Las razones por las que Estados Unidos está vacunando mucho más rápido que Europa
Estados Unidos ha alcanzado un gran ritmo de vacunación, llegando a las 150 dosis administradas en los 75 primeros días de Joe Biden en la Casa Blanca. Estas son sus tres claves.
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Estados Unidos fue uno de las naciones que más tardó en sufrir las consecuencias de la covid19. Mientras en casi toda Europa el virus se propagaba a un ritmo vertiginoso desde los meses de febrero y marzo de 2020, la nación norteamericana apenas sufría sus primeros casos. Más de un año después, con cifras que superan los 30 millones de contagios y el medio millón de muertos, el país de las barras y las estrellas es la nación que más casos ha registrado hasta el momento, aunque su buen hacer en la campaña de vacunación podría comenzar a revertir esta tendencia dentro de poco.
Y es que Estados Unidos está superando sus previsiones más optimistas en la campaña de vacunación. Este martes, el gobierno norteamericano comunicó que, a partir del 19 de abril, cualquier adulto del país podrá recibir la vacunación en cualquier momento, sin importar su condición o su edad. De esta manera, la buena gestión por parte de la nación estadounidense permitirá recortar los plazos previstos en casi dos semanas, adelantando la fecha inicial pevista para inicios de mayo.
A pesar de esto, todavía quedan algunos detalles por pulir en lo referente a la distribución, por lo que estos avances no significan que el acceso a la vacuna sea instantáneo para toda la población. De hecho, el principal motivo para este optimismo de cara a la reducción de tiempos de espera, es el elevado ritmo de vacunación que ha alcanzado Estados Unidos.
Una gestión basada en tres aciertos
Buena prueba de ello es que, mientras en enero se ponían una media de 500.000 dosis diarias, en la actualidad hay días que superan los tres millones de inoculaciones, alcanzando el pico máximo durante el pasado fin de semana, en el que se vacunó a más de cuatro millones de ciudadanos.
Estas cifras responden a tres factores clave, que son los que han permitido recortar en casi dos semanas las previsiones del gobierno de Joe Biden. Precisamente Biden es la primera de estas claves. Aunque el demócrata heredó gran parte del trabajo realizado por el equipo del ex presidente Donald Trump, su apuesta principal desde que se mudó a la Casa Blanca pasaba por priorizar la campaña de vacunación. Tanto es así, que tomó las riendas de la campaña desde Washington DC, en lugar de delegar en los Estados como había hecho hasta el momento Donald Trump.
Sin ir más lejos, Biden se había marcado el objetivo de poner 100 millones de dosis en 100 días, objetivo que ha conseguido holgadamente al alcanzar los 150 millones de pinchazos en apenas 75. Por ello, y con los datos en la mano, es normal que se invite al optimismo y se marquen los 200 millones como nuevo objetivo.
Esto ha sido posible no solo por la prioridad que el demócrata le ha dado en su agenda a la campaña de vacunación, sino también por los acuerdos que ha conseguido cerrar. El principal de ellos fue el convenio entre Johnson&Johnson y Merck, dos empresas hasta el momento rivales en cuanto a sus intereses. Merck es el segundo productor de vacunas del mundo e intentó generar su propio vial sin éxito. Tras esto, y previa financiación por parte de la Casa Blanca, Merck ha comenzado a elaborar la vacuna de Johnson&Johnson, que no había conseguido alcanzar las expectativas en cuanto a producción. Además, a esto habría que añadirle el apoyo y la cesión de recursos por parte del Gobierno a las empresas productoras para colaborar en la producción, empaquetamiento y distribución de las vacunas.
Con este acuerdo, Estados Unidos se asegura las dosis pactadas en un inicio (las suficientes para vacunar a 87 millones de ciudadanos antes de verano), que unidas a las compradas a las farmacéuticas Pfizer y Moderna, aseguran la vacunación del cien por cien de los ciudadanos adultos.
Trump esbozó la idea, Biden la llevó más allá
Aunque no todo ha sido gracias al demócrata. Gran parte del éxito actual radica en algunas buenas decisiones de su predecesor. La más importante, sin duda, fue la compra de vacunas con meses de antelación, incluso cuando Pfizer y Moderna estaban en periodo de aprobación. El hecho de que tres de las vacunas aprobadas -las dos anteriores y la de Johnson&Johnson- se produzcan en suelo estadounidense, también ha jugado un papel determinante.
Esta compra preventiva, incluso cuando aún no habían finalizado las pruebas, agilizó que una vez dado el visto bueno, la producción y distribucción se hiciera en tiempo récord. Además, a esto habría que sumarle el trabajo en conjunto del gobierno de Trump con las compañías farmacéuticas que estaban desarrollando la vacuna, la llamada "Operación Warp Speed", que permitió acotar aún más los tiempos.
Por último, la tercera clave en este acelerón de los últimos meses radica en las cantidades. Estados Unidos consigue cada vez más viales y cada vez más rápido. La experiencia durante estos meses, unida a ciertos procesos de las farmacéuticas que han permitido aumentar la producción, han tenido como resultado un mayor número de dosis disponibles, triplicando incluso en las últimas fechas la fabricación de viales en cuestión de un mes. Dosis a las que habría que sumar las de AstraZeneca y Novavax, en espera de autorización.
Además, las vacunas se encuentran cada vez en más sitios. La distribución es otro de los puntos fuertes del país de las barras y las estrellas. El Gobierno cuenta con casi tres decenas de centros de vacunación masiva gestionados por la agencia de emergencias, contando incluso con varios miles de soldados dando apoyo en estas instalaciones.Un buen ejemplo de esta ampliación en la distribución de viales es que se pueden adquirir no solo en hospitales o centros médicos, sino que incluso en supermercados y tiendas similares.
Todo con la intención de que la vacuna llegue al mayor número de habitantes posibles cuanto antes, tratando de acercarlas de esta manera a la población más pobre y vulnerable del país, que debido a su precaria situación tiene mayores complicaciones a la hora de acceder a la información o de obtener una cita para el médico.