¿Quiénes son los nazis de Chemnitz?
La ultraderecha ha tomado las calles de la ciudad alemana a raíz de la muerte de un alemán de 35 años presuntamente asesinado por un sirio y un iraquí tras una reyerta
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Brazos en alto, desafiando al orden constitucional alemán con el saludo hitleriano. Piercings, tatuajes y estética motera. Pancartas en las que puede leerse “Extranjeros fuera de Alemania”. Europa entera tiembla al volver a escuchar sobre las calles alemanas proclamas nacionalistas y el adjetivo “nazi” se repite en los titulares de medio mundo. Pero ¿quiénes son los alemanes que desde Chemnitz han hecho sonar las alarmas de la democracia?
Los que más destacan en las fotos, por su violencia y su folkore, son sin duda los hooligans. Numerosos clubes de fútbol alemanes luchan contra los hinchas de extrema derecha y ahora el Chemnitzer, que compite en una liga regional de cuarta división, se encuentra en el punto de mira. El grupo de hooligans local "Kaotic Chemnitz" fue quien hizo un llamamiento en una entrada en Facebook a "todos los fans del Chemnitz y simpatizantes" a reunirse bajo el lema "Nuestra ciudad: nuestras reglas" y a "mostrar juntos quién manda en la ciudad", después de que se difundiera en las redes sociales que un alemán había sido asesinado por un sirio y un iraquí. La reunión terminó en una indiscriminada “caza al extranjero” por el centro de la ciudad que ha dejado paralizada a la clase política alemana. Son los sucesores de "HooNaRa" (Hooligans-Nazis-racistas), fundado por Thomas Haller en los 90 y disuelto en 2007, poco después de que Haller fuera relevado a cargo de la seguridad del club. En 2012, el Chemnitzer prohibió la entrada al estadio del grupo oficialmente disuelto "Kaotic Chemnitz”, pero no cesaron sus actividades y siguen operando a través de asociaciones. En el informe más reciente de los servicios secretos de Sajonia, "Kaotic Chemnitz" es mencionado en relación con el entorno de la extrema derecha local y con el partido antieuropeo y anti extranjeros Alternativa para Alemania (AfD). De forma individual siguen entrando al campo, se burlan de los jugadores negros de equipos rivales emitiendo sonidos de mono y más de una vez han izado la bandera imperial de guerra (Reichskriegsflagge), utilizada por las fuerzas armadas de Alemania desde 1876 hasta 1945, por ejemplo en el partido ante el Babelsberg a principios de agosto.
En segunda fila, un poco más agazapados que los fotogénicos hooligans, están los neonazis de siempre, de corte más político. El Partido Nacionaldemócrata Alemán (NPD), que durante mucho tiempo fue un aglutinante de grupos neonazis diversos, ingresó en el parlamento regional de Sajonia en 2004 con el 9,2% de los votos y se mantuvo en la cámara hasta 2014. Ese año no logró superar el umbral del 5% de los votos, con el 4,9%, en parte porque sus votantes fueron captados por AfD, partido de origen euroescéptico que, con el tiempo, y de la mano de Pegida, terminó haciendo de la crisis migratoria su principal baza electoral. AfD se ha mantenido hasta ahora, al menos ante las cámaras, a una prudencial distancia de Pegida (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente), que comenzó a engrosar sus manifestaciones de los lunes en Dresde antes de que llegasen los refugiados con otro tipo de público, seguramente el más preocupante desde el punto de vista político y que reúne a jubilados con pensiones insuficientes, ahorradores indignados con los rescates europeos con dinero alemán y la generación perdida de la RDA.
Sajonia, hace solo 30 años, era territorio de otro país. Con su propio gobierno, su himno y su bandera… su identidad. Si bien es cierto que la Alemania Occidental ha trasvasado una ingente cantidad de recursos a los Bundesländer orientales, también lo es que los Osys siguen sintiéndose hoy en día ciudadanos de segunda, despreciados por los hermanos del oeste, que a menudo se refieren a ellos como una carga. No hay un solo alemán del este al frente de una de las empresas cotizadas del DAX 30. La única excepción de éxito de alguien procedente de esa parte del país es Angela Merkel, pero sus compatriotas orientales consideran que no ha hecho nada por ellos. De forma que cuando llega la extrema derecha y les dice que la multiculturalidad está poniendo en peligro a la nación alemana y les pide que reaccionen, es la primera vez en 30 años que sienten que son alemanes de verdad. La frustración y la baja autoestima se vuelcan contra los extranjeros.
El politólogo David Begrich habla de la influencia de lo que él llama la "generación de Hoyerswerda". En la ciudad sajona de Hoyerswerda, en 1991, hubo ataques contra dos hogares de extranjeros que condujeron a que fueran trasladados a otras ciudades. Según Begrich, los que protagonizaron esos ataques han transmitido a las generaciones siguientes la experiencia de que a través la violencia pueden llegar a lograr metas dictadas por la xenofobia. Durante décadas, esta tendencia a la ultraderecha ha sido minimizada por parte de la cúpula regional de la Unión Cristianodemócrata (CDU),e l partido de Merkel, que ha presidido todos los gobiernos en Sajonia desde la reunificación. La negativa a aceptar que en ese estado federado hay un problema con la ultraderecha ha sido caricaturizada por el humorista Jan Böhmermann con una canción satírica que se llama "No hay nazis en Sajonia".
Pero el fenómeno está en las portadas de todo el globo por su dimensión, que supera en mucho la de la ultraderecha. A ella se han sumado ciudadanos políticamente más en el centro pero que, sencillamente, están hartos. De la precariedad, de la permisividad con la cultura musulmana ajena a la Constitución alemana, de que Alemania cargue con el peso del proyecto europeo y de que sus ahorros sean sacrificados a la ley de los mercados financieros. No todos son nazis. Si solo fueran nazis, Europa no tendría un problema tan serio.