algo que se digiere con malestar en el cada vez más reducido núcleo duro de las llamadas “hermanas” moradas.

Con Ada Colau (En Comú) como una de las valedoras de la plataforma de la vicepresidenta del Gobierno, también Mónica Oltra (Bloc) o Mónica García (Más Madrid), Díaz ha dejado a Podemos sin posibilidad de ofrecer resistencias a una acometida de autobombo sin marcha atrás. La relegada cúpula morada se desgañita defendiendo su respaldo al proceso en ciernes, pero sin dejar de recelar ante la autonomía de Díaz. En las etapas por quemar, los podemitas todavía deben poner a su disposición una estructura de partido de la que carece la declarada referente a cambio de una negociación de cuotas de poder en el futuro proyecto.

La fuerza de Yolanda Díaz radica en su condición de supuesta salvavidas de una organización devastada. “Ella ya ha ganado” o “sin Yolanda somos cadáveres” son frases repetidas en Podemos, asumida la nula capacidad de supervivencia por sí mismos. La rendición parece servida, a pesar de sucesivos intentos de tutelaje por el tándem Belarra y Montero, siempre asesoradas por Pablo Iglesias. Ante el baño de realidad, queriendo o sin querer, Díaz estimula la existencia de “topos” entre los cuadros podemitas que la ponen al día de movimientos. Ejercen para ella de ojos y oídos de lo que se cuece en sus ejecutivas.

Díaz esculpe su pretendido perfil transversal, alejado de siglas de partido, enfocado en las elecciones generales previstas. Su tiempo electoral está fijado para 2023. Hay demasiado por hacer, pero en el camino ha de esquivar maquinaciones para marcarle el paso en su particular aspiración, como los intentos de someter su “frente amplio” al test de las autonómicas andaluzas del próximo año. Con las izquierdas fragmentadas en la comunidad en cuatro siglas, PSOE-A, Unidas Podemos, Adelante Andalucía que lidera Teresa Rodríguez, Andaluces levantaos, la plataforma donde se ha diluido Más País de Iñigo Errejón, la vicepresidenta da la espantada.

Que no la quieran tanto, que la van a matar”, viene repitiendo el entorno de la gallega que, sin embargo, de creer a diversas voces, sí habría tanteado sin éxito alguna alianza en el sur. “Yolanda recibió calabazas”, sostienen. Su gente niega tal introspección. Consciente del complejo escenario, Díaz huye de experimentos, a pesar de ser Andalucía un granero clave para abocar a España a un Gobierno de coalición PSOE-UP durante otra Legislatura. Un fracaso habiéndose involucrado de lleno también supondría, a ojos de la vicepresidenta, la peor de las cartas de presentación para cuando llegue la madre de todas las convocatorias en las urnas.

En la distancia, Pedro Sánchez observa, mientras su equipo censura la negativa de Yolanda Díaz a quedarse en el rincón asignado a la izquierda del PSOE. Aparentemente, Presidente y vicepresidenta estaban conjurados y en perfecta coordinación. Hasta ahora. De hecho, desde La Moncloa empiezan a hablar de un “patinazo” de Díaz ante su intención de mirar de tú a tú a los socialistas. Una advertencia encubierta, de momento, que dependerá de la evolución de los acontecimientos. Ni Sánchez ni Díaz trasladarán una imagen de derribo de la coalición “progresista”, pero las tensiones sólo pueden ir a más.