¿Fue necesario el bombardeo de Hiroshima? Los historiadores no se ponen de acuerdo
La bomba atómica lanzada por Estados Unidos a Hiroshima puso fin a la Segunda Guerra Mundial, pero las opiniones sobre la necesidad de tal ataque divide aún a los historiadores
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Un seis de agosto de 1945, hace 74 años, en el marco de la Segunda Guerra Mundial, ocurrió uno de los sucesos más recordados de ese conflicto y de la historia. El lanzamiento de la bomba atómica de Hiroshima por parte de Estados Unidos y su presidente Harry S. Truman, sobre la ciudad japonesa que se cobró la vida de 140 mil personas, acabando con la guerra y la rendición de Japón.
Para conseguir la rendición japonesa y como venganza al ataque de Pearl Harbour, Estados Unidos lanzó la famosa bomba atómica. "La usamos para acortar la agonía de la guerra, para salvar las vidas de miles y miles de jóvenes estadounidenses", se justificó el presidente estadounidense tres días después, en un mensaje transmitido el día del lanzamiento de una segunda bomba sobre la ciudad de Nagasaki.
Comenzaba de esta forma un debate que continúa sin resolverse en la actualidad. Las opiniones siguen divididas, entre los que lo ven como algo necesario, y los que creen que se mató a gente inocente que no estaba involucrada.
Para ese entonces, los bombardeos de la fuerza aérea estadounidense ya habían causado más muertos que los que eventualmente provocarían los dos artefactos nucleares. Y Japón no se rendía. La alternativa era una invasión acompañada por un bloqueo naval, algo que muy probablemente hubiera tenido un costo todavía mucho mayor en vidas humanas, para ambos bandos.
“No era necesario”
Muchos expertos y personalidades de Estados Unidos inclusive, opinan que no era necesario el lanzamiento de esa bomba atómica sobre Hiroshima. "Los japoneses estaban listos para rendirse y no hacía falta golpearlos con esa cosa horrible", dijo años después Dwigth Eisenhower, en aquel entonces máximo comandante de las fuerzas aliadas en Europa y eventual sucesor de Truman en la Casa Blanca.
Numerosos académicos como Mark Selden, profesor de la Universidad de Cornell y editor de The Asia-Pacific Journal ha llegado a la conclusión de que las bombas no fueron tampoco el factor determinante para que Tokio se rindiera. "Los japoneses ya habían sufrido la destrucción de ciudad, tras ciudad, tras ciudad, con la pérdida de aproximadamente medio millón de vidas, por causa de los bombardeos estadounidenses. Y no habían parpadeado", explica Selden.
"Pero era porque estaban queriendo obtener una pequeña concesión de Estados Unidos, que exigía una rendición incondicional: la protección del emperador", indica a BBC. Según Selden, antes de la detonación de Hiroshima, Japón ya estaba buscando desesperadamente un camino hacia la rendición y para ello había buscado incluso la intermediación de la Unión Soviética, con la que había suscrito un tratado de neutralidad años antes.
Tsuyoshi Hasegawa, profesor del departamento de historia de la Universidad de California en Santa Bárbara, afirma que Japón había pedido ayuda a la Unión Soviética, que ya había iniciado el conflicto con Estados Unidos en el este de Europa, pero antes de que ocurriese eso, Truman decidió terminar con el “dilema”. "En otras palabras, la principal razón para usar la bomba fue forzar a los líderes japoneses a que se rindieran antes de que los soviéticos entraran a la guerra. Las dos cosas están muy conectadas", explicó.
Hasegawa asegura que Estados Unidos tenía dos opciones. "Uno, podía haber invitado a Stalin a suscribir la declaración de Postdam (que exigía la rendición de Japón). Dos, podía haberle dado a los japoneses la señal de que EE.UU. estaba dispuesto a preservar el sistema imperial. Pero no hizo ninguna de las dos", le dijo a BBC.
“Salvó más vidas de las que quitó”
“Estaba claro, ahora y entonces, que las fuerzas militares de Japón lucharían hasta la muerte”, asegura el columnista de The Boston Globe, Jeff Jacoby. La base de esa afirmación está en lo que ocurrió en los meses previos. Entre el 19 de febrero y el 26 de marzo, en la batalla de Iwo Jima, una pequeña isla al Sur de Japón, murieron 7.000 estadounidenses y otros 19.000 resultaron heridos. Por el lado nipón, los 18.000 militares en la isla murieron en combate. En Okinawa, pocas semanas después, fue incluso peor. Murieron 12.000 estadounidenses y más de 100.000 japoneses. Los soldados nipones no se rendían.
Hiroshima causó 140 mil muertes. La idea de invadir Japón era otra opción, pero el ejército estadounidense calculaba que invadir Kyushu, la mayor isla del Sur de Japón, hubiera requerido de 770.000 hombres, cinco veces más que el número de soldados aliados que desembarcaron en Normandía. La invasión de Honshu, la principal isla japonesa, hubiera requerido otro contingente de un millón y medio de soldados.
Cifras que acabarían resolviéndose con muertos, miles de muertes que por parte de ambos bandos. La polémica nunca terminará, y menos 74 años después de que todo ocurriese, pero lo que si podemos preguntarnos ahora es ¿Por qué sigue habiendo guerras?