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Josu Ternera echa el cierre de ETA

El histórico jefe de ETA, Josu Ternera

Juan Baño

Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Y Ternera bajó la persiana. Tras 15 años en la clandestinidad después de pisar moqueta como parlamentario de Euskal Herritarrok, e incluso protagonizar el sarcasmo de participar en la Comision de Derechos Humano del Parlamento vasco, José Antonio Urrutikoetxea Bengoetxea (Miravalles, 1950) ha sido el encargado de echar formalmente el cierre a casi 60 años de sangre y terror. Una imagen que lleva a evocar el comentario de un exalto responsable de la maquinaria de Interior durante los años más duros de la banda, nada más iniciarse la tregua de ETA de 2006, tres años después de la marcha de Urrutikoetxea: “Este Ternera se ha ido al otro lado a cerrar el negocio”. Gobernaba José Luis Rodríguez Zapatero y todos teníamos la imagen del terrorista sentado en la Cámara de Vitoria junto a su amigo Arnaldo Otegui.

Aquel alto el fuego permanente, que el socialista vasco Jesús Eguiguren comenzó a trabajarse con Otegui y los suyos antes de que Zapatero llegara a la Moncloa, saltó por los aires con una bomba en la T-4 de Barajas que acabó con la vida de dos inmigrantes ecuatorianos y partió por enmedio las expectativas políticas de algunos batasunos. Cinco años después, tras una historia trepidante de éxitos policiales y un carrusel de errores, detenciones y descabezamientos de sus cúpulas, ETA anunció el cese definitivo de la actividad armada. Para entonces, la banda ya se encontraba derrotada operativamente. Jefes del aparato militar como Mikel Kabikoitz Karrera Sarobe, alias Ata, detenido en 2010, aun llegaban a manifestarse como auténticos tipos peligrosos, pero “apenas mandaban sobre 10 pistoleros”, a decir de un alto responsable en la lucha antiterrorista.

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Buena parte de la treintena de requisitorias internacionales emitidas por las autoridades españolas contra miembros de ETA en el extranjero van dirigidas contra “auténticos desgarramantas”, según fuentes policiales. Pistoleros como José Luis Eciolaza GalánDienteputo, a quien la Policía siempre ha buscado con especial interés por haber asesinado a la primera mujer de ese cuerpo en 1981 en Zarautz (Guipúzcoa). De todos los huidos, el criminal con más capacidad de liderazgo dentro de lo que fue la organización es sin duda Josu Ternera. El dato es compartido por muchos que lo conocieron y sobre todo por uno de esos mandos que lo interrogó ya detenido.

El hecho de leer ahora “la declaración final de ETA” viene a corregir a quienes le daban por moribundo, víctima de un cáncer, en algún lugar de Europa. También a quienes le situaban absolutamente alejado de lo que fue su actividad en la banda terrorista, tras haber participado en varias mesas negociadoras con el Gobierno español. Ternera siempre ha sido un superviviente. Pocos se explican cómo ha conseguido zafarse en al menos dos ocasiones de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad cuando estaban a punto de echarle el guante. Ocurrió en pleno verano en una estación de esquí francesa, donde llegaron los agentes con información del CNI español. Consiguió huir con su hijo Egoitz.

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El fracaso policial se repitió años después, en 2013, en un caserío en Durban-sur-Arize, en el sur francés. Allí vivía junto a su pareja. Aprovechó la abundante niebla en la noche para salir de la vivienda minutos antes de que el Grupo de Intervención de la Policía Nacional francesa llamara a la puerta a las 6 de la mañana, como impone la legislación gala. Ni rastro de él hasta ahora que hemos oído su voz para anunciar a los cuatro vientos que el juego se acabó. Su huida, y el de otras cuantas decenas de criminales con cuentas pendientes con la justicia, aun continúa. Es la tarea pendiente de jueces y policía.

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