Ante la duda, mind the gap
Los españoles que viven en Londres aún no saben cómo les afecta el cambio
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Ha sido un proceso tan dilatado, que ni siquiera las consecuencias se notan. Al menos, de momento. El 1 de febrero no cambiará absolutamente nada para ninguno. Tampoco para los españoles que viven en el Reino Unido; ni siquiera para los turistas o viajeros de paso.
A medianoche del viernes, este país se marcha a dormir al sofá, pero continúa compartiendo casa y nevera con la Unión Europea hasta el 31 de diciembre. Y además, hablando a menudo, porque tienen que acordar a contrarreloj el reparto de la hipoteca y la custodia de los niños.
“Perdéis un mal inquilino, pero ganáis un buen vecino”, les dijo el eurodiputado conservador Daniel Hannan a sus colegas de Bruselas en la despedida. Y resumió así el talante con el que se abordan los próximos meses desde la isla. Pero, más allá de las intenciones, aún nadie sabe responder con certeza a las tres grandes preguntas: qué cambia, qué permanece y qué peligra.
Las dudas más frecuentes son iguales en todas las embajadas, páginas web y consulados. Todos andan igual de perdidos, preguntando en sus respectivos países. Desde España, el ministerio de Exteriores ha creado una guía básica del brexit para responder a casi todo:
- Vivo aquí. ¿Qué tengo que hacer?
- Quiero ir a estudiar. ¿Qué tendré que hacer?
- ¿Pueden denegarme la entrada?
- ¿Seguiré pudiendo ejercer mi profesión?
- ¿Tendré derecho a la sanidad?
- ¿Cuánto tiempo me puedo ausentar del Reino Unido?
- ¿Y el carnet de conducir? ¿Y mis títulos? ¿Perderé mi nacionalidad?
Sin embargo, las verdaderas incógnitas son las que no salen en los manuales. Está todo en el aire. Empezando por la pesca, los productos financieros o los contratos de los que no consigan demostrar que llevan viviendo aquí al menos 5 años. Y eso, sin contar con los factores externos: los incendios de Australia, que repercuten en la producción ganadera de Nueva Zelanda, y a su vez dispararán el precio de la leche en el mercado internacional… Por ejemplo. Claro que, por decirlo todo, los granjeros de Gales tampoco saben quién será su interlocutor.
El roaming del teléfono, el IVA de los productos de lujo, las becas Erasmus, las colas del aeropuerto, etc. Los interrogantes se multiplican en el día a día. Y la verdad aún no está escrita. Eso, de alguna forma, es la buena noticia. Todavía estamos a tiempo de que la película acabe bien. Aunque el suspense, para algunos oyentes de Cope, empieza a ser una tortura.