“Mi hijo levantó las manos y pidió a los policías que no le mataran"
Es el testimonio de Araceli Sánchez, madre de Darwilson Sequera -de 20 años-, muerto a manos de las fuerzas de seguridad en Venezuela.
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“Darwilson se había graduado en mecánica industrial, estaba esperando cupo para ir a la universidad, era un buen estudiante”, cuenta Araceli Sánchez. A sus 20 años vívía con sus hermanos y sus padres en un barrio popular de Caracas, y no se metía en líos. Su vida empezó a cambiar el 17 de abril de 2013. Asegura Araceli -su madre- que, como todos los días, salió a buscar a sus hijos pequeños al colegio y dejó la casa cerrada. Y relata que ese día -al volver- “cuando vengo subiendo por la calle, veo muchas patrullas paradas frente a la casa, y una vecina me dice: mira, están metidos en tu casa”. “Subo corriendo, y la sorpresa llega cuando entro con mi esposo, encuentro la puerta abierta y estaban funcionarios sentados en las computadoras, con los documentos de mis hijos de la universidad y del liceo”, señala. Había policías por todas partes, unos en la cocina, otros en el pasillo. La respuesta al preguntarles qué hacían dentro de su casa fue que “unos vecinos” les llamaron porque “entró alguien corriendo, y nos metimos a perseguirlo”.
Fue sólo el principio del acoso al que las fuerzas de seguridad venezolanas comenzaron a someter a Darwilson Sequera y a su familia. Araceli presentó una denuncia por violación de domicilio, “y me dijeron: vaya a donde a usted le dé la gana, pero a nosotros no nos van a hacer nada porque nosotros somos autónomos y esta orden viene de arriba”.
En la noche del 13 de junio de 2013 estaban en la cama y escucharon golpes en la puerta. Se levantaron, se acercaron a la entrada y vieron como un “funcionario” vestido de negro les apuntaba con un arma larga. “Mi hijo estaba durmiendo sólo con un pantalón, y se fue corriendo al tercer piso junto a mi hija de 11 años”, recuerda Araceli. Saltó de su casa a otro edificio -de tejado a tejado- y allí se escondió. “Ellos ahí lo mataron”, según le confesaron varios testigos que vieron cómo su hijo Darwilson levantó las manos, pidiendo -en vano- que no acabaran con su vida.
La madre de Darwilson reconoce que desde la muerte de su hijo su vida cambió. Pasó de ser una mujer que estaba con su familia, pendiente de sus hijos, a crear la organización ORFAVIDEH y dedicar su vida “a las víctimas que van cayendo” en Venezuela.
Amnistía Internacional denunció en un informe publicado en septiembre miles de presuntas ejecuciones extrajudiciales perpetradas por las fuerzas de seguridad venezolanas. Sólo en 2016 se registraron más de 4.600 homicidios cometidos por los cuerpos de seguridad de ese país latinoamericano.