Sánchez busca la centralidad y tiende la mano a Feijóo para salvar las andaluzas del 19-J
ERC amenaza con desbaratar su plan ante la convocatoria en un granero de votos clave para el PSOE
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Pedro Sánchez tenía un plan con un claro componente electoral. Desdibujar sus anclajes para sacar adelante la hoja de ruta de la Legislatura. Sin embargo, un puñado de días, todo ha saltado por los aires. El supuesto espionaje masivo ha situado el foco en su dependencia de los independentistas. La Moncloa decidía ponerse las pilas y armar una respuesta proactiva ante la sensación de que la crisis se le escapaba de las manos y se volvía en contra. En el estado mayor socialista cunde el temor de sus efectos a las puertas de las elecciones en Andalucía.
El Gobierno ansía diluir de la agenda el bautizado Catalangate. El calendario de las andaluzas del 19-J debe mandar y las cesiones a los secesionistas pueden ocasionar un serio estropicio a los socialistas. Tanto es así que, ante la convocatoria este lunes por parte de Juan Manuel Moreno Bonilla de su consejo de gobierno extraordinario para anunciar los comicios, Sánchez ha buscado proyectar una imagen de centralidad y comunicaba a Alberto Núñez Feijóo la designación del ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, y de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, como sus interlocutores en materia de Justicia y de asuntos económicos. Por parte del PP, por cierto, sus interlocutores Esteban González Pons y Juan Bravo, respectivamente.
El objetivo, según traslada La Moncloa, reconstruir consensos básicos entre Gobierno y principal partido de la Oposición. Y por ello, Sánchez ha buscado sumirse en el silencio ante sus socios. A pesar de tenerlos levantados en armas, el Presidente ha sabido evitar un solo pronunciamiento sobre la polémica. Con su mutismo a cuestas, encabeza un Gobierno dividido ante el revuelo. La órbita socialista defiende sus pasos para restablecer la relación con la Generalitat de Cataluña e instando a los independentistas a moverse ante cesiones como un control interno del CNI, desclasificar documentos oficiales o el afán de constituir la Comisión de Secretos Oficiales.
Además, Pedro Sánchez lidia con dos bandos en el espacio morado. Por un lado, Yolanda Díaz cierra filas con él. Por otro, Ione Belarra exige cabezas en su propio Gobierno. Las costuras de la coalición se resienten e intramuros de La Moncloa asumen que los distintos posicionamientos en ningún caso ayudan a reconducir las aguas. Todo lo contrario. El malestar, especialmente con la líder de Podemos y titular de Derechos Sociales, es cada vez mayor y aún hay dirigentes del PSOE lejos de olvidar que les acusase de ser “un partido de la guerra”. Desde entonces, de hecho, es castigada con la indiferencia del estado mayor socialista.
La sensación de descontrol crece ante una ERC que sube la apuesta y reclama nuevos gestos en las próximas 48 horas, significativamente ante la convalidación en el Congreso el Plan de Respuesta contra la Guerra. La censura soterrada en ámbitos socialistas es que los separatistas pretenden usar “el escaparate” del paquete anti-crisis para ganar proyección. En privado, ellos admiten que el decreto no es elidóneo para escenificar su “lejanía” de La Moncloa.