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Florinda Soriano, conocida como Mamá Tingó, fue una campesina que luchó por los derechos humanos de los trabajadores del campo de su país, República Dominicana. Murió asesinada en 1974 en plena lucha por desalojos injustificados. Y su nombre fue asumido por una asociación de campesinos, de la provincia de El Seybo, en el este del país, que reivindican y luchan para que les devuelvan su tierra, arrebatada por un terrateniente en 2018. Una tierra arrebatada con violencia, violencia con la que murió asesinado un niño de doce años, Carlitos Rojas Peguero, varios campesinos resultaron heridos y otros pasaron varios meses en la cárcel.
Una tierra fértil que trabajaban desde muchas generaciones, una tierra que les pertenece, que les dio el Presidente Balaguer en 1975, con título y mapa, y que un terrateniente les quitó de la noche a la mañana. Era de madrugada, 6 de septiembre de 2018, y desalojó a 613 familias. Desde entonces, muchas reuniones, muchas promesas de los políticos, desde el gobierno y desde la oposición, muchas visitas a la Fiscalía, al juzgado, pero ningún resultado. Estos campesinos están apoyados por la Iglesia, y en concreto por un misionero dominico español, asturiano para más señas, Miguel Ángel Gullón, a quien conozco porque en mi tiempo de vacaciones soy voluntaria en su misión, en El Seybo. Con él conocí a estos campesinos, pude hablar con ellos y los entrevisté.
Tras estos años de lucha, de tanta lucha sin resultados, no pierden la esperanza, cuenta a COPE el misionero dominico. Aunque muchos campesinos tienen miedo. En los últimos meses han sido sorprendidos en varias ocasiones por sicarios que les disparan, sicarios que son trabajadores del terrateniente, cuentan los peregrinos. Un caso grave fue el de Danilo, de 34 años, secuestrado, tiroteado en una pierna y abandonado. Era el 1 de junio y su pierna tiene todavía munición y está sin operar. Una operación que cuesta unos 1.500 euros.
Esta situación es la gota que colma el vaso y ha hecho que los “peregrinos de El Seybo” vuelvan a caminar hasta la capital, hasta Santo Domingo, hasta el Palacio Nacional, para reivindicar su tierra. Ya lo hicieron en otras dos ocasiones, en 2019 y 2022. Sin resultado, pero visibilizados en todo el país y fuera de él. Los medios de comunicación les apoyan. Fueron los periodistas quienes los bautizaron como de “Los Peregrinos de El Seybo”, y así son conocidos. 170 kilómetros que hicieron a pie, la última vez hace unas semanas, entre el 7 y el 11 de julio. Una caminata que emula la de los mineros asturianos de “La Marcha Negra”, que llegaron hasta Madrid en protesta por la reconversión de su sector. “Son personas, son campesinos, que no están acostumbradas a caminar, que ya tienen una edad, que van por el asfalto, por la carretera, y que no llevan, la mayoría, un calzado no adecuado para caminar”, dice Gullón. Un trayecto con un sol de justicia, con calor, mucho calor, y con aguaceros incluidos. Es El Caribe. Y hay que tener en cuenta lo que “machaca” el campo. El campo que nos da de comer.
La peregrinación, explica el misionero, une mucho a los “Peregrinos”. Duermen en casas de espiritualidad y salen al camino de madrugada, antes de que lo haga el sol, sobre las cinco. El trayecto da para mucho, para hablar, para conocerse, para compartir lo que tienen. Hay buena convivencia, hay sonrisas, hay alegría, y sobre todo, dice, hay comunidad, en medio de las ampollas que puedan aparecer. Y mucha gente se suma a lo largo del día, les llevan comida y también mucho ánimo. Este dominico asturiano recurre al Evangelio con asiduidad y tiene en cuenta el de cada día en la peregrinación. Hay oración al inicio y al final del día.
Hicieron algo excepcional como fue una sentada ante el Palacio Nacional, en Santo Domingo, unas 600 personas sentadas que cortaron el tráfico durante horas, y eso hizo que llegaran los medios de comunicación con programas en directo, pero nadie del Palacio Nacional habló con ellos. Se fueron “invitados” por la Policía, que les custodió durante todo el camino.
A pesar de todo, no pierden la esperanza, tienen mucha, y tienen claro que la lucha continúa hasta que consigan la tierra, una tierra que “mana leche y miel” como dice el Éxodo, una tierra de abundancia, fertilidad y prosperidad, como la que tenían los campesinos, recuerda Gullón. “Hay que mantener la esperanza con mayúscula, una esperanza que significa comunidad, convivencia, fraternidad, y sobre todo paz, esa paz que se construye a través de la Justicia. Y tiene que dar su fruto”. Miguel Ángel Gullón está al lado de los más necesitados, al lado de “los preferidos de Jesús”, como él dice. Vive y transmite el Evangelio en estado puro. Y eso da mucha fuerza a todo el que está cerca de él.