«Yo me quedo en Africa», Ibrahim, el artista que sueña con pintar un Senegal mejor

Muchos jóvenes deciden quedarse en África y luchar porque sus países tengan un futuro más bonito. Ibrahim es un de ellos

Beatriz Mesa

Publicado el - Actualizado

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Siempre envuelto en su mono de artista, imitando los que suelen emplearse por profesionales de la pintura; en su gorra de estilo británico y en sus calcetines de colores, el artista Ibrahim presenta al mundo una África en movimiento. A través de sus cuadros ha conseguido que Senegal, su país natal, se mueva entre olas de colores que evocan la esperanza, una tierra emergente que poco debe envidiar a Europa porque aunque las condiciones laborales, sociales o económicas son deficitarias, existen razones para quedarse en el continente africano. «Yo me quedo en África», supo Ibrahim desde sus 15 años cuando descubrió su talento artístico. 

«El dinero que inviertes para pagar a la mafia lo puedes emplear para crear un negocio en tu país de origen. Cierto que no ganarás lo mismo pero no todo es el dinero. ¿Qué ocurre con la paz interior y la familia?», manifestó a la Cadena COPE el joven Ibrahim, a quien la vida le dio la oportunidad de reconocerse socialmente a través de su galería de Dakar, la capital senegalesa, en donde expone sus obras de arte hechas con pintura acrílica. El valor de la mujer africana como fuerza del trabajo, la juventud impulsora del cambio, el trasiego de personas henchidas de energía y de vitalidad se contemplan en sus obras. «En Dakar se pueden encontrar los espacios para hacer proyectos porque las oportunidades existen, tan sólo hay que ir a buscarlas y no pensar en depender del Estado. Debemos ser fuertes y no cruzarnos de brazos», continuó Ibrahim que durante el mes de enero exhibió su colección de acrílico en el centro cultural y restaurante,Taxi-Bamako, gestionado por Loes, una holandesa que se recorrió ocho mil kilómetros para crear un negocio hostelero en la capital de Mali. 

Las obras de Ibrahim recogen la urbanización imparable de Dakar en donde los edificios bailan bajo cielos de colores, todo ello como resultado de una inspiración libre. «Es así como imagino Senegal dentro de unos años», dijo el artista que también contempla en su trabajo la cruel realidad de los cayucos y, a bordo, jóvenes con las camisetas de los jugadores Messi y Ronaldo, que miran el sueño europeo desde la cornisa del Atlántico africano hacia las Islas Canarias. Esos cayucos que por 500 y 600 euros—el precio de una plaza— embarcan a miles de jóvenes con mochilas de falsas esperanzas,haciéndoles creer que una mejor vida se les abre a los pies de Europa. Había que esperar a los retornados africanos para enseñar al mundo que los países europeos no son la panacea y los ciudadanos sufren el golpe del desempleo, la esclavitud de la hipoteca y la precariedad. «Yo no aconsejo a nadie de mis amigos y familiares que emigren por los riegos que supone cruzar el mar y porque la vida es corta para empezar un proyecto sin visibilidad en otro continente», añadió. 

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